Fundación UNIR presenta Lo Mejor de Ambos Mundos, un proyecto de periodismo cultural en internet que ahora tiene su versión impresa. La revista Ambos Mundos es una publicación de culto que en 2012 impulsó y dirigió Ignacio Peyró, con el que UNIR ALUMNI ha hablado a propósito de ésta nueva aventura editorial.
Las máquinas impresoras se detenían el 26 de diciembre de 2013. Lo Mejor de Ambos Mundos se abría paso entonces hacia las estanterías de todo lector amante de la cultura a ambos lados del Atlántico.
El volumen, que edita Renacimiento con la participación de Fundación UNIR, es un compendio con lo mejor de una aventura que tuvo lugar en 2012 y en la que participaron muchas de las mejores plumas del país. Ignacio Peyró manejó aquel barco y ahora, abre, con un evocador prólogo, la versión impresa de aquel recorrido por dos orillas.
Hemos estado con el periodista y escritor madrileño, con quien hemos compartido las primeras impresiones tras la publicación de este trabajo colectivo.
¿Lo mejor de Ambos Mundos es una antología de textos? ¿O es algo más? ¿Qué se destila de las palabras de los colaboradores?
El libro, en primer lugar, refleja muy bien lo que fue la revista, tanto en las firmas que contribuyeron a ella como en los temas que tocó: españoles, europeos y americanos, de la fotografía a la literatura y de la pintura al cine, siempre con una voz muy propia. Esa estética de Ambos Mundos se definió muy pronto y llegó a ser muy característica. Como consecuencia de la diversidad de materias y colaboradores, el libro tiene la amenidad que también quisimos que tuviera la revista. Por lo demás, creo que, como ya hiciera la publicación, la antología posee la virtud de unir a autores excelentes de diversas generaciones: unos más experimentados y reconocidos, otros que empiezan con brillantez –afianzar esa vocación de puente fue cosa muy nuestra.
Logramos armonizar un elenco de firmas de origen plural: de La Vanguardia a El País, del Avui a El Mundo, de Madrid a Barcelona o París
Otro signo reconocible es que logramos armonizar un elenco de firmas de origen plural -de La Vanguardia a El País, del Avui a El Mundo, de Madrid a Barcelona o París- en una publicación que tuvo tan claros sus valores como la capacidad de acogida de estos. Por otra parte, Lo mejor de Ambos Mundos también es reseñable como paso del formato electrónico a esa perennidad que atribuimos al papel y a modo de ejemplo del éxito de una apuesta por el mecenazgo cultural como es la de la Fundación UNIR. Lamentablemente, el antólogo más exigente es el espacio, y hay cosas muy, muy buenas que han tenido que quedarse fuera.
¿Qué autores nos podemos encontrar en las 300 páginas del libro?
Son tres decenas de nombres de primer nivel, hay pocas revistas, y menos en la red, con una nómina como la de Ambos Mundos en estos años. La antología, en concreto, recoge textos de Sam Abrams, Jordi Amat, Enrique Andrés Ruiz, Ángel Aponte, Ignacio Arellano, Jesús Beades, Juan Manuel Bonet, Juan Bonilla, Jorge Bustos, Daniel Capó, Fernando Castillo, Mario Crespo, Luis Alberto de Cuenca, Enrique García-Máiquez, Eduardo Gil Bera, Gabriel Insausti, Eduardo Jordá, Raúl Losánez, Joseba Louzao, José Carlos Llop, Juan Marqués, Pablo Mediavilla, Kiko Méndez-Monasterio, Javier de Navascués, Antoni Pizà, Valentí Puig, Emilio Quintana, Luis Rivas, Adolfo Torrecilla y Andrés Trapiello. En la revista hubo otros colaboradores cuyos artículos no han podido entrar.
Presenta el libro con un ejemplo arquitectónico: la casa de la Aduana, actual sede del Ministerio de Hacienda, en la madrileña calle de Alcalá. Es una figura que, según desvela en el prólogo, inspirará Ambos Mundos. Al describir su belleza descubrimos un matiz que nos gustaría que detalle: ¿existen dos tipos de belleza: la belleza con minúscula y la BELLEZA con mayúscula?
La fachada neoclásica de la Casa de la Aduana, en efecto, es inspiradora: nos habla de belleza, de mesura, de razón, de un momento de prosperidad en nuestra historia, y también de apertura al mundo. Son ideales que creo que mantienen una vigencia plena. En cuanto a la belleza, sospecho que, al final, como intuyó Keats, tiene mucho que ver con la verdad. Quizá por eso amar y defender una de ellas también tiene a su vez mucho que ver con amar y defender la otra. Sin una noción de belleza, no hay pensamiento posible.
Ambos Mundos fue una revista de hoy, para gente de hoy, que trataba temas también de hoy o que al menos hoy resultan relevantes
En dicho prólogo destaca el espacio que dedica a hablar de un momento histórico: el tránsito del siglo XVIII al siglo XIX. ¿Con qué cualidades propias de aquel tiempo se quedaría Ignacio Peyró?
No se trataba, claro, de hacer un pastiche dieciochesco: Ambos Mundos fue una revista de hoy, para gente de hoy, que trataba temas también de hoy o que al menos hoy resultan relevantes. Pero al citar la época que usted menciona, sin duda hablamos de una cultura de vocación universal y sensibilidad clásica, de aspiraciones nobles. La vida pública se va tiñendo de moderantismo, pragmatismo y tolerancia, sin dejar de mantener los referentes vivos del pasado, la lección de la experiencia. Son los tiempos de Burke, de nuestro Jovellanos, de comercio y navegación, de las Sociedades de Amigos del País y la lección de la belleza de Pompeya.
En la fachada del edificio de la casa de la Aduana, del que hemos hablado antes, se encuentra el escudo de Ambos Mundos. Háblenos de la simbología que encierra.
Aquel viejo escudo llamado “columnario” nos mostraba a Europa y América unidas por una misma conciencia de pertenencia a una comunidad cultural. Se alude así a un acervo de arraigos compartidos, pero también a un espíritu de intercambio, y a esa vocación de futuro, de ir más allá –”plus ultra”- que cifra su leyenda. Ese escudo también figuró en unas monedas muy famosas, y la cultura se transmite no de modo muy distinto al de esas monedas que van de mano en mano.
¿Sería correcto afirmar que lo hispánico se tiñe de americano? ¿Podría definir la influencia de ambos mundos en nuestra cultura empleando un símil gastronómico?
Digamos que cualquier cultura es producto de una cocción muy lenta y que –como las mejores recetas- pasa de generación en generación y se va enriqueciendo con el tiempo. España, Europa, América: todos pertenecemos a eso que llamamos Occidente, pero en cada lugar encontramos un acento propio, un sabor regional que con frecuencia llega a permear a los demás.
España primero, después, Europa. Cerramos con América. El libro invita a hacer un largo viaje. ¿Se mueve actualmente nuestra cultura siguiendo esas rutas que encontramos en Lo Mejor de Ambos Mundos? ¿O los caminos han cambiado?
Supongo que, en términos culturales, la divisoria está menos entre Gutenberg y la red que entre quienes leen y quienes no leen. La palabra ha cedido puestos, en todo caso, ante la pujanza de la imagen. En buena parte hemos pasado ya las “guerras culturales” de las últimas décadas, pero el problema es la desmemoria de una cultura pop que tiende a banalizarlo todo, y para la que el concepto de clásico alude tan sólo a una época de los Rolling Stones. La única vara de medir es lo contemporáneo. En fin, la propia idea de la transmisión cultural se ha ido deshilachando. Por eso mismo uno cree que hay que apoyar una cultura basada en la palabra y en el libro, en lo que los ingleses llaman la “literacy”, una cultura de talento y esfuerzo, ambición y responsabilidad. La cultura tiene también una vertiente hedónica, placentera, fundamental, lo que refuerza su carácter de resistencia ante la tentación de la vacuidad y esa opción por la verdad y la belleza de la que antes hablábamos.
Ignacio Peyró es periodista y escritor. Ha sido redactor jefe de cultura de La Gaceta de los Negocios y corresponsal político de El Confidencial Digital. En la actualidad se encuentra trabajando en la edición de un diccionario de cultura inglesa.