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Miguel Ángel Martínez, catedrático de Salud Pública: “El suicidio consumado es solo la punta del iceberg en la salud mental infantojuvenil”

El asesor en el Área de Bienestar Emocional de UNIR y Premio Nacional de Investigación Gregorio Marañón, alerta sobre la salud mental de la población infantojuvenil  y los problemas psiquiátricos derivados por el mal uso de las pantallas.

Miguel Ángel Martínez González, experto en Salud Pública y premio Gregorio Marañón en Investigación.
Miguel Ángel Martínez González, experto en Salud Pública y Premio Gregorio Marañón en Investigación.

La preocupación por la salud mental de los jóvenes trasciende el ámbito médico y empieza a ser un problema que afecta a toda la sociedad. El bienestar emocional y la salud mental se esboza como una prioridad de salud pública para abordar diversos problemas actuales entre la población infantojuvenil.

Según la OMS, una de cada cuatro personas tiene o tendrá algún trastorno relacionado con la salud mental a lo largo de su vida y una de cada ocho ya la ha desarrollado. En España, ha aumentado en un 13,6% el consumo de tranquilizantes, sedantes y somníferos entre los jóvenes de entre 14 a 18 años.

Conductas suicidas, trastornos de conducta alimentaria, adicciones a las pantallas, agresiones sexuales y el consumo de pornografía, a edades cada vez más tempranas, son el reflejo de numerosas enfermedades mentales que acechan a quienes serán el futuro de nuestra sociedad.

Miguel Ángel Martínez González, asesor del Área de Bienestar Emocional de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra, alerta sobre la necesidad de atajar los problemas de salud mental de los jóvenes con medidas contundentes, pasando por la concienciación social y la implicación de las instituciones.

En su último libro ‘Salmones, Hormonas y Pantallas’, publicado en enero del 2023, Martínez González nos desvela las consecuencias del mal uso de la tecnología y cómo afecta a la población infantojuvenil. El experto ofrece una panorámica actual basada en la investigación y aporta consejos para jóvenes, padres y profesores. Actualmente se está imprimiendo la tercera edición de su publicación y todo lo recaudado irá destinado a la investigación en salud pública.

En UNIR hemos tenido la oportunidad de entrevistar al Premio Nacional en Investigación Gregorio Marañón y autor del libro:

Pregunta: A la sociedad le puede hacer daño tanto no llevar una dieta equilibrada como un mal uso de la tecnología. ¿Qué analogía podemos hacer ante esto? 

Respuesta: Aquí hablamos de dos problemas de salud pública. La dieta insana es un determinante fundamental de mala salud, especialmente para las enfermedades crónicas que causan más muerte como las cardiovasculares, la diabetes, el deterioro cognitivo o el cáncer. Otro problema es el mal uso de las tecnologías, que afecta en el plano de la salud mental, la falta de autocontrol y adicciones. En España la principal causa de muerte entre los 15 y 49 años es el suicidio y estamos enfrentando una de las peores crisis de salud mental. Esto ha coincidido con la generalización del uso de teléfonos inteligentes entre niños. Eso es un hecho.

Estamos viendo más problemas entre los jóvenes relacionados con la sexualidad, la violencia hacia la mujer y el consumo cada vez más agresivo de contenidos pornográficos. Por eso, siempre digo que no es nada inteligente darles un teléfono inteligente a los niños, por su gran potencial adictivo y el fácil acceso a la pornografía.

Detrás de cada suicidio hay entre 20 y 30 intentos que encubren otros problemas psiquiátricos.

P: ¿Cómo se encuentra la salud mental en España? ¿Tenemos motivos reales para preocuparnos?  

R: Hay motivos por los que preocuparse. No hay un psiquiatra en España con el que haya hablado que no esté preocupado por la salud mental infantojuvenil, y la evidencia epidemiológica de la enorme prevalencia de estos problemas es irrefutable.

En España se han comunicado porcentajes de ideación suicida en jóvenes del 25%, es decir, 1 de cada 4 jóvenes tiene pensamientos suicidas. El suicidio consumado es solo la punta del iceberg, porque detrás de cada uno de ellos hay entre 20 y 30 intentos que encubren otros problemas psiquiátricos como depresiones, trastornos de ansiedad, conducta alimentaria, autolesiones, entre otros.

P: ¿Han normalizado los jóvenes el consumo de pornografía? 

R: Los datos así lo indican. Hay un gran porcentaje de jóvenes -en torno al 40-50%- que están enganchados a este tipo de contenidos. Lo sorprendente es que más de un 50% de los padres que piensan que sus hijos no consumen pornografía están equivocados.

Hay que entender que el funcionamiento del cerebro de un adicto a la pornografía es similar al que sucede con las drogas o el alcohol; la diferencia es que con las anteriores terminan enfermando por una sobredosis o un coma etílico; con la pornografía no, es una adicción silente con grandes consecuencias para la salud mental.

Los estímulos y cambios constantes de contenido a través de las pantallas contribuyen a esa cultura de la inmediatez Los estímulos y cambios constantes de contenido a través de las pantallas contribuyen a la cultura de la inmediatez.

Afrontar el problema del mal uso de la tecnología desde la salud pública

P: ¿Cómo se puede reconducir el uso problemático de la tecnología una vez que ha sido asumido por la sociedad? ¿Quiénes serán los impulsores o “salmones” que cambien la situación actual? 

R: Si abordamos este problema como un asunto de salud pública, la sociedad en su conjunto saldrá ganando.  Eso sí, todas las medidas que se tomen deben proceder de una concienciación general sobre la gravedad del problema. Posteriormente, todo esto debe trasladarse a los políticos, que si ven que hay muchas personas altamente concienciadas sobre este daño y que están reclamando medidas estructurales, entonces se plantearán cambiar las leyes.

P: Y las instituciones, ¿cómo pueden afrontar este problema? 

R: En temas de salud pública hay que ser tajantes; nadie debe ponerse de perfil. Si el tabaco hace daño, hay que hacer lo posible por dejar de fumar, no funcionaron nunca medidas parciales como los cigarrillos bajos en nicotina o ponerle filtro al cigarrillo; si hay que perder peso, conviene que nos esforcemos en cambiar la alimentación, pero el cambio debe ser suficientemente radical como para que la pérdida de peso sea efectivamente sustancial y duradera.

Lo mismo que nos pasó con el tabaco nos está ocurriendo ahora con la pornografía. Las tabacaleras, para que pareciese que contribuían a la disminución del consumo de tabaco, difundían el mensaje de ‘los niños no pueden fumar’. La consecuencia fue que cuando un niño se quería sentir mayor, fumaba. Este fue su truco. Si le dices a un niño que no puede acceder a la pornografía, porque es material ‘de adultos’, este asociará el consumo de porno con su paso a la vida adulta. Hay que ser tajantes, porque la manipulación del lenguaje y de las estrategias ‘preventivas’ puede estar cultivando potenciales consumidores, sin resolver el problema de raíz.

Hoy en día, cualquier persona, sea de la edad que sea, tiene un acceso muy fácil a contenidos pornográficos.

La necesidad de tener todo al alcance de un clic está generando poca tolerancia a la frustración.

 

P: Usted comienza el libro con la anécdota del ‘test del bombón’ y la importancia de saber retrasar las gratificaciones. ¿Estamos inmersos en una cultura de la inmediatez?  

R: La búsqueda constante de experiencias y la gratificación inmediata nos hace perder la capacidad de disfrutar realmente de la vida, y de una buena salud en el largo plazo, que es lo que importa. La necesidad de tener todo al alcance de un clic está generando poca tolerancia a la frustración. En la vida no se puede tener todo al alcance de un clic, ni se pueden evitar las frustraciones cotidianas; eso forma parte del camino de aprendizaje y de la forja del carácter. Los buenos marineros se curten en las tempestades.

P: Esa necesidad de tener todo a un clic, ¿nos está creando dependencia al teléfono móvil?  

R: Muchas veces pasa una hora y lo único que hemos hecho es contestar WhatsApp, ver el correo electrónico y revisar las notificaciones de las redes sociales. Los estímulos y cambios continuos de contenido a través de las pantallas contribuyen a esa cultura de la inmediatez y se han relacionado con mayor riesgo de depresión y ansiedad, según los estudios epidemiológicos.

Cada vez es más difícil leer un libro completo, hace falta un altísimo grado de autocontrol para hacer un trabajo profesional e intelectual realmente fructífero. El consumo de contenidos online es como si estuvieras en una rotonda con muchas salidas, lo cual no permite generar un trabajo productivo, es intelectualmente frustrante y psicológicamente devastador. La sociedad contemporánea tiene que fortalecer la corteza prefrontal a base de actos de autocontrol. Esto es como una gimnasia mental que requiere ejercicio y voluntad.

P: ¿Se puede hablar de problemas asociados al uso de las pantallas? 

R: Cuando hablo de pantallas me refiero a aquellas que se usan para el entretenimiento. No solo a las redes sociales, sino al uso compulsivo del teléfono móvil, al que, según el último estudio de UNICEF, los jóvenes dedican cinco horas al día.

Para los trastornos que ha causado el mal uso de los dispositivos electrónicos se han acuñado nuevos términos como la ‘nomofobia’, esa dependencia psicológica a estar conectado a los teléfonos móviles y la ansiedad que esto genera. O el phubbing para denominar el desprecio a las personas reales que le rodean por la imposibilidad de desconectarse del móvil y estar consultándolo continuamente.

Las grandes tecnológicas tienen evidencia científica de que la dependencia al móvil supone un mayor riesgo para la salud mental y que está causando trastornos de la conducta alimentaria, ideación suicida, y problemas psiquiátricos en los usuarios. Así lo desveló The Wall Street Journal en su investigación llamada ‘Los Archivos de Facebook’.

Los padres listos dan a sus hijos teléfonos para tontos

P: ¿Nos están fallando los roles y modelos? 

R: Sí, nos están fallando los modelos y, en parte, es por la falta de discriminación y selección de contenidos a los que acceden a través de algunos influencers. Los jóvenes los toman como referencia porque tienen millones de seguidores, pero no se plantean qué curriculum o formación tienen y si sus afirmaciones están basadas en ciencia o solo es pseudociencia. A pesar de las grandes ventajas que ha supuesto el rápido acceso a la información, la realidad innegable es que ha crecido el consumo de la pseudociencia.

Se ha perdido el sentido crítico. Le damos categoría de autoridad a personas que pueden estar llenas de buenas intenciones, pero no tienen la preparación suficiente, lo cual causa una distorsión muy grande sobre lo que es correcto y lo que no.

El mal uso de dispositivos móvilesEl mal uso de dispositivos móviles provoca una conducta gregaria e individualista.

P: Ahora pensemos en los padres. ¿Cuáles serían las tres medidas más importantes para abordar de manera preventiva la salud mental infantojuvenil? 

R: Lo primero, los padres deben hablar con los hijos sobre sexualidad y conseguir una comunicación muy fluida, cuanto antes, ya a los 4 o 5 años, adaptando el mensaje a la edad. Deben dejarles claro que ciertas visiones de la sexualidad están motivadas por intereses comerciales. En diversos estudios que se han hecho desde nuestro Departamento, la primera queja de los adolescentes era que sus padres nunca les hablaron de sexo o les hablaron tarde. Si los padres no se adelantan a hablar sobre sexo con los hijos, es muy probable que quien les instruya sea la corporación de pornografía online, que les deformará totalmente su visión de la sexualidad.

Segundo, no comprarles teléfonos con conexión a internet. Los padres listos dan a sus hijos teléfonos tontos y son los últimos de la clase en comprárselos.

Por último, recomiendo que tomen apuntes en papel y lápiz. Está de moda aprender con dispositivos electrónicos y se ha demostrado que los niños que aprenden con pantallas se distraen mucho más. Que se acostumbren a pasar páginas; de lo contrario, empiezan con el picoteo de una página a otra y caen en el multitasking. El libro de papel evita la dispersión. Los niños que estudian con dispositivos electrónicos no leen, solo miran la pantalla.

Lo peor que podemos pensar en salud pública es que no podemos cambiar nuestros hábitos o forma de pensar.

 

P: Usted habla en su libro de los ‘salmones’, que son aquellas personas que van contra corriente. ¿Uno nace salmón o se hace?

R: Claramente se hace, la idea es hacer una revolución de los salmones. Que los jóvenes tengan la valentía de nadar contracorriente. Lo peor que podemos pensar en salud pública es que no podemos cambiar nuestros hábitos o forma de pensar. Mal vamos si pensamos que “hemos nacido para…”.

Hay que fomentar el espíritu crítico y no dejarse llevar por las masas e intereses comerciales. Hay que decirles a los jóvenes “sé un salmón y no un clon”, no hagas lo que hacen los demás, tú haz lo mejor para tu vida, hagan lo que hagan los demás.

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