¿Cómo debe actuar un directivo educativo? ¿A qué se debe el desbordamiento que sufren? El director del nuevo Máster en Liderazgo y Dirección de Centros Educativos responde a estas cuestiones del mundo educativo.
¿Qué debe hacer el nuevo directivo digital? ¿Qué pasos tienen que seguir los centros educativos y sus equipos directivos para actualizarse y mantenerse al día con las nuevas tecnologías? Hablamos sobre digitalización en el ámbito de la dirección de los centros educativos con el Doctor Daniel Rivadulla, director académico del Máster Oficial en Liderazgo y Dirección de Centros Educativos de UNIR.
¿En realidad, cuál es el verdadero valor de las denominadas TIC?
Seamos sinceros, lo que en realidad interesa a la gente es lo que se puede hacer con los ordenadores, las tabletas, los teléfonos móviles, los sistemas operativos y las casi infinitas aplicaciones… Que no son más que herramientas que todos podemos utilizar para un montón de cosas; cosas que no tienen que ver necesariamente con las denominadas TIC. Como ha señalado recientemente Francis Pisani, periodista especializado en tecnología e innovación, “seguir lo que surge en Silicon Valley o en otros lugares es como interesarse en la fabricación de un martillo o un coche. A la mayoría de nosotros nos gustan más el bricolaje y viajar, que son mucho más divertidos”.
Dicho de otro modo, las TIC son seductoras porque son útiles, rápidas y sobre todo facilitadoras por su aporte transversal, básicamente en dos ámbitos de relación: la comunicación y la organización. En este sentido, por ejemplo, las que llamamos ‘redes sociales’ han llegado… para quedarse. Las que tenemos ahora o las que surjan en adelante. De nada sirve ignorarlas o incluso oponerse a ellas.
¿Dónde se focaliza entonces este rechazo?
En el ámbito de las organizaciones; no en el de la comunicación. ¡Que se lo pregunten a los adolescentes de todo el mundo! En mi caso tengo tres hijos en plena adolescencia y para ellos las relaciones digitales son parte destacada, aunque no la única, de las relaciones naturales con sus compañeros, amigos, y también entre ellos.
En el ámbito de las instituciones antes no era posible, pero ahora es muy fácil organizarse eficazmente sin un jefe, o coordinarse en tiempo real sin que intervenga una estructura organizadora más o menos jerárquica. El nuevo directivo digital tiene que comprender y asumir que lo digital no es solo una industria o incluso una función: es una dimensión que está o tiene que estar presente en toda la cadena de valor de una organización.
Y aquí los centros educativos y sus equipos directivos tienen una gran brecha, sino una falla, por superar. Son estructuras organizativas -sobre todo los centros públicos- del siglo XIX, que han conseguido adaptarse al siglo XX, pero están quedando rezagados de otros entornos más dinámicos y flexibles de educación y formación. En este entorno, el papel que desempeñan los directores y directivos escolares es capital.
Las redes sociales han llegado para quedarse; de nada sirve ignorarlas o incluso oponerse a ellas
¿En qué sentido?
Aunque se trate, sobre todo inicialmente, de un proceso lento y complejo, ya no hay duda de que se gana (o se pierde) abriéndose y compartiendo la digitalización, con sus herramientas y procesos, en la comunidad donde uno gestiona, dirige y sobre todo comunica. Porque no podemos olvidar el principio básico que señala que la forma de comunicar es la forma de dirigir. Y esto vale tanto para el gobierno de una nación como para un centro educativo.
En realidad, las redes sociales están hechas de lazos débiles. Y si los profesores y los padres, por ejemplo, se ponen de acuerdo con la dirección educativa en todos sus niveles sobre qué comunicar, con qué reglas de juego y para qué fines, resultará más eficaz que permitir que las relaciones, en el contexto de muchas decisiones informales pero importantes, evolucionen por sí solas al ignorar los medios digitales.
¿Y esto cómo se podría implementar?
Se trataría entonces de crear en cada centro, en la medida de sus dimensiones, entornos y recursos, su propio ecosistema digital, sin olvidar que un verdadero ecosistema nunca es cerrado y recibe todo tipo de influencias, presiones y perturbaciones, tanto positivas como negativas, para su supervivencia.
Esto parece más fácil, a priori, para los centros privados, puesto que su identidad puede ser más definida. Fundamentalmente, al ser establecida desde dentro por la entidad o institución promotora. Pero los centros públicos podrían desempeñar sin duda un rol clave a la hora de liderar estos procesos.
En fin, es algo que va más allá de distribuir a todos los alumnos una tableta, o que cada profesor introduzca determinadas tecnologías educativas en su trabajo dentro o para el aula. Tal vez se trata de que los centros educativos vivan, de una vez por todas, un verdadero cambio de paradigma que es más cultural que tecnológico.
Jean-Baptiste Say, introductor del concepto de “emprendedor” (entrepeneur), señaló claramente que todo emprendedor lo que realmente hace es desplazar los recursos y distribuirlos de otra manera, para aplicarlos más eficazmente. Y ya nos dejó claro Joseph Schumpeter que, en verdad, una innovación es una nueva combinación. Sin duda, estas orientaciones no son más que sugerencias para aplicarlas sin miedo en cada caso, a cada organización; y, en el nuestro, a cada centro escolar como comunidad educativa.
Y además…
