Salvador Casquero
Todo directivo sabe que la banca tradicional se está transformando. Pero... ¿cómo nos afecta? Salvador Casquero, fundador de la primera plataforma bancaria colaborativa de España, lo explica en este artículo.
Cualquier directivo de cualquier nivel ha oído hablar mucho de la transformación de la banca tradicional. Pero ¿qué significa eso para su trabajo diario? ¿Cómo le afecta? ¿Qué debe saber para aprovecharla en tu beneficio?
Como muchos otros sectores de la economía, la banca se ha visto fuertemente impactada por la irrupción de internet en varios aspectos. De todos ellos, destaco tres fundamentales:
- La descentralización de la información.
- El sorprendente desarrollo tecnológico unido a la capacidad de captar y procesar ingentes cantidades de datos.
- La democratización del conocimiento, que ha dado lugar al autoaprendizaje.
Este último punto, el autoaprendizaje, unido a la generalización del outsourcing tecnológico que se produjo en banca a finales de los 90, ha suscitado la aparición de muchas organizaciones tecnológicas que realizan actividades financieras atribuidas tradicionalmente a la operativa ordinaria de los bancos. Un ejemplo son las conocidas como Fintech.
De hecho, inicialmente muchas de estas últimas fueron fundadas por antiguos trabajadores de grandes entidades financieras. Ahora puede hacerlo cualquier persona con conocimientos adquiridos en ese mismo autoaprendizaje al que aludía antes.
A consecuencia de esto, cada vez hay más empresas que no son propiamente bancos ejerciendo como tales en determinados aspectos. Y que -muy importante- están sometidos a un marco regulatorio mucho más ligero que el de la banca, dado que están optimizados para un único producto.
Estas pequeñas empresas han demostrado que saben aprovechar las grandes ventajas de su tamaño: son más baratas, más eficientes, más productivas, más flexibles y ágiles y, como consecuencia de todo lo anterior, mucho más rentables.
No es una transformación, es una revolución
Pero los cambios de la banca no se acotan a ella misma. Van mucho más allá. Lo verdaderamente revolucionario de la transformación del sistema financiero, lo verdaderamente disruptivo, tiene que ver, por un lado, con el cambio de concepto del valor, y por otro, con la autoridad que otorga ese valor. Es decir, la revolución va dirigida al propio funcionamiento del modelo y a la unidad que lo sostiene: el dinero. Esto significa que:
a) Cualquier productor puede transformar su producto o servicio (un ciudadano con su tiempo, por ejemplo) en una moneda virtual, en una representación digital.
b) Los Bancos Centrales y los bancos regulados por aquél pierden su control sobre la emisión de ese bien universalmente aceptado: el dinero.
c) Se sustituye el buen gobierno y la garantía por código inteligente embebido en la emisión, protegido por complejos algoritmos criptográficos.
Por eso, esta revolución financiera no puede compararse con ninguna otra sucedida en el pasado. La revolución de la que hablamos tiene que ver con algo que puede parecer tan utópico como la democratización del dinero.
Sin embargo, no tiene nada de utópico. Gracias a la tecnología, un simple particular puede emitir su propia moneda o activo digital. Sólo necesita poseer un bien, servicio o capacidad susceptible de ser demandada por el mercado. Y además, su moneda virtual puede cotizar en un mercado planetario que se caracteriza por ser:
- Libre: no está sometido a ningún poder político o económico externo. No tiene más limitación que la derivada de su propia dinámica.
- Transparente al 100%: todo el mundo puede ver en cualquier momento qué está ocurriendo en su interior garantizado por código inmutable.
- Completamente seguro: a consecuencia de los dos puntos anteriores, las posibilidades de robo o fraude son, simplemente, nulas.
- Sin intermediarios: es un sistema que va directamente de aquel que posee a aquel que lo necesita
Vuelta a los tiempos de Cromagnon
Antes mencionábamos la palabra “revolución” para describir esta metamorfosis financiera. También podríamos haber utilizado la palabra “regresión”, porque estamos planteando una vuelta a los orígenes. Resulta paradójico que la revolución tecnológica nos retrotraiga a tiempos de la Edad de Piedra, pero así es. De algún modo, estamos volviendo a los inicios de la economía, el decir, al trueque.
¿Qué sucedía en los tiempos remotos? El hombre de Cromagnon que tenía pescados podía intercambiarlos por bambú o madera para construir barcas. El que tenía arroz, por cuchillos o puntas de lanza. Con tales intercambios rudimentarios, nació el comercio y dio lugar a lo que hoy conocemos por economía.
Sin embargo, los inconvenientes de este sistema resultaban evidentes: ¿Qué ocurría cuando alguien necesitaba arroz, pero no disponía de cuchillos ni de nada similar para satisfacer a quien se lo ofrecía? Pues, muy sencillo: que no había intercambio y, por tanto, no había progreso mutuo. Uno se quedaba sin arroz y otro sin cuchillos. Entonces se rompía el comercio manual, porque obligaba a lo que los pensadores han denominado “doble coincidencia del deseo”.
La invención del dinero, unidad de intercambio globalmente aceptada, vino a suplir esa carencia. Fue un grandísimo invento, que ha ayudado muchísimo a la prosperidad de la Humanidad. Sin embargo, también tenía dos grandes limitaciones:
- Primero, no todo individuo lograba intercambiar sus bienes y servicios por monedas con que adquirir otros bienes y servicios.
- Y segundo, la emisión del dinero terminó convirtiéndose en privilegio de las autoridades políticas, o sea, del Estado.
Dinero completamente libre
Las monedas digitales o criptomonedas, como el Bitcoin, el Ether o el Dash, han superado estos condicionantes. Más aún: han demostrado que el mercado (las personas que compran y venden) aceptan interactuar con cualquier bien digital percibido como valioso.
Todos los días se compran y venden mediante bitcoins casas, coches y un sinfín de propiedades diversas e intrínsecamente valiosas. Hasta el mismo bitcoin se comercializa sin ningún impedimento.
Ese “bien digital” que antes mencionábamos es lo que hoy conocemos como token y que ha dado lugar a una revolución mucho más ambiciosa: la “tokenización de la economía”. El especialista en blockchain, William Mougayar, define el token como “una unidad de valor que una organización crea para gobernar su modelo de negocio, para permitir que sus usuarios interactúen con los productos”.
Por tanto, un token puede ser un bitcoin. Pero el token también puede representar un coche, una caja de pañuelos, una hora de arreglo de uñas o cualquier tiempo que dedique una organización grande o pequeña a prestar un servicio demandado por el mercado.
Pero ya no hablamos de un mercado cualquiera, sino un mercado que trasciende fronteras de espacio y tiempo. Un mercado con peculiaridades muy avanzadas, gracias a la implantación de tecnologías como el Blockchain, el Big Data, el Business Analytics, el Machine Learning, etc. Por ejemplo, este mercado puede, entre otras posibilidades:
- Conocer al detalle nuestras características como compradores y vendedores, porque las ha registrado al instante con nuestra autorización.
- Fruto de ese conocimiento, puede predecir nuestras necesidades con suma exactitud. Por ejemplo, cuánta leche vamos a consumir, qué cantidad de madera venderemos, cuándo debemos requerir los servicios de un médico o de un sistema de movilidad…
- Ponderar nuestras características particulares como agentes económicos, ofreciendo información muy relevante al resto de operadores del mercado.
- Maximizar el intercambio creando procesos fáciles con un lenguaje natural, comúnmente inteligible.
¿Qué es la banca líquida?
En resumen: la banca tradicional se está transformando desde el mismo concepto del comercio, a manos de los mismos seres humanos y de las mismas necesidades que propiciaron su aparición.
La banca nació para cumplir la importante función social de propiciar ese comercio distribuyendo la liquidez, es decir, el dinero. Pero ahora ese dinero, esa representación de valor, se ha vuelto líquida e inteligente: puede infiltrarse por todos los rincones, y llegar adonde jamás había podido llegar antes. La banca líquida inteligente (Smart Liquidity Banking) es el futuro, porque posee virtudes únicas, porque es:
- Automatizada: con todas las ventajas de la revolución informática.
- Personalizada: conoce nuestras necesidades incluso antes de que las manifestemos.
- Transparente: está a la vista de todos.
- Colaborativa: promueve el intercambio.
- Confiable: es segura al cien por cien, garantizada por código auditable.
- Inclusiva: todo el mundo con historial financiero o sin él, pero con necesidades económicas, puede acceder a ella mediante una simple conexión a internet.
- Solidaria: reparte el beneficio entre todos sus usuarios.
- Libre: no está sometida a la ninguna autoridad ni presión exterior.
- Promotora: cree en el valor potencial de sus usuarios, en la meritocracia, ofreciéndoles multitud de oportunidades para ponerlos en el mercado.
¿Quién puede detener el avance de una banca así?
- Transformación Digital