Pilar Hidalgo
La profesora del Grado en Criminología de UNIR expone en las VII Jornadas Emociones y Bienestar cómo determinados roles y estereotipos asociados a los sexos actúan de base para el maltrato físico y psicológico
La organización Médicos del Mundo lo denomina ‘El virus Eva’. La realidad es que, si en verdad se tratase de un proceso infeccioso, alcanzaría el nivel 6 de alerta y constituiría una auténtica pandemia.
Pero ‘El virus Eva’ no es sino el sobrenombre con que esta entidad se refiere a la discriminación que aún hoy sigue sufriendo la mujer. Unas diferencias de género y una situación de desigualdad que están en la base de la violencia que ellas padecen.
La profesora del Grado en Criminología de UNIR, Agustina María Vinagre González, ha participado recientemente en las VII Jornadas Emociones y Bienestar, organizadas por la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). La cita tuvo lugar en el Auditorio Mutua Madrileña de Madrid y, en la misma, la docente de esta Universidad ofreció una ponencia sobre ‘Otras formas de maltrato. Violencia social encubierta hacia la mujer’.
Una situación largamente invisibilizada
Hasta la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de 1995 en Pekín esta lacra social no comenzó a visibilizarse. Solo a partir de la celebración de ese cónclave internacional, organizado por Naciones Unidas, se empezó a tomar conciencia de la necesidad de trabajar en la intervención y prevención de esta violencia que hunde sus raíces en la desigualdad de género. “Aun considerando los medios jurídicos y policiales en este sentido, no se están obteniendo los resultados esperados. En una reciente investigación que he llevado a cabo, se justifica una forma de violencia hacia la mujer denominada ‘social encubierta’ a partir del papel que la mujer ocupa en la sociedad en función de su género”, explica la profesora del Grado en Criminología de UNIR.
“Y esos mandatos de género y esa socialización diferencial están en la base, por ejemplo, de una peor salud en las mujeres”, expone Vinagre González. Una vulnerabilidad que, al mismo tiempo, se convierte en un factor de riesgo porque “aumenta la probabilidad de ser víctimas de violencias más explícitas, como la violencia de género física y psicológica en la relación de pareja”, subraya.
“Hemos de tener en cuenta que incluso, en muchas ocasiones, las propias mujeres o chicas que están sufriendo maltrato no llegan a ser conscientes del mismo. Es decir, llegan a asumir como normales determinadas situaciones como el control, los celos, la sumisión o la dependencia”, señala Vinagre González. Entienden que estos comportamientos “forman parte de una relación normal de pareja”. “Además, la propia dependencia emocional que la mujer va generando en una situación de maltrato también dificulta enormemente que tome conciencia de dicha situación”, agrega la experta. Se trata, por tanto, de una situación que se silencia y que muchas veces se oculta.
Estereotipos y prevención
Vinagre González presentó en las VII Jornadas Emociones y Bienestar el constructo ‘Violencia social encubierta hacia la mujer’. Su intervención se apoyó en “señalar aquellos aspectos relacionados con los estereotipos de género que influyen en la salud de la mujer y en la mayor probabilidad de ser víctima de delitos, como agresiones sexuales y violencia de género en la relación de pareja”. “También detallé el instrumento psicométrico que hemos elaborado para poder medir si las mujeres sufren o no esta forma de violencia”, continúa. Se trata del Inventario VISEM, con el que trabajar en la prevención de las diferentes formas de violencia de género.
La razón de ser del constructo impulsado por la profesora de UNIR persigue poner coto a la escalada de agresiones y de casos de maltrato físico y psicológico hacia las mujeres, incluso entre las más jóvenes. “He trabajado en él porque, por ejemplo, el Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género (Sistema VioGén), de la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior, tiene como uno de sus objetivos principales trabajar en la detección y prevención del riesgo. Pero no tiene en cuenta este factor social que podría relacionarse tanto con una mayor probabilidad de ser víctima por parte de la mujer, como de convertirse en agresor por parte del hombre, teniendo en cuenta la interiorización de los mandatos de género asignados a uno u otro sexo”, abunda.
El riesgo resulta evidente y el problema, global. “Se ha normalizado socialmente”, lamenta. Por eso, la docente de UNIR insta a derribar clichés. No en vano, alerta de que “la propia sociedad perpetúa determinados roles y estereotipos que, en muchas ocasiones, disfrazan formas de maltrato que terminan generando formas de violencia más explícitas”.