El Vicerrector de UNIR y catedrático José Antonio Ibáñez-Martín reflexiona sobre la Unión Europea en el Congreso Internacional de Teoría de la Educación, una destacada reunión científica celebrada en Murcia
El 25 de marzo de 1957 la Alemania Federal, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos se reunieron en la capital italiana para firmar los famosos Tratados de Roma, que dieron origen a la Unión Europea. Seis décadas después de la primera unión sólida de países europeos, es un buen momento para plantearse los avances realizados y la prosperidad alcanzada. Al menos así lo considera el catedrático José Antonio Ibáñez-Martín, quien ha participado en el Congreso Internacional de Teoría de la Educación celebrado del 21 al 23 de noviembre en la Universidad de Murcia.
Con el título “Nuestra Patria, Europa. Metas básicas en la educación de nuestra ciudadanía ante los desafíos actuales”, el Vicerrector de Ordenación Docente y Doctorado de UNIR ha intervenido en la que es la reunión científica más importante que se celebra en nuestro país sobre esta disciplina pedagógica y que cuenta con una periodicidad trienal. Ante más de 200 profesores universitarios e investigadores de muy diversos países europeos y latinoamericanos, y con conferenciantes de la talla del filósofo Miguel García Baró. En su charla, Ibáñez-Martín ha seguido la estela de otras investigaciones realizadas a lo largo de su carrera. Entre ellas, el artículo publicado en la Revista Española de Pedagogía en 2014 “Europa: la sabiduría y sus apariencias. La pedagogía del deseo y las disposiciones intelectuales”.
Según él, hay evidentes muestras de la crisis por la que pasa Europa, reflejada en un buen número de documentos internacionales y conferencias de relevantes gobernantes europeos, como la de el presidente francés en la Universidad de La Sorbona. “¿Puedo decir que mi patria es Europa?”, ha interrogado el Vicerrector de UNIR en recuerdo a uno de los padres de la Unión Europea, Alcide De Gasperi. También ha analizado conceptos como la ciudadanía global y el patrioterismo y ha advertido de la necesidad de contemplar las limitaciones de ambos y evitar lealtades ciegas sin crítica alguna.
Consecuencias educativas
Para responder a la pregunta sobre si Europa puede ser nuestra patria, Ibáñez-Martín ha afirmado que debe realizarse un escrutinio sobre los valores humanos compartidos que el continente europeo posee, el proyecto para la vida en común que propone y la historia que relata. Con respecto a los valores, coincide de nuevo con De Gasperi y señala la conjunción de los principios liberales, la solidaridad en la clase obrera y la herencia cristiana fundamentada en la dignidad de la persona humana como base del sentimiento de lealtad a Europa. Por su parte, el proyecto de vida en común debe verse reforzado, según el Vicerrector de UNIR, con una mayor implicación a la Unión Europea en los problemas de los Estados.
Por último, el catedrático ha estudiado las consecuencias educativas de la aceptación de Europa como nuestra patria. Entre ellas, unas interesantes propuestas como la educación para el reconocimiento de los problemas globales y del compromiso y responsabilidad con los locales, la promoción del amor a la verdad y al pensamiento crítico, la búsqueda del bien común y la reflexión sobre el mejor modo de llevarlos a la práctica.