¿Os imagináis un juego de móvil en el que adolescentes occidentales aprenden a explotar a niños congoleños en minas de coltán? No hace falta que lo imaginéis. Phone Story consiguió ser publicado en las tiendas móviles de los principales fabricantes. En su ponencia de TEDxUNIR, Gariel Cuesta nos ha dado las claves del horripilante trasfondo de nuestros smartphones y como poco a poco, gracias al ruido de las redes sociales, se ha logrado cambiar esta situación.
El experto en aplicaciones móviles ha utilizado su discurso para demostrar el proverbio chino del efecto mariposa: el aleteo de las alas de este insecto puede provocar un tsunami en el otro extremo del mundo.
Con el boom de la telefonía móvil y sobre todo, del internet social, los fabricantes se lanzaron a diseñar modelos cada vez más potentes conscientes de la exigente demanda. Y para ello, era necesario algo más que plástico y cristal, ha explicado Cuesta. Para fabricar chips cada vez más sofisticados, se necesitaban los minerales raros, entre ellos el coltán. Un elemento cuya contaminante extracción se concentra –en un 80%- en el Congo.
La relación entre esta explotación minera con algunas guerras africanas y el abuso de los derechos infantiles, provocó que el asunto del coltán, el ansiado “oro azul”, se convirtiera en “coltán de sangre”. Sobre todo, gracias a unas redes sociales que se inundaron de peticiones y campañas para demostrar el rechazo de esta práctica abusiva. El propio juego Phone story se convirtió en arma arrojadiza para denunciar la situación.
Gracias a todo este ruido, los países occidentales quisieron desvincularse de la compra y extracción del coltán y la industria tecnológica decidió investigar para descubrir otros materiales.
Las mismas redes sociales que habían contribuido al boom del coltán, concluye Cuesta, consiguieron ejercer una gran presión por la justicia. Pero el ‘oro azul’ no es el único mineral raro y los conflictos continúan. El ponente, cierra insistiendo en nuestro papel:
“No hay que ser alarmistas, pero sí consumidores responsables. Debemos ser conscientes de que nuestros hábitos de consumo tienen consecuencias reales al otro lado del mundo”.