UNIR, la Universidad en Internet de la Rioja, reúne a 420 estudiantes en el Español para asistir a la representación de El Quijote, del Teatro de Cámara Chéjov, y dar un paseo por el Barrio de las Letras.
La ruta de las musas
¡Se sale, el señor se sale! Y ¿por dónde se sale, señora? –pregunta Sansón–. ¿Hásele roto alguna parte de su cuerpo? No se sale –responde ella- sino por la puerta de su locura.
Los gritos histéricos del Ama inundan el Teatro Español. La risa de más de 400 escolares empieza a contagiarse de butaca en butaca hasta formar un divertido canon de carcajadas. Avanza la obra. Oscura la sala, la atención del patio se centra en un Quijote loco y espléndido. Y entre murmullos y sombras, una niña susurra a sus amigas: “Tía, mira qué bonito lo que le decía a Dulcinea”.
Cinco colegios han protagonizado la última aventura de las mañanas culturales de UNIR; un programa que se centra en la promoción divulgativa del teatro a través del Arte. Esta vez, el pack prometía una jornada literaria: la obra El Quijote y después, un paseo por el madrileño Barrio de las Letras.
A la salida del teatro, la plaza de Santa Ana aguarda a los niños llena de sol. 14 pequeños grupos divididos por centros y edades se reúnen en el centro con un objetivo: rastrear la rivalidad de Cervantes y Lope de Vega recorriendo el Madrid de los teatros. Comienza la ruta de las musas.
La primera parada es un verso de Calderón de la Barca grafiteado en el cruce de La Cruz con Espoz y Mina: ¿Me engañan los ojos o el deseo? Donde existió el teatro ahora sólo es calle o ¿la calle toda ahora es un teatro? ¿Me engañan los ojos del deseo? Un trampantojo que refleja el espíritu histórico de aquel barrio cuajado de imprentas y librerías, escritores y academias, boticas, corralas y artistas… Seguimos.
La magia de los espejos cóncavos en el callejón del Gato traslada a los niños hasta Luces de Bohemia. Y de la mano de Valle Inclán, continuamos hasta la calle del Príncipe. “Chicos, ¿sabéis que antes Madrid se llamaba la pocilga de Europa hasta que llegó Carlos III e implantó el sistema de alcantarillado?, pregunta Mercedes Sierra, nuestra guía y encargada del teatro escolar de UNIR. “Es que Carlos III era un máquina”, contesta David, de 14 años. Y con una sonrisa, Mercedes continúa: “En ese Madrid sucio se movían Cervantes y Lope y ahora, vamos a adentrarnos en él”.
La calle Huertas recibe a los niños con la casa lúgubre de Cervantes y sus famosas frases en el suelo. “¿Quién quiere leer? Venga, alguien que esté enamorado”.Y Álvaro, más rojo que un tomate, es obligado por sus compañeros a recitar las golondrinas de Bécquer. Y así, uno a uno, van leyendo los versos del Siglo de Oro que se derraman por el empedrado.
La ruta avanza por el mentidero de los artistas. La historia, narra Mercedes, se inunda de cotilleos de la época: el triunfo social de Lope frente a la pobreza de Cervantes, su brazo manco y su estancia en la cárcel. Los niños, sorprendentemente, atienden.
La tumba del maestro español palpita en el Convento de Las Trinitarias, nuestra siguiente parada. Y Mercedes, en su atino de narración anecdótica, atrapa al grupo con cuentos de muertos frente a la Iglesia de San Sebastián. “Al entierro de Lope, en esta iglesia, acudió todo Madrid. Una señal de su popularidad frente a la pobre vigilia del cuerpo del manco de Lepanto. Una vez que el mundo aprendió a leer, se ha hecho justicia y el reconocimiento de Cervantes es ahora universal. ¿Sabéis cual es la obra más leída en el mundo después de la Biblia?” Y esta vez, los niños aciertan: “¡El Quijote!”.
Tras nuestros pies queda su edición príncipe en la Imprenta de Juan de la Cuesta. Ahora, avanzamos en busca de su ilustrador, escondido en el nombre del Cine Doré; pero el ‘profe’ mira el reloj. Ya es la una y el autobús escolar espera en Santa Ana. El tiempo ha volado aún más lejos que nuestra imaginación.