José María Fillol Cuadrado
El catedrático Andrés Rodríguez-Pose, junto con otros expertos, reflexiona en UNIR sobre la dimensión social de la universidad, que tiene como principal misión, además de la excelencia académica, "ser motor del progreso de los territorios y de sus gentes".
“Para contribuir al desarrollo del territorio, las universidades deben hacer la investigación que las empresas necesitan”. Quien así se expresa, Andrés Rodríguez-Pose, catedrático Princesa de Asturias y catedrático de Geografía Económica en London School of Economics, ofreció una ponencia en el marco del ciclo “La dimensión social de la universidad”, organizado por la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
En la sesión se abordó en profundidad el impacto de la universidad sobre el territorio, para lo cual también intervinieron Rafael Puyol, presidente de UNIR; Mari Jose Aranguren, directora general de Orkestra Instituto Vasco de Competitividad; e Isabel Díez-Vial, vicerrectora de Desarrollo e Impacto Económico y Social en UNIR.
Cada uno de los participantes ofrecieron argumentos para identificar las relaciones y los múltiples efectos que la universidad genera como institución clave para el desarrollo regional, y llegaron a la misma conclusión ofrecida por Rodríguez-Pose de que “ésta no puede estar de espaldas a la sociedad, sino que viva en la sociedad”, para contribuir precisamente a ese desarrollo a través de una útil y visible labor investigadora.
En la introducción, y en su papel de moderador, Rafael Puyol quiso recordar las misiones de las universidades de ofrecer “enseñanza de calidad, investigación, la transferencia de esa investigación y la función cultural”. Asimismo hizo hincapié en la buena gestión de estas misiones basadas en principios y en sus dimensiones social y territorial. Y advierte sobre el afán de internacionalización de algunas universidades, que no deben olvidar “su función principal, sin ser excluyente, como motor del progreso de los territorios y de sus gentes”.
Rafael Puyol, presidente de UNIR, moderó la sesión.
Investigación en la excelencia
Todos estos puntos fueron ejes del debate que se ampliaron y razonaron tras tomar el testigo Rodríguez-Pose. En su ponencia ‘El dilema de la universidad: ¿excelencia investigadora o compromiso local?’, disertó acerca de las prioridades que deben tener las universidades y explicó ciertos desequilibrios que se están produciendo. “La búsqueda desmedida de la excelencia para ser reflejada en los rankings de evaluación de las universidades, ha llevado a que la misión de la investigación esté, cada vez más, por encima y en detrimento de la enseñanza y de la tercera misión de impacto sobre el territorio a nivel local”.
Para Rodríguez-Pose esta situación puede obstaculizar la relación con las empresas donde la universidad se asienta y con el compromiso con la sociedad, además de acarrear una reducción de la capacidad de cooperación.
“Se tiende a asumir que si una universidad hace investigación de excelencia va a generar mejores estudiantes y se producirá un derrame de conocimiento extendido hacia una mejora de la estructura productiva local. Pero sucede con frecuencia que la formación de los estudiantes no cubre las necesidades de las actividades locales para innovar; sin embargo, sí pueden ser demandados para otras partes del mundo, lo que se fomenta de alguna manera la fuga de cerebros”, señala.
Las universidades líderes en investigación son menos propensas a colaborar con las empresas locales y viceversa. Andrés Rodríguez-Pose
Tal opinión se fundamenta en un caso de estudio que ha seguido durante varios años sobre la relación de las universidades noruegas, consideradas como punteras en excelencia investigadora en Europa, con el tejido productivo del país. Las conclusiones fueron que la apuesta por la excelencia investigadora no respondía a las necesidades de la industria local y generaba una brecha en vez de tender puentes. “Las universidades líderes en investigación son menos propensas a colaborar con las empresas locales y viceversa”, resalta.
El estudio demuestra que tampoco las universidades noruegas ganaron mayor colaboración internacional con las empresas al volcarse en la excelencia a través de mayor número de publicaciones y citas. “En muchos casos se hace masiva investigación no para el bien de la sociedad, solo para aumentar impactos que ayuden a la promoción interna de la universidad y su progresión en los rankings”, se muestra crítico el catedrático.
De izquierda a derecha: Rafael Puyol, presidente de UNIR; Mari Jose Aranguren, directora general de Orkestra Instituto Vasco de Competitividad; Isabel Díez-Vial, vicerrectora de Desarrollo e Impacto Económico y Social en UNIR; y Andrés Rodríguez-Pose, catedrático Princesa de Asturias y catedrático de Geografía Económica en London School of Economics.
El ejemplo norteamericano
El ejemplo para invertir la situación está en las universidades estadounidenses. “Harvard, Standford o Princeton per se son referentes y no lo necesitan, pero las universidades como las de Kentucky o de Alabama no tienen ese ‘lujo’ y deben colaborar para ser dinámicas y atraer estudiantes con el entorno en el que están”, destaca Rodríguez-Pose. Así, paradójicamente, el punto de vista es que “cuanto más se colabora con el tejido empresarial, con el ecosistema social, se genera mayor excelencia universitaria y mejores investigadores”.
Cuanto más se colabora con el tejido empresarial se genera mayor excelencia universitaria y mejores investigadores. Andrés Rodríguez-Pose
Para ese cambio de paradigma es necesario un giro de mentalidad en los objetivos de las universidades “y no ser excelentes en todo, sino apostar por actividades y campos científicos vinculados específicamente al territorio”. Además, debe haber empresas dinámicas que necesiten que sus nuevos problemas puedan ser resueltos por las universidades y los investigadores, a su vez, sean también más dinámicos y su labor de colaboración reconocida en su justo valor. “Si la universidad combina estos objetivos de la forma más adecuada en los territorios donde está, puede conseguir que no solo sea mejor en temas de educación y de investigación, sino contribuir al bienestar de nuestra sociedad”, concluye el académico.
Experiencias de éxito
Tras la ponencia, Rafael Puyol dio palabra en el debate a las panelistas presentes también el foro de discusión. Mari Jose Aranguren habló de repensar la concepción de excelencia investigadora y no medirla solo con publicaciones y sus impactos. “Debemos también integrar la capacidad de impacto local”, subrayó.
En esta línea, Isabel Díez-Vial aludió al inventario que UNIR ha hecho para identificar las investigaciones que cumplen con las necesidades de los territorios en los que está la universidad. Igualmente se mostró celosa de ciertas prácticas, como duplicar publicaciones troceando artículos, “que conducen a una excelencia investigadora de aportaciones incrementales, un tanto peligrosa”, dijo.
Desde otra perspectiva, la idea fue reforzada por Rodríguez-Pose: “Las universidades deben hacerse preguntas más originales, más nuevas y, sobre todo, plantearse si es que tenemos que hacer lo mismo”.
Mari Jose Aranguren, directora general de Orkestra Instituto Vasco de Competitividad.
Al respecto, la directora general de Orkestra expuso la experiencia del instituto y la cooperación que establece de forma conjunta con los empresarios locales y los organismos públicos. “Trabajamos retos específicos (de talento, geográficos…) muy aterrizados al contexto del País Vasco y muy directamente con el actor que tiene el problema, de tal forma que le sea útil el conocimiento que se genera en el proyecto para su toma de decisiones”. Esta forma de proceder requiere cambios al interior de la universidad y nuevas habilidades aparte de la capacidad de análisis o conceptualizar, “también interactuar, entender el contexto y hacer buenos diagnósticos”, apunta.
“Estamos aplicando una aproximación pluralista en la investigación, y dependiendo de cuál es el reto de investigación, articular diferentes mecanismos al mismo tiempo que aprendemos de otras disciplinas”, completa su argumento Aranguren.
Por su parte, la vicerrectora de UNIR hizo referencia a trabajos de investigación que la universidad lleva a cabo a través de sus másteres y su aplicación en países de Hispanoamérica. “Con el Máster en Gestión del Patrimonio Cultural se realizan prácticas en la restauración del barroco andino, de tal forma que buscamos hacer transferencia al territorio a través de su propio patrimonio”, señala Díez-Vial.
Vínculo con la sociedad
Rafael Puyol manifestó la necesidad de contar con expertos en la ordenación del territorio en el tramo final del coloquio, el cual derivó hacia la responsabilidad social de las universidades. “El fin es que transformen, generen desarrollo y bienestar en sus territorios. Para eso educamos, formamos e investigamos” resaltó Aranguren.
Isabel Díez-Vial, vicerrectora de Desarrollo e Impacto Económico y Social en UNIR.
Por su parte, Díez-Vial expresó como “ideal, y un reto muy grande, que un equipo de investigadores pueda crear una empresa y tenga capacidad de formación”. Para acabar su intervención, reclamó un cambio regulatorio en el ámbito de la institución académica: “si seguimos premiando a las investigaciones por publicaciones, da igual si tiene impacto o no, eso nos va a lastrar. Necesitamos reformas de los órganos reguladores para que a las universidades no se nos valore solo las publicaciones”.
Finalmente, Rodríguez-Pose apuntaló la idea de que la universidad tiene que ser un vínculo para transformar la sociedad. “Interactuar y dar la mano a la sociedad nos hace mejores como universidad, es una parte integral de nuestra misión. Y si no podemos cumplir esa misión, debemos dedicarnos a hacer otra cosa”, sentenció.