Rafael Puyol
En el curso 2018-19 había unos 140.000 estudiantes extranjeros matriculados en las universidades españolas que sobre los 1,6 millones de alumnos totales suponen casi un 9%.
En el curso 2018-19 había unos 140.000 estudiantes extranjeros matriculados en las universidades españolas que sobre los 1,6 millones de alumnos totales suponen casi un 9%. Las cifras han crecido bastante en los últimos años tanto en el grado (5 %), como sobre todo en el máster (22,2%) y doctorado (26,2%), donde más de uno de cada cinco son estudiantes foráneos. Estábamos, por lo tanto, en una línea ascendente y revirtiendo una situación de penuria tradicional de extranjeros estudiando con nosotros.
La movilidad de estudiantes, de los que vienen y de los que se van, es una manifestación significativa del proceso de crecimiento de la internacionalización que define la andadura reciente de nuestras instituciones. Y en esta situación de escalada favorable llega el Covid-19 que, en éste como en otros asuntos universitarios, nos va a afectar de manera significativa. De hecho ya está sucediendo así. Bastantes alumnos extranjeros que realizaban aquí formación presencial han vuelto a sus países y siguen las enseñanzas de manera virtual. Y si mi sondeo en varias universidades refleja lo que algunos de sus responsables me dicen, el próximo curso vamos a tener menos alumnos de fuera. Como vamos a tener menos de casi todo que venga del exterior, salvo de tratamientos contra la pandemia. Si este escenario resulta, lógicamente, previsible, la pregunta a formular es ¿cuánto durará esta situación? La respuesta sensata es decir que no lo sabemos. Solo cabe establecer pronósticos que no pueden apoyarse en situaciones previas parecidas porque no hay escenarios anteriores semejantes.
No obstante, plantearé mi propia hipótesis apoyada más en intuiciones que en hechos y que, por otro lado, es bastante simple. Los alumnos presenciales de origen extranjero se reducirán de manera significativa el próximo curso, incluidos los Erasmus, y volverán a crecer de forma paulatina a partir del siguiente, una vez descubierta, o mejor descubiertas las vacunas que limiten la incidencia de nuevos brotes del virus. Sin embargo, si queremos que regresen estos alumnos, tendremos que redoblar los esfuerzos para hacer atractiva la opción de estudiar en España.
Medidas que deben ser impulsadas
Al menos cuatro medidas deben ser impulsadas:
1ª Facilitar el acceso que la LOMCE en su día (y ahora el nuevo borrador de la Ley de Educación) propició al suprimir la selectividad para extranjeros y utilizar como criterio de entrada la homologación al título de nuestro bachillerato, el obtenido en sus países de origen. En este terreno solo cabe pedir más agilidad en la tramitación de los expedientes para evitar retrasos y los inconvenientes de resoluciones tardías desfavorables.
2ª Una mayor rapidez también en la concesión y la renovación de los visados cuya tramitación actual produce desaliento e incertidumbre entre muchos candidatos.
3ª Becas dignas para quienes quieran venir y reúnan las exigencias de renta y mérito académico.
4ª Vender mejor el sistema, no solo en los caladeros tradicionales en los que reclutamos los estudiantes actuales, sino en otros posibles en donde el reclutamiento ha sido escaso hasta ahora.
Ni que decir que una mejora de la posición de nuestras universidades en los rankings internacionales haría la leva más abundante, pero esto es harina de otro costal y no quiero enfadarme con nadie.
Por cierto, y aunque este tema no esté relacionado con la internacionalización, no me parece que el COVID-19 vaya a provocar una disminución de alumnos españoles. Creo que en los próximos años van a aumentar porque están llegando a las aulas las generaciones nacidas en una etapa de recuperación de la natalidad (1998-2008). Y, además, porque puede ocurrir lo que sucedió durante la crisis económica que se inició en 2008: que la falta de alternativas laborales para los jóvenes se traduzca en un aumento de la matrícula a la que también pueden contribuir los hijos de inmigrantes.
Recuperar la internacionalización
Y si los pronósticos de reducción temporal de la presencia de extranjeros en nuestras instituciones se producen, ¿cómo podemos recuperar los renovados aires de internacionalización que venían soplando? Como anticipa el título de esta reflexión, hay otra manera de internacionalizar las universidades españolas a través de la enseñanza blended o hybrid y de la formación online que pueden ofrecer nuestras instituciones a una clientela más numerosa en la que participen los alumnos extranjeros. Hasta ahora la actividad universitaria en España es sobre todo presencial. El 85% de los alumnos de grado y el 76 % de los de máster estudian en instituciones de esta naturaleza. Considerada durante algún tiempo como una modalidad menor, ahora es reivindicada y valoradas algunas de sus virtudes esenciales como las de permitir estudiar a personas que por razones de tiempo, localización geográfica, motivos laborales o familiares no pueden hacerlo en una universidad presencial. Argumentos a los que cabe añadir la imposibilidad actual de acudir a las clases por razones sanitarias.
Todas las universidades españolas ofrecen alguna enseñanza virtual, pero solo algunas son nativas digitales. Nacieron con este carácter y poseen las metodologías y los recursos humanos necesarios para hacer una buena enseñanza online. Las demás, las universidades presenciales, deben prepararse (ya lo están haciendo) para incorporar en proporciones más altas las actividades en línea porque, aunque la enseñanza presencial recupere la normalidad, la modalidad virtual ha venido para quedarse. Y para incrementar las posibilidades de reclutamiento de alumnos con residencia habitual en cualquier parte del mundo.
Todo parece indicar que la modalidad presencial va a continuar liderando la formación universitaria española, pero va a perder fuerza en beneficio de las fórmulas híbridas o de la enseñanza online cien por cien para la enseñanza reglada, los cursos cortos o la formación continua. Y para que resulte eficaz la mayor implantación de lo virtual, es conveniente una colaboración entre las universidades nativas digitales y las que no lo son, como así está sucediendo ya en algunos casos. Así pues, es el tiempo de lo virtual y el de la cooperación para que los estudiantes -que sí son nativos digitales- vean enriquecido su proceso de aprendizaje.
Artículo publicado originalmente en Cátedra Unesco de Gestión y Política Universitaria.
Rafael Puyol es Catedrático de Geografía Humana y Presidente de UNIR
- futuros-de-la-educacion