La alumna del Grado en Maestro en Educación Infantil de UNIR, Silvia Vives, califica de "diez" su estancia internacional en un colegio escandinavo, donde ha aprendido nuevas metodologías y ha hecho muchos amigos
La experiencia ha resultado tan satisfactoria que este verano volverá a Suecia. “Regreso un mes para visitar a la gente que conocí”, comenta Silvia Vives Portolés. Y eso que esta barcelonesa, estudiante del Grado en Maestro en Educación Infantil de UNIR, puso punto y final a su Erasmus en el país escandinavo el pasado 22 de mayo.
Llegó a finales de febrero con algún temor. “Era la primera vez que me iba fuera a vivir y además sola”, afirma. Pero retornó encantada tres meses después. “Mis expectativas se cumplieron ampliamente. Iba con la intención de aprender y coger muchas ideas de actividades para realizar en el aula, pero mi aprendizaje ha ido bastante más allá y he hecho muchos amigos”, declara.
Silvia trabaja desde hace casi ocho años en un colegio de Barcelona como monitora, coordinando el comedor y el patio. Entre estos pasillos y estas zonas de recreo “me enamoré de la docencia y de los niños”. Así, decidió estudiar en UNIR el Grado en Maestro en Educación Infantil para completar otros estudios anteriores de Grado en Psicología y un Máster en Psicología Clínica y Deportiva.
La posibilidad de realizar un Erasmus con UNIR rondó por su mente como una vía para “conocer otros sistemas educativos, mejorar mi inglés y reforzar mi currículum”. Y aunque dudó entre Noruega y Finlandia, finalmente optó por volar a Suecia “porque es uno de los países pioneros en educación”.
Otra realidad educativa
En la escuela Futuraskolan International Gashaga, cerca de Estocolmo, tomó contacto con otra realidad en las aulas. “En Suecia, al menos en el centro infantil en el que yo trabajé, el alumnado dispone de mucho más tiempo libre que en España. La escuela está abierta de 7 a 17:30 horas y los niños van entrando y saliendo sin tener que seguir un horario estricto y concreto”, explica.
Pero las diferencias con el sistema educativo español no acaban aquí. “Durante la jornada escolar, solo hay entre hora y media y dos horas de actividad guiada diaria. El resto del día es libre para que el alumnado esté en el patio o experimente en clase con distinto material”, comenta. Allí resalta que el patio es fundamental. “Me sorprendió que tuvieran un mínimo de tres horas diarias y que salieran a jugar a él tanto si llovía como si nevaba”, subraya. Solo si el termómetro bajaba de los once grados bajo cero, los escolares se quedaban a resguardo.
“Destacaría el gran respeto que se tiene al alumnado, tanto a nivel de sus decisiones como de sus necesidades e intereses”
“Aparte de esto, en mi opinión la diferencia principal es que la educación en Suecia es mucho más personalizada, ya que hay menos alumnos en clase y hay entre 2 y 3 docentes por aula, en función de la cantidad de escolares y de si hay alguno con necesidades educativas especiales. Esto permite atender mejor las capacidades e intereses de cada niño y establecer una relación más cercana con todos ellos y entre ellos”, apunta.
Son ideas que se trae de vuelta, al igual que el fomentar el conocimiento del entorno con salidas semanales y estimular la creatividad trabajando las manualidades y las artes plásticas. “De las cosas que más me sorprendieron, destacaría el gran respeto que se tiene al alumnado, tanto a nivel de sus decisiones como de sus necesidades e intereses. Si quieres jugar con ellos, ayudarlos en alguna cosa o simplemente abrazarlos tienes que pedirles permiso y, si ellos no quieren, debes respetarlos. Aquí muchas de estas cosas las realizamos sin considerar si el alumnado quiere o no”, contrapone.
Estancia de nota
Por tanto, si tuviera que ponerle una nota a su estancia en Suecia, sería “un diez a nivel de crecimiento profesional y, aún más, en el plano personal”. “No solo recomendaría a los futuros docentes realizar un Erasmus, sino que lo haría obligatorio”, remarca. Y es que “abre mucho la mente y ayuda a formarte en diversos aspectos”. “He aprendido nuevos recursos, técnicas y metodologías; pero también he adquirido otras capacidades y competencias de tipo social, de respeto, trabajo en equipo, organizativas y para la gestión de conflictos tanto o más importantes”, incide.
El bagaje personal resulta igualmente fructífero. “Facilita el autoconocimiento, la gestión de emociones, la capacidad de adaptación en un entorno nuevo…”. En suma, “si tuviera que definir el Erasmus con una sola palabra sería increíble, aunque podría añadir también impresionante y necesario”.