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Sánchez Ron: “En cualquier canon deberían estar libros de ciencia, algo que no suele suceder”

Los libros de ciencia merecen un especial rincón en las estanterías de la futura Biblioteca de Occidente. Así lo creen sus impulsores y de ello está convencido José Manuel Sánchez Ron, una de las figuras vivas del pensamiento científico más prestigiosas dentro y fuera de nuestro país. Sánchez Ron ha aceptado la invitación de Fundación UNIR, Cilengua, CSIC y Fundación San Millán de la Cogolla para presentar una de las ponencias principales del Congreso Internacional de la Biblioteca de Occidente.

El físico e historiador de la ciencia José Manuel Sánchez Ron fue vicedirector del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Ocupa, desde diciembre de 2002, tras el fallecimiento del poeta José Hierro, el asiento G mayúscula de la Real Academia Española. También es miembro de la Academia Europea de las Ciencias y […]

El físico e historiador de la ciencia José Manuel Sánchez Ron fue vicedirector del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Ocupa, desde diciembre de 2002, tras el fallecimiento del poeta José Hierro, el asiento G mayúscula de la Real Academia Española. También es miembro de la Academia Europea de las Ciencias y las Artes, con sede en Salzburgo.

Hablamos con él sobre la ponencia en la que defiende un canon científico, “su” canon, como así lo ha definido en el título. Una selección que compile los libros más representativos del acerbo científico universal.

¿Hasta dónde es importante que los libros de ciencia convivan en una biblioteca como la Biblioteca de Occidente?

Sánchez Ron: “La ciencia es un producto netamente humano, es lo que en más de un sentido nos caracteriza como especie, la capacidad del pensamiento simbólico… De manera que en cualquier canon deberían estar libros de ciencia, algo que no suele suceder. Los cánones se han establecido hace mucho tiempo y normalmente lo más que aparece son libros como –claro- El Origen de las Especies de Darwin, pero deberíamos incluir más”.

“Yo para este congreso he compuesto una pequeña lista de libros que deberían ser conocidos tratando de que sean libros accesibles a una persona educada. En todos los casos no es así, pero sí que he hecho una selección de libros que no sean demasiado exigentes desde el punto de vista técnico”.

Su “canon”, como así lo ha bautizado es tan extenso temporalmente como lo pueda ser el canon de los libros de literatura. Háblenos del mismo…

Platón y Euclides abren el canon

“Comienzo con libros de la civilización griega, en particular dos. Uno de Platón, el Timeo…, ¿por qué? Podría haber elegido, y todavía tengo dudas, Aristóteles, Sobre el CieloDe Caelo-,  pero me he inclinado por Platón porque el Timeo, que es un libro que normalmente se considera de filosofía, Platón reflejó con gran calidad unas características que se mantendrían durante cerca o algo más de dos mil años, en el pensamiento científico. Me estoy refiriendo a la figura circular. Los cielos, los planetas se mueven recorriendo órbitas circulares… También refleja la idea que se tenía entonces de la cosmología, de manera que es un libro que yo creo que dice mucho. De hecho, Heisenberg, en sus memorias recordaba que de joven, casi niño, era una de sus lecturas”.

“Otro libro, sí, que no ofrece dudas, es Los elementos de Euclides, que es la obra matemática por excelencia. El modelo del pensamiento científico todavía hoy, prácticamente 2500 años después: axiomas que no se justifican, a partir de los cuales mediante las reglas de la lógica se demuestran proposiciones y teoremas..  De hecho Los elementos se han utilizado a lo largo de los siglos –ahora ya no- como en versiones simplificadas, como forma para los chicos de aprender matemáticas”.

“Luego, dando un salto grande, no nos podemos olvidar del libro de Copérnico, de 1545 sobre las revoluciones de los orbes celestes en el que pasan, defiende con gran energía el modelo heliocéntrico. Es el sol y no la tierra el que está en el centro del universo. Ese mismo año, 1543, un médico, Andreas Vesalio publicó también un magnifico llamamiento para una anatomía más científica, para observar realmente… La fábrica del cuerpo humano se llama… Llevamos siglos y siglos siguiendo las enseñanzas de Galeno y nadie se ha dado cuenta de que alguna de las descripciones de la anatomía humana son de monos, no de humanos”.

Los diálogos, que están escritos en lengua vernácula, en italiano, frente a la costumbre de entonces del latín, es un libro en el que la retórica en este sentido de la palabra brilla como en pocos lugares”.

“Otro libro obligadísimo es el diálogo Los dos sistemas máximos del mundo, el ptolemaico y el copernicano, de Galileo. De 1632, no solo por el libro que es sino por lo que representa, pues como es bien sabido, como consecuencia de la publicación de ese libro la Inquisición romana persiguió y condenó…, obligó a retractarse a Galileo en uno de los momentos más significativos de la lucha por la libertad de pensamiento. Pero aparte de eso los diálogos, que están escritos en lengua vernácula, en italiano, frente a la costumbre de entonces del latín, es un libro en el que la retórica en este sentido de la palabra brilla como en pocos lugares. Además es un libro literario… Galileo introdujo allí tres personajes inmortales, lo mismo que Romeo y Julieta, Don Quijote de la Mancha, Sancho Panza… que son Sagredo, Simplicio y Salviati”.

“El siguiente de mi lista es un libro exigente, la excepción que no puede faltar… es de Newton, de 1687, Principios matemáticos de la filosofía natural. Ahí están las tres leyes del movimiento,  la ley de la gravitación universal…  Nuestra civilización en múltiples sentidos se asienta sobre la física que Newton estableció entonces”.

Lavoisier, la química, y la Revolución Francesa

“Casi un siglo después, en el último tercio del siglo XVIII, de la Ilustración, Antoine de Lavoisier publica un libro que condensa la revolución química.  Es el Tratado elemental de Química, además lo publicó en un año que no se puede olvidar, en 1789, el año de la Revolución Francesa”.

“El XIX es un siglo extremadamente importante para las ciencias, en las matemáticas, en la biología,  la medicina, el electromagnetismo, la química orgánica… La lista de libros ahí sería muy amplia. Por ejemplo de James Clerk Maxwell Materia y movimiento… Seleccionar un libro de una de las figuras claves del XIX que es sencillo, se planteó como un libro de texto general… Luego Introducción al estudio de la medicina experimental de Claude Bernard, es el tratado de la medicina científica… No puede faltar un libro fundamental en la geología “Los principios de Geología de Charles Lyell, y como no, El origen de las especies, 1859, de Darwin, al que yo acompañaría también El origen del hombre, de algunos años después, de 1871″.

“Si Galileo nos despojó de la posición privilegiada en el centro del universo, Darwin nos despojó también del centro de la creación de la vida”.

“¿Qué significa El origen de las especies? Pues es difícilmente evaluable. Si Galileo nos despojó de la posición privilegiada en el centro del universo, Darwin nos despojó también del centro de la creación de la vida. Estamos emparentados con toda la vida. Somos no sólo los monos, sino lo más humilde, y eso nos dice mucho acerca de nosotros”.

Siglo XX, llega el artículo científico

“El XX es un libro más difícil para seleccionar, porque es el siglo ya del artículo científico. De todas maneras menciono algunos libros muy importantes, que no representan para la ciencia lo mismo que pudo representar los Principia o el libro de Lavoisier. Son más bien libros entre el ensayo y la divulgación, visiones del mundo. Y ahí la lista es muy larga. Libros de personajes como Murray Gell-Mann, del cual El jaguar; James D. Watson, La doble hélice, de Carl Sagan Cosmos; de uno de mis autores favoritos, el biólogo evolutivo Stephen Jay Gould La falsa medida del hombre… Ahí la lista es mucho más amplia, pero son otro tipo de libros, no tanto clásicos”.

“Terminaré mi intervención en este congreso con la mención a un libro muy importante, de una zoóloga estadounidense Rachel Carson, Primavera silenciosa. Es una crítica feroz y conmovedora al mismo tiempo de cómo estamos emponzoñando el planeta con productos como por ejemplo, el DDT, y fue en realidad un libro que impulsó el establecimiento de movimientos conservacionistas y que es en un mundo como el actual nuestro en el que el medio ambiente es uno de los grandes problemas de la humanidad terminar con este libro me parece apropiado”.

¿Ha evolucionado la divulgación científica durante las últimas décadas hacia un estilo especialmente técnico, en absoluto ausente de la dificultad terminológica que ha citado como denominador común de los clásicos de la literatura científica? Y si es así, ¿qué camino hay que tomar para que los nuevos divulgadores científicos avancen un poco hacia esa accesibilidad que debería tener el libro científico?

“Se ha evolucionado mucho en dos sentidos. Los científicos han entendido que es útil para la sociedad y para ellos prestar en algún momento atención a escribir este tipo de libros que pueden ser leídos no por sus colegas especialistas sino por una parte más amplia de la sociedad. Eso lo han entendido. Y la ciencia se ha convertido en una actividad de interés político y social. Cualquiera se da cuenta que la ciencia penetra en sus vidas. Y esto facilita el negocio editorial de este tipo de obras”.

“Hay autores como por ejemplo Stephen Jay Gould que escriben maravillosamente, que escribía, porque ya ha fallecido. Esa característica de libros bien escrito que además no olvidan que deben intentar conmover, llegar al lector, es una de las características más importantes, desde mi punto de vista, de este tipo de literatura científica, que yo no llamaría de divulgación”.

“Han surgido más autores y algunos de ellos –enfatiza- escriben bien. Estoy hablando ahora de libros para la sociedad, que tienen un grado de dificultad, no es una novela, pero hay autores como por ejemplo Stephen Jay Gould que escriben maravillosamente, que escribía, porque ya ha fallecido. Esa característica de libros bien escrito que además no olvidan que deben intentar conmover, llegar al lector, es una de las características más importantes, desde mi punto de vista, de este tipo de literatura científica, que yo no llamaría de divulgación. Divulgación es ¿cómo funciona un transistor? ¿qué es la teoría de la relatividad? Y eso está bien, es necesario… Pero eso sólo no basta desde mi punto de vista para llegar a los lectores, hay que contarles historias, enmarcarlas, y además contarlas de una manera más interesante, y eso se ha logrado en numerosas ocasiones y se está logrando cada vez más. Así que en ese sentido desde luego la literatura científica no profesional, no técnica, no para especialistas, se encuentra en una situación incomparablemente mejor que prácticamente en cualquier tiempo pasado”.

Si El Quijote es una de las referencias literarias universales. ¿Cuál sería El Quijote de la literatura científica?

“Creo que por lo que significa, aunque aquí hay que tomar muchos elementos… Dos. Los diálogos de los dos sistemas máximos del mundo de Galileo y El origen de las especies de Darwin. Son libros que cualquiera puede leer, en concreto El origen de las especies es un libro además bien escrito. De hecho el mismo día de su aparición se agotó su edición. No quiere decir que se vendiera, sino que los libreros reclamaron al editor todos los ejemplares… Eso, ¿por qué? La gente estaba esperando, no sabían… Darwin no había contado eso hasta entonces. Porque Darwin era un autor respetado y famoso por un libro, por el libro de viajes que había publicado, que es El diario de un naturalista, tiene muchos títulos y es un libro muy accesible en prácticamente todos los idiomas. El libro que escribió  después de su viaje de casi cinco años entre 1831 y 1835 a lo largo del mundo. Entonces no existía internet ni la gente viajaba en avión… Viajaban virtualmente pero el viaje virtual era a través de los libros. Y aquel libro dio a Darwin mucha fama porque además estaba bien escrito”.

¿Cuál es la principal misión de un científico como usted, que ocupa el sillón G de la academia española? ¿Se puede hablar de la búsqueda de un “maridaje” entre la ciencia y el idioma y la literatura?

“En un mundo en el que llevamos hace tiempo viviendo la generación de términos científico tecnológicos es probablemente la más rica, la más dinámica de todos los vocabularios más o menos especializados. Pasamos meses, hace cuatro o cinco años, y constantemente seguimos haciéndolo, revisando el lenguaje informático”.

“La ciencia evidentemente debe estar en una casa de la palabra porque la ciencia tiene un lenguaje propio que además penetra por todas partes, y por consiguiente no debe faltar en la obra principal de la Real Academia Española, que es el diccionario. De hecho los pocos científicos que formamos parte ahora de la academia, Margarita Salas, Pedro García Barreno y yo mismo formamos parte junto con otros compañeros de una de las comisiones de la academia que es la comisión de vocabulario científico y técnico. Y además es particularmente activa porque en un mundo en el que llevamos hace tiempo viviendo la generación de términos científico tecnológicos es probablemente la más rica, la más dinámica de todos los vocabularios más o menos especializados. Pasamos meses, hace cuatro o cinco años, y constantemente seguimos haciéndolo, revisando el lenguaje informático. Recuerdo por ejemplo “chat”, ¿qué hacemos? ¿traducimos? Estas discusiones ahora del “e book”, ¿libro electrónico? ¿correo electrónico? ¿pen drive? Etcétera… Eso no creo que haya duda”.

¿Cuál es la situación en nuestro país en cuanto a la literatura científica y su manera de aproximarse a la sociedad?

“Yo creo que también ha mejorado, en estos libros a los que hacía mención.  Científicos y no científicos. Personas a las que desde su profesión, y no me estoy solo refiriendo al periodismo científico, sino que también, la divulgación, la transmisión, el ensayo científico es mucho mejor que en el pasado. Es también una muestra de la mejora que desde hace tiempo se ha producido en la ciencia española”.

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