Josu Ahedo y Blanca Arteaga recomiendan que la valoración se base en la formación del profesor y en sus competencias, no solo en los resultados académicos de los estudiantes
Investigadores de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) han planteado un modelo de evaluación docente para impulsar la profesión, evitar la excesiva burocratización y establecer incentivos. Esta iniciativa se enmarca dentro de la necesidad de un estatuto para la profesión docente que establezca objetivos e incentivos. Cuestión que se encuentra en el centro del debate sobre un futuro Pacto por la Educación. Desde la investigación se buscan modelos que ofrezcan pistas sobre cómo afrontar este problema de forma efectiva.
Josu Ahedo, Vicerrector de Estudiantes de UNIR, y Blanca Arteaga, directora del Grupo de Investigación Educación Personalizada en la Era Digital (EPEDIG), se han basado en el modelo pionero del Principado de Asturias y en varios resultados científicos. A raíz de ellos, proponen una evaluación más desligada de los resultados de los estudiantes que las tradicionales y más centrada en la formación, la dedicación y participación en el centro de los docentes.
Ocho competencias para una evaluación con incentivos
Ambos defienden en declaraciones a la Unidad de Cultura Científica y de la Investigación (UNIR UCC+i) que es necesario que la evaluación se centre en tres dimensiones: formación, dedicación al centro y participación en la consecución de objetivos de la Programación General Anual (PGA).
Por lo tanto, no se tienen únicamente en cuenta las competencias más relacionadas con la situación de aprendizaje y el trabajo de los estudiantes. “El desempeño docente no puede valorarse únicamente desde el resultado de los estudiantes en términos de rendimiento. En un escenario donde trabajan personas y con personas, un único resultado basado en un número sesgaría cualquier intento de valoración”, explica Josu Ahedo.
Por eso, se quedan con ocho aspectos de la actividad docente que evaluaría el director del centro educativo: la gestión del progreso de los aprendizajes, elaborar dispositivos de diferenciación, trabajar en equipo, participar en la gestión, informar e implicar a los padres, utilizar nuevas tecnologías, afrontar los deberes y dilemas éticos de la profesión y organizar la propia formación continua.
Entre otras cuestiones, se trata de concienciar al profesorado de la importancia de una evaluación planteada como cultura, como punto de mejora y en aras de la calidad académica.
“El docente debe sentirse cómodo y valorado, no debe percibir la evaluación como un momento de juicio sino de mejora. Son muchas las voces que, en los últimos años, invitan a involucrar a los estudiantes en la evaluación, autoevaluación o coevaluación. Son prácticas que se han mostrado como eficaces para mejorar los resultados de aprendizaje de nuestros estudiantes, ¿por qué no lo trasladamos a los docentes?”, reflexiona Blanca Arteaga.
Según la investigación, publicada en la Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, el método aplicado en Asturias ha dado buenos resultados ya que, en las diferentes convocatorias, más de un 98% de los docentes ha obtenido una valoración positiva. De hecho, las negativas son muy poco representativas (suponen un 0,01%) y las no evaluables no alcanzan el 2%.
Inclusión en un hipotético Pacto por la Educación
El estudio propone que esta valoración por incentivos se integre en un futuro estatuto docente que los investigadores consideran necesario, siempre y cuando esté consensuado con los docentes y las familias y suponga una solución frente a la burocratización de la profesión que rechazan los docentes.
“El estatuto docente es necesario desde hace ya varias décadas, quizá forme parte de ese pacto de estado para la educación que tanto se está nombrando en los últimos meses. Este estatuto no puede fundamentarse únicamente en el incentivo económico a los profesores, sino que debe recoger otros aspectos que definan la carrera profesional de manera clara”, defiende Josu Ahedo.
“Probablemente tendríamos que pensar en aspectos que definiesen la trayectoria ya desde la formación, más tarde en el acceso a la profesión y, como proceso continuo a lo largo de su vida laboral, es en esta última parte donde aparecerían los incentivos”, concluye Blanca Arteaga.
Referencia bibliográfica: Arteaga-Martínez, Blanca, y Ahedo-Ruiz, Josu (2016). Propuesta de un Modelo de Evaluación para Fortalecer la Profesión Docente en los Niveles Obligatorios. El Caso de Asturias (España). Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, 9 (2), 107-126. Recuperado de https://revistas.uam.es/index.php/riee/article/view/6671