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Por qué tu empleado debe dejar de serlo para convertirse en un contribuidor

La nueva generación no se conforma con ser simples empleados. Pablo Cardona, decano de la Facultad de Empresa de UNIR, describe cómo los 'millennials' quieren contribuir personalmente en proyectos que aprecien su contribución.

Trabajador digitar en un café con portátil y tablet

Gran Bretaña promulgó la primera ley laboral en 1493. Establecía jornadas de trabajo de 18 horas, y el resto de tiempo que quedaba era para “descansar”. Había poca diferencia entre un trabajador y un siervo (o un esclavo). Desde entonces–especialmente a partir de finales del siglo XIX–hemos presenciado una revolución de las reglas laborales. Destaco dos fechas muy señaladas:

  • En 1866, la Asociación Internacional de Trabajadores propuso por primera vez la jornada laboral de 8 horas, aún vigente.
  • Justo hace un siglo, en abril de 1919, España se convertía en el primer país no comunista que imponía la jornada laboral de 8 horas.

Así empezaba una nueva era en el mundo del trabajo organizado. Podría denominarse “la era del empleado”. Un empleado es una persona que “acude a trabajar” durante ocho horas a un lugar de trabajo (oficina, fábrica, etc), y el resto lo aprovecha para descansar y disfrutar de su tiempo libre, de su familia y de su vida social.

Siglo XX: La era de los empleados

En un primer momento, y hasta finales del siglo pasado, el empleado pasó a ser un subordinado.  El subordinado, aunque es una persona libre fuera de las horas de trabajo, está a merced de un jefe. Durante las ocho horas de la jornada laboral, en poco se diferencia de un siervo. El subordinado ha de obedecer al jefe en virtud del contrato que les vincula. Este jefe, aunque no es el amo ni el dueño del trabajador, se comporta como un dictador. Su estilo directivo es conocido como de “ordeno y mando”. El jefe se encarga de decirle al subordinado lo que debe y no debe hacer. Es decir, ejerce una dirección por tareas.

Este modelo se mantuvo vigente hasta que, a mediados de siglo, Peter Drucker introdujo el concepto de objetivos. Durante la segunda mitad del siglo XX, la dirección por objetivos fue substituyendo a la dirección por tareas. En este nuevo enfoque, el jefe no se enfoca en las tareas, sino en los objetivos que el empleado debe conseguir. El empleado, que poco a poco fue recibiendo el nombre de colaborador, es responsable de elegir las tareas que le llevarán a conseguir los objetivos. El jefe, abandona el estilo ordeno y mando y, progresivamente, empieza a delegar.

Siglo XXI: La era de los contribuidores

Un siglo después de la era del empleado, el panorama del trabajador toma un giro inesperado. El elemento básico del empleado, esto es, el desplazamiento al lugar de trabajo, está en entredicho. A ello han contribuido las nuevas tecnologías y la nueva mentalidad del talento joven, los llamados millennials. Un millennial no entiende fácilmente que haya que ir a trabajar a un lugar físico, o que haya que permanecer en un puesto de trabajo durante 8 horas (ni siquiera, que haya que trabajar para una única empresa). Los millennials pueden trabajar desde casa, en espacios de coworking, en un café, o desde cualquier lugar con internet.

Los valores fundamentales del empleado (seguridad del empleo y la resistencia al cambio) se están transformando rápida y profundamente. En un trabajo, los millennials ahora valoran mucho más:

  • El reto
  • La relevancia
  • La flexibilidad

No se mueven únicamente por el bonus, sino por la contribución del proyecto a la sociedad. Podríamos decir que los millennials defienden un “individualismo enriquecido”: quieren participar en algo que les mueva, en algo interesante y, si es posible, en algo que tenga un impacto positivo en la sociedad.

Así lo asegura un reciente estudio mundial de Manpower sobre la carrera de los millennials, la nueva generación no se conforma con ser un simple empleado. Es decir, no quieren ser solo parte de una “organización”. Además, quieren contribuir personalmente en proyectos que tengan valor y en los que se aprecie su contribución. Por eso, estos nuevos trabajadores, más que colaboradores, pueden denominarse contribuidores.

La humanización es la verdadera transformación digital

Más allá de los que puedan hacer los algoritmos y los robots, la transformación digital ha producido ya su mayor revolución: los contribuidores. Podemos mencionar algunas de sus notas características:

  • Es un nuevo talento nativo digital.
  • No atiende a las normas del mundo antiguo representado por los empleados.
  • Toman la iniciativa y no están a merced de la protección procedente de las negociaciones colectivas.
  • No se contentan con líderes que deleguen, sino que buscan líderes que aporten sentido al trabajo.

Esta tendencia queda reflejada en recientes informes de consultoras mundiales, como la encuesta anual a los millennials 2018, realizada por Deloitte. Este estudió mostró un cambio claro respecto a los sentimientos, motivaciones y a la ética de los negocios de los millennials. Por ejemplo, solo una minoría de los millennials cree que las empresas se comportan de manera ética (48% de los encuestados). Por otra parte, apenas el 47% considera que los líderes empresariales están comprometidos a ayudar a mejorar la sociedad.

Hacia la dirección por misiones

Además, los contribuidores no se contentan con la delegación de las tareas. También quieren decidir sobre los proyectos con más relevancia dentro de una determinada misión. De ahí que el liderazgo evolucione de una dirección por objetivos a una dirección por misiones. Google, por ejemplo, ya otorga el 20% del tiempo de sus empleados para que éstos escojan sus propios proyectos, o piensen ideas radicalmente nuevas dentro de la misión de su unidad.

Lo que nos enseña la historia es que la tecnología no nos robotiza, sino que nos humaniza

Resumiendo, lo que nos enseña la historia es que la tecnología no nos robotiza, sino que nos humaniza. Los trabajos que durante siglos han realizado los hombres y mujeres con su sola fuerza física, se han maquinizado. Los hijos y nietos de esos trabajadores de “pico y pala” pueden ahora aprender nuevos oficios que requieren de un desarrollo intelectual nunca visto.

Además, la nueva generación, los contribuidores, van a forzar a las empresas a dar un salto cualitativo en su “humanización”. Para captar y retener al nuevo talento, las empresas deberán facilitar a sus empleados vivir su propia misión en la empresa. Deberán generar proyectos altamente motivantes para que cada uno pueda contribuir en aquello que más le interese.

  • Liderazgo

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