Emilio del Río; Foto: Lales Aranda. La retórica es una materia indispensable, uno de los tres caminos clásicos de la enseñanza, junto con la gramática y la lógica. Nos lo recuerda Retórica y política. Los discursos de la construcción de la sociedad, un libro coeditado por Emilio del Río y que se ha presentado en Madrid.
Emilio del Río Sanz, filólogo clásico, consejero del Gobierno de La Rioja y miembro del consejo editorial de Nueva Revista, afirma que la imagen parece que domina a la palabra, pero recuerda que el “Logos es la característica expresiva capital del ser humano”. Reivindica “la palabra, la importancia de la argumentación en el discurso político”. Por lo tanto, “los contenidos frente a la pura demagogia, a la pura imagen, a esa banalidad, frivolidad, superficialidad en la que algunos están instalados”.
En conversación con la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), del Río se queja de que hoy en día no se forma a la gente en la retórica. “Nada. Ni se huele en los planes de estudio. Nada. No hay exposiciones orales, no las suele haber, no las hay, frente a otros países europeos, no digamos Estados Unidos”. Ni siquiera los profesores conscientes de este problema pueden combatirlo, por el mal sistema educativo que tenemos. Esto es un grave error, porque “la sociedad reclama a profesionales que sepan comunicar oralmente”.
Algunos con buen olfato se dan cuenta del déficit y se aprovechan de ello. Por ejemplo, a veces, los anuncios publicitarios son buenas piezas de retórica. Y es que “los esquemas clásicos de comunicación, que eso es la retórica, están en la buena publicidad, están en la buena televisión, están en la buena política”.
La retórica no es “un adorno, es consustancial: en la medida en la que tú sabes valorar bien una argumentación, es más difícil que mediante un mal uso de la palabra te convenzan o te engañen”. La carga negativa que muchos atribuyen en la actualidad a la retórica es un error. La demagogia no aparece tanto en los periódicos, según Del Río, como en el mismo discurso político.”Donde hay un déficit enorme de argumentación es en la política”.
La retórica no es un adorno. Es saber argumentar bien. Es saber comunicar bien. Tiene que ver con la verdad. Hay que dominar la materia de que se habla
Una retórica que no trate con la verdad no es digna de tal nombre. “Quintiliano resume así el papel del retórico: Vir bonus peritus dicendi (hombre bueno experto en el hablar)”. La dimensión ética la hemos perdido: “Para nosotros lo que importa es la efectividad en el mensaje, como en los negocios. Y así nos va. Nuestra crisis actual es una crisis de valores, y a partir de ahí es una crisis económica”.
Del Río asiente cuando sugerimos [m4p_image image_src=”custom” image=”549201430666″ responsive_dr=”yes” sizes=”full”]que el que muchos políticos no argumenten bien, quizá tenga que ver con que tienen poco que decir. Por otra parte, un buen escritor no es automáticamente un buen orador: “Conozco a muchos escritores y poetas que son fantásticos escribiendo y por ejemplo recitando su propia poesía son malísimos”. Teóricamente tendrían que tener un punto de partida mejor que otras personas para el bien decir. Pero tropiezan con lo mismo: es una ciencia que hay que estudiar, como las matemáticas, y no se estudia.
También se ha olvidado la retórica en la Iglesia. “De toda la vida había manuales de oratoria para los curas. Y siempre ha habido una enorme tradición oratoria eclesiástica. Y eso se ha perdido por falta de formación en los seminarios. Muchas veces da pena escuchar una homilía. Ojo, algunos pronuncian unos sermones magníficos, los hay fantásticos, fantásticos, pero la media deja mucho que desear”.
Del Río recomienda la lectura de Quintiliano, de Cicerón y de Aristóteles. Y, entre los contemporáneos, a Tomás Albaladejo. “una de las referencias internacionales”.
Antonio Fontán decía que en política hay que estar con formación. Su experiencia es el mejor ejemplo
Finalmente, habla de su maestro, Antonio Fontán. “Yo soy alumno suyo, de la Universidad Complutense. Fontán fue un gigante de la cultura y de la política española. Decía que en política había que estar con una formación, y su experiencia es el mejor ejemplo. Él me frenó siempre para entrar en política. Me dijo que hasta que no tuviera la tesis, hasta que no fuera profesor asociado, titular… Cuando llegué a ser profesor titular y tuve una oferta política, sostuvo: ‘Bueno, bien, ahora sí'”.