El imparable proceso de transformación tecnológica, que la pandemia de COVID ha acelerado, marca un antes y un después en la institución universitaria.
Rafael Puyol, exrector de la Complutense y actualmente presidente de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), la Universidad en Internet, explica en qué va a consistir este desafío.
Los importantes cambios que esperan al mundo de la Educación Superior tienen que ver no solo con la renovación de las metodologías de enseñanza, sino con la irrupción de tecnologías avanzadas en los procesos ordinarios de la universidad. Ello repercutirá en una mejor conexión entre los centros de trabajo y las empresas, y también con un tipo de estudiante cada vez más digitalizado que exige, según Puyol, que la Universidad “conecte con sus códigos de comunicación”.
P. El covid está acelerando cambios profundos en el sector educativo. ¿Hacia dónde va la universidad? ¿Cuál es su futuro?
R. Creo que el cambio de mayor alcance que está provocando el Covid en las universidades es la acentuación de su proceso de digitalización. Vamos, por lo tanto, a sistemas de enseñanza-aprendizaje en los que se irá diluyendo la diferencia entre lo presencial y lo online. Todas las universidades utilizarán ambos métodos, y la enseñanza híbrida tendrá una relevancia cada vez mayor.
La formación continua será un componente esencial en las Universidades
P. La universidad se ha visto sacudida por dos grandes crisis desde 2008, primero financiera y ahora sanitaria. ¿Cómo afectará esto a la matrícula en España?
R. La primera de las crisis supuso un crecimiento de la matrícula debido a la falta de alternativas laborales para las personas jóvenes. Pienso que la pandemia puede provocar una situación parecida, tanto en los grados, como sobre todo en los postgrados.
P. ¿Es la revolución tecnológica -y la transformación digital- la mayor que ha sufrido la universidad en siglos? ¿En qué sentido afecta a la concepción pedagógica del ‘alma mater’ y a su papel en la sociedad?
R. Sin duda es un cambio que marcará un antes y un después en la evolución universitaria. Algunos pensadores dicen que no vivimos una era de cambios, sino un cambio de era definida, entre otras cosas, por ese proceso de digitalización. La Universidad debe incorporar esta digitalización a su quehacer o quedará irremediablemente desfasada.
P. En EE.UU. y otros países occidentales se detecta cierta desconexión entre los centennials, los nuevos estudiantes, y la universidad ¿se debe al perfil de nativos digitales de las nuevas generaciones o algo más?
R. Creo que la razón principal de esa desconexión es que no se pueden seguir utilizando métodos tradicionales para estudiantes que son nativos digitales. Eso les defrauda y algunos acaban abandonando sus estudios. O dejan de ir a clase y aparecen por el aula solo para los exámenes finales. La universidad tradicional debe aprender a conectar con el estudiante centennial, y eso requiere adoptar sus códigos de comunicación.
P. ¿A qué códigos se refiere?
R. Me refiero, por ejemplo, a que el joven centennial está permanentemente conectado y también desea estarlo con su universidad, cosa que actualmente no ocurre, al menos en la mayoría de los casos. El 99,1% de los jóvenes españoles usa internet todos los días. Son críticos, exigentes, volátiles… y sensibles a la mala experiencia (el 86% abandona cuando experimenta insatisfacción con un servicio). Se rigen por recomendaciones. La prescripción es para los centennials una especie de deber moral.
Por eso, el factor “me gusta / no me gusta” resulta determinante. Están acostumbrados a servicios en línea, como Uber, Netflix, Amazon…Y el problema que ven ellos es que el sector educativo aún no ha llegado a esa fase, al menos en España. En EE.UU. han empezado a recibir formación bajo demanda. Ya se habla del Momento Netflix de la educación. De la misma forma que Netflix revolucionó los medios de comunicación, las nuevas tecnologías revolucionarán el sector de la educación.
La Universidad debe incorporar la digitalización a su quehacer o quedará irremediablemente desfasada.
P. De hecho, la pandemia ha acelerado la generalización de la enseñanza virtual, ¿relegará la tecnología online a la enseñanza presencial, o cohabitarán ambos modelos?
R. Convivirán ambos modelos en una evolución en la que la enseñanza exclusivamente presencial disminuirá y la “en línea” y la híbrida aumentarán. Hay que tener en cuenta que la gran demanda de estudiantes que se prevé en un futuro (en todo el mundo y en España) no podrá ser atendida por los proveedores tradicionales de la enseñanza, que son sobre todo las universidades presenciales.
P.¿Están abocadas muchas universidades a la concentración al no poder asumir los costes del proceso de digitalización? ¿O a recurrir a alianzas con grandes proveedores tecnológicos?
R. En algunos casos habrá fusión de universidades, como ya ocurre en EE.UU. En otros, una colaboración más estrecha para repartir los elevados costes de la digitalización. Y, por supuesto, se establecerán alianzas con las compañías tecnológicas, lo que intensificará la cooperación imprescindible entre universidades y empresas. Algunos autores hablan incluso de ecosistemas: conexiones de universidades en las que cada una se especialice en una tarea (admisiones, acreditación, docencia especializada, investigación etc.).
P.¿Podría explicar en qué consisten?
R. No es necesario para las instituciones educativas realizar la totalidad de las tareas que forman parte de su actividad; es mejor que “se conecten” unas con otras y que cada una se especialice en alguna de ellas. Se puede ofrecer así mejores servicios y ahorrar costes. En este sentido, cada institución educativa debe plantearse en qué actividad concreta puede servir mejor al conjunto de universidades consorciadas y al mismo tiempo facilitar la integración con las demás.
Vamos a sistemas de enseñanza-aprendizaje que irán diluyendo la diferencia entre lo presencial y lo “online”
P. ¿Vamos hacia una universidad menos rígida y más abierta? Por ejemplo, con titulaciones conjuntas entre distintas instituciones…
R. Ya existen titulaciones conjuntas entre distintas instituciones. Pero eso será un proceso que se intensifique, tanto entre universidades, como entre éstas y otros organismos externos. La universidad debe abrirse mucho más a la sociedad, para lo cual es necesario intensificar su nivel de autonomía y dotarla de estructuras y mecanismos para una gobernanza más ágil y menos burocratizada.
P. ¿Pueden llegar a ser las grandes empresas o las compañías tecnológicas competencia de las universidades, al ofrecer titulaciones específicas, con un coste menor?
R. Sí, y de hecho ya lo están haciendo. Es un fenómeno difícilmente evitable. Lo necesario es que las universidades diversifiquen su portfolio con títulos cortos, de alta demanda, que formen en competencias, incluidas las digitales y a un precio razonable. Para eso tenemos los títulos propios.
P. ¿Cuál es el papel del profesor en los procesos de aprendizaje disruptivos, en los que el estudiante cobra autonomía y protagonismo y el docente tiene funciones de guía?
R. La vieja clase magistral como método único o prioritario de enseñanza ha dejado de tener sentido. El estudiante actual quiere otra cosa: una clase más participativa en la que el docente actúe como facilitador. Necesitamos profesores bien formados en competencias digitales y capaces de asumir el papel de director de orquesta en conciertos en los que todos participan.
Necesitamos profesores bien formados en competencias digitales y capaces de asumir el papel de director de orquesta en conciertos en los que todos participan.
P. El mercado de trabajo y la revolución tecnológica priman las profesiones STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, y Matemáticas), ¿qué hueco le va a quedar a las Humanidades en la universidad del futuro?
R. La formación humanística es fundamental en la educación de los alumnos. Es preciso recordar que el proceso educativo persigue formar buenos profesionales, pero también ciudadanos libres y cultos, objetivo al que las Humanidades contribuyen de manera decisiva. Todas las titulaciones de otras grandes áreas (ciencias naturales, ciencias biomédicas, ciencias sociales o ingenierías) deberían incorporar módulos de humanidades en sus programas. Así ocurre ya en muchos países.
P. ¿Qué debe hacer la universidad del siglo XXI para que sus estudiantes no estén preparados solo el día que se gradúan, sino durante toda su vida profesional?
R. En Harvard se habla del “El currículum de los 60 años”. La formación continua va a resultar esencial en los profesionales del futuro. Ya no se puede concebir una educación para toda la vida, sino durante toda la vida. Universidades, empresas y otras instituciones deben aunar sus esfuerzos para la actualización permanente de sus trabajadores. Esta es una función no suficientemente desarrollada por nuestras instituciones educativas, más preocupadas hasta ahora por la enseñanza de grado o máster. Pero en el futuro será, sin duda, un componente esencial de la actividad formativa de las Universidades.
Articulo publicado originalmente en diario El Mundo
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