Periodistas y tertulianos televisivos y radiofónicos disertan en UNIR en el primer encuentro de un nuevo ciclo orientado al debate de diversas materias relacionadas con el periodismo
Información, opinión, rigurosidad, un toque de humor, gritos, argumentos, etc. ¿Cuál es el ingrediente idóneo para una tertulia política perfecta? ¿Su razón de ser es la información o el entretenimiento? La respuesta a estos interrogantes dependerá del interlocutor. Pero varios fueron los periodistas y tertulianos televisivos y radiofónicos que aceptaron el reto de debatir sobre esta cuestión en el primer encuentro del Foro ‘La construcción de la opinión pública’ que organiza la Facultad de Ciencias Jurídicas, Sociales y Humanidades de la Universidad Internacional de La Rioja y dirigen Carmelo Encinas y Miguel Ángel Garrido Gallardo.
Una cita que tiene como objetivo el de debatir sobre diversos temas de interés periodístico y que, en su estreno, tuvo como leitmotiv las tertulias políticas. El periodista y conductor de ‘Los Desayunos’ de TVE, Sergio Martín, su compañero de cadena y presentador de ‘Las Mañanas’ de RNE, Alfredo Menéndez, el sociólogo Javier Gállego y los también periodistas Antonio Naranjo y Fernando González Urbaneja aceptaron el reto de poner sobre la mesa algunas claves de un tipo de programas que nació en España hace 32 años.
Así lo recordó Antonio Jiménez, ponente de excepción en el estreno del foro. El periodista y presentador de ‘El Cascabel’ en 13 TV rememoró los orígenes de las tertulias políticas con ‘La trastienda’, que se emitió en la cadena SER y nació como un “complemento informativo” de ‘Hora 25’. “Se trataba de hacer una información diferente, adornada con un halo de primicia y exclusividad, sustentada en fuentes de cierta confianza y que daba un valor añadido”, desgranó. El rechazo inicial, especialmente de la prensa escrita, pronto fue superado al constatar el potencial del formato, que fue extendiéndose por todas las radios, primero, y por las televisiones después. Uno de sus impulsores televisivos fue, precisamente, Jiménez. Primero con ‘El gato al agua’ y ahora con ‘El cascabel’ y destacó que se trata de un formato que, “además de barato”, “le sienta bien estar en la oposición mediática”.
El primero en recoger el testigo fue Sergio Martín al apuntar algunas de las problemáticas a las que se enfrentan. A las etiquetas atribuidas “de oficio pese a que haces un intento de ser plural y ecuánime” se suman las “limitaciones” a la hora de abonar las intervenciones de los tertulianos, lo que deriva en cierto “Madridcentrismo, perceptible al abordar temas como el de Cataluña, por ejemplo”. Y si bien no rechazó que otras tertulias televisadas conjuguen “información, opinión rigurosa y honesta y entretenimiento”, consideró que el problema consiste en que la gente “cree que está informada cuando en realidad está entretenida; debe haber un equilibrio, es una cuestión de separar géneros: información y entretenimiento “.
Con él coincidió Javier Gállego al señalar que hay tertulias políticas que son “un show” y alegó que, pese a vivir en la era de las nuevas tecnologías, la televisión sigue siendo el medio “por excelencia de información y conformación de la opinión de donde han salido líderes políticos y los partidos se han dado cuenta de que las televisiones son fundamentales para transmitir su mensaje y estar presentes”. Pero lo que en un origen eran “debates serios”, con la aparición de las privadas, la guerra por la audiencia “y el todo vale llegó el entretenimiento y como el ser humano tiene avidez por la discusión, es consustancial a él, llama la atención”.
Las tertulias son “un producto barato y resultón”, consideró el periodista y tertuliano político Antonio Naranjo, para quien lo idóneo sería que “los políticos y periodistas no debatan a la vez; los primeros están para ser entrevistados y los segundos estamos para analizar y aunque los peajes del poder imponen esa mezcla, no se debería permitir”. No fue su única propuesta, al abogar por realizar “casting de opinadores” porque, tal y como reconoció, “no me siento capaz de opinar sobre casi todo”. En cuanto al estado de la profesión periodística en sí misma, lamentó que las condiciones actuales “son las peores” y puso como ejemplo que, en el momento en que “se decidió premiar a un tuit con el Ortega y Gasset, el periodismo cavó su propia tumba”.
Por su parte, Alfredo Menéndez llamó la atención sobre las reticencias que ha detectado en la redacción de informativos de la radio hacia los tertulianos, “como si les comieran el espacio”, y aseguró que “no sé si se abusa del formato pero a mí me gusta y entretiene”. Mientras que Sergio Martín apostilló que “en noches como los atentados de París y Niza, por ejemplo, si no tengo tertulianos que puedan hablar de todo con una cierta base y sean comunicadores, me muero”.
Tan interesante debate lo siguió atentamente Fernando González Urbaneja. Y, como colofón, el periodista puso sobre la mesa unas atrevidas cuestiones al preguntarse si “¿hemos construido una opinión pública que merezca la pena? ¿Cómo se ha ido construyendo?” y hacer referencia a la tan mentada ‘posverdad’, sobre la cual alertó: “Tenemos que saber elegir entre las posverdades y las mentiras manifiestas”.