La capital andaluza acogió la presentación del libro Don Antonio Fontán Pérez. El espíritu de la política, de Arturo Moreno Garcerán. UNIR y la fundación Marqués de Guadalcanal organizaron el acto.
Un regreso a sus orígenes y a una ciudad donde dio sus primeros pasos, una infancia y una juventud “que le dejó impresos, de forma indeleble, unos valores que tuvieron una vigencia plena a lo largo de su vida”. Antonio Fontán, sevillano, deudor de Guadalcanal y la sierra sevillana, donde desde hace tres siglos su estirpe “había echado raíces”, volvió de alguna manera a encontrarse con los suyos en el homenaje in memoriam que le dedica Arturo Moreno en el libro Don Antonio Fontán Pérez. El espíritu de la política, cuya presentación organizó la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR) con el apoyo de la Fundación Marqués de Guadalcanal en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.
Coeditado por UNIR y Ediciones Internacionales Universitarias (EIUNSA), el ensayo, con prólogo de Esperanza Aguirre, recorre la trayectoria política y humana de una de las piezas fundamentales de la Transición y creador de Nueva Revista.
En el acto estuvieron presentes,Andrés Ollero, magistrado del Tribunal Constitucional; Enriqueta Vila, directora de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras; José Antonio Ibáñez-Martín, vicerrector de UNIR y el autor del libro, Arturo Moreno.
Andrés Ollero definió a Fontán como un intelectual que quería aplicar su inteligencia porque “le preocupaba menos el poder que la autoridad”. En su opinión, por encima de ser presidente del Senado o ministro, lo más relevante de sus acciones fue inculcar a los jóvenes una manera de hacer al sembrar en ellos inquietudes.
Asimismo, Ollero apreció su admirable sentido de la laicidad, ya que “fue un componente laico de la política española, a pesar de su reconocida religiosidad, con unas líneas rojas: la derecha autoritaria y el partido comunista”. Además de dar su lealtad a la Corona porque pensaba en la estabilidad de España, “nunca habló mal de nadie y eso en política tiene mucho mérito”.
Por su parte, Arturo Moreno empezó su ponencia de una forma precisa y contundente: “Antonio Fontán fue un sabio, una persona excepcional tanto por la ejemplaridad de su trayectoria como por la escuela que fue dejando en los diversos ámbitos donde ejerció su actividad: la Universidad, el Periodismo y la Política”.
En definitiva, Antonio Fontán fue un hombre bueno, con una ética “intachable” en el ejercicio de sus responsabilidades, respetuoso siempre con las libres opiniones y decisiones de los demás. “La tenacidad y la perseverancia que siempre mantuvo Fontán en todos sus proyectos son fiel exponente de su firmeza de carácter y de la hondura de sus convicciones”, apuntó.
En palabras de Moreno, Antonio Fontán nunca tiraba la toalla ni se quejaba: “Nunca le vi rendirse. Su vida fue un ejemplo de impecable y limpia coherencia donde siempre encajaron sin fricciones sus actos con sus pensamientos. Siempre actúo como pensó”.
El sentido de la trascendencia, su sólido bagaje intelectual y moral, la defensa del catolicismo y la fidelidad monárquica fueron otros de los rasgos de Fontán, según el autor del libro. “Creo que hoy Fontán plantearía cara al pesimismo, a la tristeza que a veces poluciona el clima, el ambiente de la sociedad. Fontán hoy nos diría que no nos dejásemos vencer por la tristeza porque ésta no nos vuelve inteligentes, ni construye. La tristeza no puede apodarse de todo porque un país triste es un país perdido, es decir un país que no sabe dónde está, ni adónde va”, elucubró.
Para Moreno, el humanista sevillano siempre procuró eludir el lenguaje político divisorio que desvía de los problemas reales y usar la coherencia como forma de abordar con rigor la realidad: “Tenía el sentido de la conciencia del otro”.
En la presentación del libro en Sevilla, su autor reseñó que Fontán en los años de la transición dedicó sus desvelos “a esa España consciente que debía enfrentarse a sus problemas, afrontar sus responsabilidades y tomar el timón de su destino común”. En su opinión, Fontán pensaba que la opinión es algo que se debe argumentar con razones graves y fundadas, pero por principio no se podía excluir que la verdad fuera otra. “Somos testigos y no jueces solía decir”, recordó Moreno.
Sobre la transición, Moreno aludió a los grandes valores políticos de esa crucial etapa histórica: la cultura del pacto, el sentido del deber, la responsabilidad, la capacidad de integración, la prudencia, el juego limpio y el respeto a la palabra dada, la generosidad, la audacia, la importancia de la cordialidad en el trato del político, y la capacidad para superar la adversidad. “No cabe duda de que la transición no fue un oasis, ni una panacea. No pretendo idealizarla. La transición fue y debería seguir siendo una referencia de cómo en un determinado momento de la historia, de extraordinaria dificultad, todos supieron crear un clima político de confianza, altruismo y responsabilidad para hacer algo importante”. Y, según Arturo Moreno, uno de los hombres que estuvieron a la altura de ese momento fue Antonio Fontán.
El pasado 29 de octubre, la sede de la Asociación de la Prensa de Madrid fue escenario elegido para la presentación de otra obra biográfica sobre Antonio Fontán. El libro “Antonio Fontán. Un héroe de la libertad”, de Agustín López Kindler. Allí estuvieron las cámaras de UNIR ALUMNI.
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