Isabel Alvarez Castro
Esther Gimeno, psicóloga general sanitaria y profesora de UNIR, explica cómo el perfeccionismo es una conducta que se valora cada vez más en una sociedad que busca la productividad y efectividad en el ámbito personal y laboral.
Vivimos en una cultura que exige y recompensa el perfeccionismo y que hace que “cada vez más personas con este perfil busquen ayuda psicológica tras verse frustrados e insatisfechos continuamente por unos estándares idealizados e irreales que nunca podrán alcanzar”.
Es una de las principales conclusiones de la masterclass que impartió la psicóloga general sanitaria Esther Gimeno a los estudiantes de Psicología de la Universidad Internacional de La Rioja, sobre la personalidad perfeccionista, un problema que se estima afecta a entre el 2,1% y el 7,9% de la población española.
La experta ha añadido que “las personas con este perfil son las que más aceptación y refuerzo reciben por parte de una sociedad que sigue a ‘ciegas’ la moda de convertirse en una persona altamente productiva”.
Esther Gimeno: muchas empresas buscan perfeccionistas en los procesos de contratación y lo promocionan con cargos de responsabilidad.
El perfil de personalidad perfeccionista “es el que más aceptación tiene en la sociedad actual”, hasta el punto de que “muchas empresas lo buscan en los procesos de contratación y lo promocionan con cargos de responsabilidad”.
Este tipo de personalidad tiene en su origen un componente hereditario y es muy frecuente encontrarlo en personas que durante su infancia tuvieron que asumir responsabilidades que no les correspondía por su edad.
La cultura tiene un papel importante en la aparición de un número cada vez mayor de perfeccionistas, al ensalzar el valor del esfuerzo como una virtud en sí misma, premiado y valorado en la vida personal y laboral.
Lo perfecto es enemigo de lo bueno
Las consultas psicológicas de pacientes con personalidad perfeccionista se han visto incrementadas especialmente tras la pandemia, que ha agudizado rasgos obsesivos tras las medidas de protección frente al Covid.
“Durante la pandemia, lavarse las manos, vigilar la exposición social y revisar el estado de salud fueron recomendaciones sanitarias que muchos pacientes perfeccionistas recibieron con gusto no tanto por su carácter preventivo sino por la sensación de control que les proporcionaba”.
A pesar de la progresiva retirada de esas medidas, muchas personas perfeccionistas han seguido manteniéndolas “hasta desarrollar Trastornos Obsesivos Compulsivos”.
Esther Gimeno: los pacientes perfeccionistas tienen metas “demasiado idealizadas” y usualmente “se esfuerzan por ser moralmente intachables”
De acuerdo a la profesora Gimeno, los pacientes perfeccionistas tienen metas “demasiado idealizadas” y usualmente “se esfuerzan por ser moralmente intachables”. Tienen “un elevado sentido de la justicia y del deber, son respetuosos y escrupulosos, disciplinados, académicamente exitosos, impecables, e intentan ser los mejores en todos los ámbitos y relaciones personales”, al punto de intentar ser “el mejor empleado, el mejor amigo, el mejor hermano, el mejor padre, el mejor hijo…; impulsados por un motor interno que continuamente les dice “que no es suficiente, que deben mejorar”.
Los perfeccionistas intentan ser los mejores en todos los ámbitos y relaciones personales
Sacrificio que afecta a la salud mental
Sin embargo, la búsqueda del perfeccionismo no es gratuito y conlleva un sacrificio que normalmente está relacionado con la salud mental. “Fatiga, síndrome de Burnout, cefalea, cansancio, problemas musculares y digestivos o trastornos del sueño” pueden ser algunas de las formas de somatizar el estrés y autoexigencia continua. Es muy frecuente “que se sientan injustamente tratados por los demás, no valorados, defraudados, así como no merecedores de sus logros. En los casos más graves, esto puede desembocar en problemas mayores como trastornos de conducta alimentaria, crisis depresivas o trastornos obsesivos compulsivos”, añade la experta del máster en Terapias de Tercera Generación de UNIR.
Esther Gimeno: las personas perfeccionistas se caracterizan por el miedo a cometer errores, el cual compensan con una dosis extra de planificación y control.
Además, las personas perfeccionistas se caracterizan por el miedo a cometer errores, el cual compensan con una dosis extra de planificación y control. En esta línea Gimeno comenta que “suelen ser planificadores y rígidos. Sufren mucho si les cambian los planes, hasta el punto de que viven con mucho estrés cualquier cambio en su rutina. Por este motivo, es difícil que deleguen porque necesitan tener el control de sí mismos, del entorno y de los demás y la incertidumbre o la improvisación son sinónimos de descontrol”.
El esfuerzo como medida errónea del valor
Las personas con rasgos perfeccionistas suelen asociar su propia valía con el esfuerzo. En palabras de Gimeno, “los perfeccionistas han aprendido a sentirse valorados en función de lo mucho o poco que se esfuercen. Sienten que cuantas más horas dediquen a una tarea, mejor se sentirán. Por el contrario, si alcanzan un logro, pero consideran que no se han esforzado lo suficiente, no lo disfrutarán ni se sentirán merecedores de él”.
Se pueden distinguir dos tipos de perfeccionistas. El primero es más resolutivo, se esfuerza continuamente por mejorar, pero tiene mayor riesgo de Burnout. El segundo se caracteriza por ser más evitador y prefiere no asumir riesgos para evitar el fracaso o rechazo, pero tiene el riesgo de terminar aislado.
Las personas perfeccionistas son más inseguras porque tienen miedo al error
Los perfeccionistas suelen ser vistos como personas seguras, exitosas y eficaces. Sin embargo, se sienten constantemente inseguros, con miedo al error y dudas sobre si son suficiente. “Es curioso cómo proyectan una imagen de seguridad para ocultar lo vulnerables que se sienten. Piensan que mostrar sus emociones equivale a perder el control y eso es algo intolerable para ellos — añade la psicóloga— por eso, deben aprender a identificar y expresar sus emociones y comprobar que no pasa nada”. Como consecuencia, los perfeccionistas sienten culpa cada vez que comenten algún error, e ira por la frustración de que las cosas no salen como esperan.
Redes sociales y hábitos ‘altamente efectivos’
Las redes sociales nos muestran como ‘sanas’ conductas asociadas a un exceso de orden y perfección. Esther Gimeno señala que “los videos e imágenes que nos muestran continuamente fomentan personalidades más obsesivas. Por ejemplo, el método Marie Kondo surge con un objetivo práctico pero que, llevado a su extremo en el programa “Get organized with The Home Edit”, se promocionan conductas obsesivas, donde se pierde la practicidad dando prioridad a lo meramente estético”.
Esther Gimeno: estamos promoviendo que las personas planifiquen y optimicen cada minuto de su vida intentando ser lo más productivas posible para sentirse satisfechas y nos estamos olvidando del descanso
Muchos de los libros sobre desarrollo personal más vendidos actualmente animan a desarrollar hábitos altamente efectivos como madrugar y planificar tareas antes de que comience el día, llevar una rutina de ejercicio y/o alimentación medida al milímetro o llevando listados de tareas pendientes. Si hacer estas cosas es lo “correcto”, es probable que si no las hacemos nos sintamos culpables. “Estamos promoviendo que las personas planifiquen y optimicen cada minuto de su vida intentando ser lo más productivas posible para sentirse satisfechas y nos estamos olvidando del descanso”, aclara.
Algunos métodos de orden pueden fomentar conductas obsesivas por el perfeccionismo
Gimeno ofrece una serie de consejos entre los que destaca: aprender a disfrutar del descanso y tiempo libre sin sentirse culpable, aprender a perdonarse y a perdonar los errores, delegar confiando en la capacidad de los demás y aceptar que existen otras formas de hacer las cosas sin imponer su propio punto de vista o aprender a valorarnos por lo que somos, no por lo que hacemos.
“Hay que aprender a ver el perfeccionismo como un medio, no como un fin en sí mismo. Aceptar los errores y entender que muchas veces forman parte del proceso de aprendizaje y son necesarios para avanzar. Es necesario conocer nuestras limitaciones y cambiar el diálogo interno con el que nos hablamos a nosotros mismos, evitando la autocrítica destructiva y fomentando la tolerancia al error”, puntualiza la experta.
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