La sala Arapiles 16 de UNIR acoge seis funciones de esta obra inspirada en la vida de la genial bailarina, precursora de la danza moderna, a la que da vida la polifacética actriz Beatriz Argüello.
Conquistó los escenarios de todo el mundo con su particular forma de entender la danza y la tragedia marcó toda su vida, incluida su propia muerte. La apasionante trayectoria vital y artística de la bailarina estadounidense Isadora Duncan se recrea ahora en la sala Arapiles, 16. La polifacética actriz Beatriz Argüello le rinde homenaje y se mete en su piel en ‘Las estaciones de Isadora’, un canto de amor y muerte a través del teatro, la danza, la música y la poesía.
El céntrico recinto que gestiona UNIR acogerá seis funciones de esta pieza teatral, convertida en un verdadero viaje a través del dolor y de la constante búsqueda de la belleza. En concreto, las representaciones tendrán lugar los días 8, 9, 15, 16, 22 y 23 de diciembre a las 20 horas. El precio de las entradas es de 15 euros y de 12 euros en venta anticipada, aunque esta se mantiene únicamente hasta el jueves 30 de noviembre. Los tickets pueden adquirirse bien en taquilla o bien en Atrapalo o Entradas.com.
Hugo Pérez de la Pica codirige, junto con la propia Argüello, la puesta en escena de esta pieza, que cuenta además con la interpretación de Mikhail Studyonov para acompañar al piano a la gran protagonista de la función. Por su parte, Beatriz Argüello encarna de forma magistral a la Duncan y cumple así un sueño que, desde sus conocimientos y destrezas en la danza y la interpretación, ha acariciado durante años.
Toda una oportunidad de deleitarse con las sensaciones y la pasión que emanaban de la que fuera una auténtica y excéntrica musa, reina de la danza de estilo libre que no dejó imperturbable a nadie y a la que el mar embrujó de tal manera que inspiró su modo de entender e interpretar el baile, indomable y adelantado a su tiempo.
Su recreación del movimiento de las olas unidos a los trajes y formas clásicas llenaron de sensualidad sus particulares movimientos, dotándolos de una naturalidad y libertad -frente a los artificios y rigidez del ballet clásico- que conmovió a propios y extraños.