José María Fillol Cuadrado
Rafael Nadal prepara su TFM en el Máster en Dirección y Gestión Sanitaria de la Universidad Internacional de La Rioja, mientras desarrolla tecnología robótica para mejorar la calidad de vida de personas con discapacidad y patologías crónicas degenerativas.
Tiene el firme propósito de mejorar la sociedad y la calidad de vida de las personas con la creación de exoesqueletos. Como en estos dispositivos, la fusión de la ingeniería, la robótica y la salud están en el ADN de Rafael Nadal, nombre y apellido que no solo deja huella en la tierra batida de las pistas de tenis, también deja su rastro en el día a día de pacientes con discapacidad baja y patologías crónicas degenerativas que afrontan su dolencia con mayor bienestar.
Es la misión del ‘otro Nadal’, la de un joven emprendedor que quiso ir más allá de su profesión de fisioterapeuta especializado en biomecánica. Así, estudió Administración de Empresas y, junto a su socio Agustín Arasanz, y gracias a la alianza con una empresa de tecnología robótica italiana, fundaron en Barcelona su propia compañía de distribución, investigación y desarrollo de tecnología robótica enfocada a la salud: Exodinámica. Esta actividad la compatibiliza en la actualidad con la preparación de su TFM en el Máster en Dirección y Gestión Sanitaria de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), el cual le ha ayudado “a conocer las necesidades de la sociedad ante el modelo sanitario actual y los indicadores a tener en cuenta para obtener una visión estratégica, entre otras muchas cosas”, resalta.
El aprendizaje continuo, aplicado en su modus operandi, es tan fascinante como habitual en él. En su rostro se dibuja la satisfacción cuando habla de cómo la ayuda prestada por los exoesqueletos a quienes padecen enfermedades crónicas degenerativas y discapacidades específicas, puede disminuir las patologías secundarias a una lesión motora.
El exoesqueleto es una herramienta de rehabilitación que pone en pie a los pacientes y permite centrar su potencial en reducir aquellas patologías secundarias generadas por la falta de movilidad. Rafael Nadal, director de Exodinámica y alumno de UNIR
“El dispositivo resulta ser una herramienta de rehabilitación que pone en pie a los pacientes y permite, con asistencia de un terapeuta, centrar su potencial en reducir las patologías secundarias y ofrecer calidad asistencial a los tratamientos convencionales”, explica. Este gran paso en el tratamiento conlleva estimular la circulación sanguínea, bombeo linfático, reducción de úlceras por sedestación, entre otros beneficios que ayudan a mejorar la calidad de vida de las personas.
Terapia robótica
Nadal argumenta que el trabajo con el exoesqueleto “forma parte de una terapia robótica de rehabilitación en la marcha sobre el suelo que permite aprovechar la tecnología y la recuperación, ofreciendo mayor cantidad de movimiento que las terapias convencionales, así como gestos estandarizados y funcionales de movimiento”.
Los exoesqueletos para rehabilitación son producto de la fusión de la ingeniería, la robótica y la salud.
Para que un exoesqueleto cumpla su función tiene un software situado en la parte posterior, una ‘cabeza pensante’ que se encarga de controlar la velocidad y la marcha de la estructura biomecánica que recoge todas sus articulaciones y hace posible la movilidad. Lo mejor del sistema es que puede regular todos los parámetros y adaptarlos a los patrones o indicadores según las necesidades del paciente y sus progresiones. “Hemos conseguido personalizar los mapas de movimiento de acuerdo con las habilidades específicas del paciente, conforme a su patología, el grado de lesión y la etapa de la enfermedad, si es subaguda o crónica”, señala.
Por lo general, en la segunda sesión el usuario ya está adaptado al exoesqueleto y, evaluada su compatibilidad, es apto ya para iniciar entrenamientos. A medida que lleve tiempo utilizándolo y su evolución sea positiva, el mismo paciente podrá desplazar mucho más su cuerpo, por ejemplo, a la derecha, y el exoesqueleto lo detectará para hacer ese desplazamiento lateral.
Exoesqueleto autónomo
La gran aspiración de este estudiante de UNIR es desarrollar un prototipo autónomo asistido con inteligencia artificial, para que su usuario pueda ponérselo como un “traje”, pedir que se mueva y andar. “El exoesqueleto que reaccione ante la voz memorizada del paciente está cerca”, asegura.
El trabajo con el exoesqueleto forma parte de una terapia robótica de rehabilitación en la marcha sobre el suelo que permite aprovechar la tecnología y la recuperación.
De hecho, su empresa apunta a trabajar ya con sensores de movilidad e incluso a incorporar avances más revolucionarios a través de sistemas de electroestimulación que posibiliten activar cualquier fibra muscular que, durante el movimiento, el exoesqueleto detecte. “La señal nos la dio el caso de un paciente que se cayó de un cuarto piso. La acción del exoesqueleto con esta persona hizo despertar un espasmo muscular en el psoas, lo que corregía su diagnóstico inicial de lesión medular completa”.
Según Nadal, “el peldaño siguiente en el futuro será poder utilizar este tipo de información enviada por el exoesqueleto y entender que esa fibra muscular que se manifestó se puede trabajar, y mejorar aspectos de dolencias que aún no hayan sido detectadas”.
Más desafíos
Quien pone su empeño en el mundo de los exoesqueletos es sabedor de la evolución rápida de la tecnología y mantiene el estado de alerta de forma permanente para afrontar desafíos y nuevos conocimientos. De ahí que a la mente de Nadal le vengan sus estudios en UNIR: “Gracias a su modelo online de aprendizaje y de la mano de docentes de calidad, el Máster me ha ayudado a generar estrategias, entender las necesidades actuales y futuras”, destaca.
En esa línea para acometer tales objetivos, es consciente de la importancia de tener un equipo multidisciplinar bien preparado de biomecánicos, ingenieros, diseñadores industriales, fisioterapeutas y especialistas en inteligencia artificial. Su compañía es de las pocas del sector dedicadas a exoesqueletos clínicos en Europa, “casi se pueden contar con los dedos de las manos” y ahora la I+D se desarrolla plenamente en España.
El software del exoesqueleto, situado en la parte posterior, es la ‘cabeza pensante’ que se encarga de controlar la velocidad y la marcha de la estructura biomecánica.
La alianza que mantiene con la empresa italiana supone abordar de forma inminente otro gran reto: desarrollar un modelo pediátrico de exoesqueleto. El primero fabricado en el mundo se presentó hace tan solo dos años. El proyecto del empresario contempla incorporar sensores de movimiento y prevé casos donde esta mejora “ayudaría a potenciar aquellas conexiones nerviosas del paciente que puedan estar activas y con la ayuda de la repetición de gestos con el exoesqueleto, se puedan reclutar o potenciar”, sostiene.
Prototipo infantil
La eficacia clínica en pacientes adultos le mueve “a que los más peques puedan beneficiarse también de este desarrollo tecnológico y ver en su sonrisa que, con ayuda de un ‘aparato’, pueden andar”. Nadal quiere repetir en los menores ese impacto significativo del uso en adultos de exoesqueletos y la experiencia de rehabilitación robótica por encima de las soluciones convencionales, “sobre todo cuando se trata de terapia intensiva desde la etapa subaguda de la enfermedad”, recalca.
El director de Exodinámica pone ejemplos motivadores para seguir avanzando en nuevos prototipos. “Con Daniel, después de 22 años de lesión completa de la médula espinal, conseguimos un éxito de desplazamiento. El caso de Lucía, una joven con esclerosis múltiple, llama la atención porque, gracias al exoesqueleto, es capaz de realizar tres veces a la semana una caminata y moverse libremente dentro de un centro de fisioterapia,”, menciona con orgullo y emoción.
Es importante tener el apoyo de programas públicos que permitan una democratización de los exoesqueletos. Rafael Nadal, director de Exodinámica y estudiante de UNIR
Son referentes que espolean los sueños de Rafael Nadal y que ni siquiera el elevado precio de un exoesqueleto frena. “Hasta 190.000 euros, aunque el nuestro ronda los 80.000”, afirma. Por ello reclama el apoyo de programas públicos que permitan una democratización de los exoesqueletos para que lleguen al mayor número posible de centros de rehabilitación y a las casas de los pacientes con patologías neuromotoras que lo necesiten.
“Probablemente si pensamos en estas personas con movilidad reducida, la visión del exoesqueleto ‘terapéutico’ tendría que verse como un producto de primera necesidad para todas aquellas personas con trastorno neurológico, en geriatría, lesionados medulares, así como para pacientes en rehabilitación, siempre con el objetivo principal de reducir las patologías secundarias generadas por una falta de movilidad, recuperar parte de su autonomía o lo más importante, mejorar su calidad de vida”, concluye.
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