La crisis económica que sufre España y la falta de oportunidades laborales han provocado que cada vez sean más los españoles que emigran en busca de trabajo. Año tras año, con los jóvenes a la cabeza, el número de personas que deciden hacer el petate y salir al exterior va en aumento. Hemos pasado de ser un país de acogida a ser un país donde son más los que salen que los que llegan.
Las luces de navidad inundan con su resplandor nuestras calles, unas calles que no sirven para hacer camino al andar porque la losa del déficit y los recortes frena el avance de nuestra economía. Un freno que no ha podido inmovilizar a la gran cantidad de personas, la mayoría de ellas jóvenes de entre 25 y 35 años, que ha decidido emigrar para buscarse la vida o labrarse un futuro mejor allende nuestras fronteras. Últimamente, parece ser que lo único bueno de nuestra balanza comercial son las exportaciones, y parece ser que la juventud ha tomado nota de ello y se ha reconvertido en un producto más made in Spain que se exporta. Eso sí, un producto con denominación de origen, pues la juventud española que está saliendo de nuestro país en busca del dorado laboral es una juventud “JASP”, Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados.
Con la aprobación de los presupuestos para el año 2013 del gobierno central y de los gobiernos autonómicos y locales, enfilamos la recta final de este año que se nos va con más pena que gloria. Unos presupuestos que no son más que un volver a pedirle a la ciudadanía que se apriete el cinturón. Una tasa de desempleo en octubre del 26,2%, un 55,9% si hablamos de paro juvenil, reducción de salarios, recorte de prestaciones sociales, principalmente en empleo, sanidad y educación, aumento del I.V.A. y un sinfín de medidas que han tocado los bolsillos de jóvenes, mayores, trabajadores, desempleados, pensionistas, etc. que hace que en estas fiestas entrañables el sabor de los dulces navideños se torne un poco agrio, más si cabe, para todas aquellas familias en las que uno de sus miembros está en el extranjero porque se ha visto obligado a emigrar en busca de su sustento.
Ver a esos padres, familiares, amigos y novios en los aeropuertos, estaciones de tren y autobús con el rostro compungido y el corazón en un puño, diciendo adiós a sus seres queridos, entristece, pero más triste es ver como toda una inversión en formación termina con una fuga de cerebros, con un viaje de ida sin billete de vuelta. Nuestro país no ha sabido acoger en su seno profesional a todo este contingente, no ha sabido proporcionarles las herramientas necesarias, financiación y oportunidades, para que, en esta época de destrucción de empleo, fueran ellos mismos los que se hicieran su hueco en el mercado laboral español. Al contrario, no les ha quedado más remedio que mirar hacia el exterior, al igual que nuestra navidad, que cada año que pasa es más foránea y menos autóctona.
Adiós mi España querida, tengo que marchar, no volveré a casa por Navidad.