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Educación de calle: objetivos, características y fases

El trabajo de calle es un tipo de intervención socioeducativa que busca mejorar el bienestar social de menores o jóvenes en situación de riesgo mediante la actuación en medio abierto.

Permite implementar la intervención socioeducativa de una forma más individualizada.

La intervención socioeducativa se puede llevar a cabo de diversas formas como, por ejemplo, a través de la educación de calle. En este tipo de metodología de la educación social se busca favorecer la integración y adaptación de los grupos sociales más vulnerables fuera de los espacios físicos institucionales, es decir: la intervención se realiza en las plazas, calles o cualquier área exterior en la que habitualmente hacen su vida las personas en situación de riesgo.

Los espacios exteriores permiten generar un clima de mayor confianza propicio para la intervención con determinados colectivos; en un contexto familiar y cotidiano es más sencillo eliminar barreras y desconfianzas por parte de los usuarios. Por eso, este trabajo de calle se debe realizar desde la espontaneidad con el fin de acercar los recursos educativos a aquellos grupos que muestran rechazo o evitan acudir a centros sociales.

La educación de calle resulta muy eficaz porque permite implementar la intervención socioeducativa de una forma más individualizada, lo cual facilita conocer, identificar y localizar mejor a aquellas personas que se encuentran en situación de riesgo o pertenecen a un grupo social vulnerable.

Objetivos de la educación de calle

La principal misión de esta intervención es reducir o eliminar al completo los factores de riesgo de exclusión de niños, adolescentes y jóvenes, potenciando su autonomía personal, favoreciendo su integración en el contexto social en el que vive y mejorando así su bienestar social. La idea, en última instancia, es reconducir la intervención a servicios normalizados (centro escolar, servicios sociales, etc).

Además, con este tipo de trabajo se busca mejorar el entorno social y familiar de los destinatarios como, por ejemplo, favoreciendo la comunicación entre padres e hijos. También se crean espacios de participación con los más jóvenes para ofrecerles alternativas de ocio y otras ocupaciones donde se fomente el diálogo, la participación, el debate o el análisis.

Entre otros objetivos, también es importante que el educador realice tareas de sensibilización para que el conjunto de la comunidad sea consciente de la situación de riesgo social que viven los destinatarios de este tipo de intervención.

Para llevar a cabo la educación de calle y otro tipo de intervenciones es imprescindible contar con una formación superior relacionada con este ámbito. En este sentido, UNIR ofrece el Grado en Educación Social online a través del cual el estudiante adquirirá las competencias y habilidades clave para llevar a cabo actividades socioeducativas, con las que se logra mejorar el bienestar social y la integración de las personas.

¿A quién va dirigida la educación de calle?

La población destinataria se caracteriza por poseer factores de riesgo, sobre todo menores, que viven situaciones de dificultad y conflictividad social y/o familiar. Estos problemas provienen de diferentes agentes socializadores, tales como la familia, la escuela o características propias del individuo objeto de esta intervención:

  • Familia. Factores generados, por ejemplo, por no marcar límites, sobreproteger, falta de comunicación o carencia afectiva. También, existen menores con problemas de alcoholismo, drogodependencia o pertenecen a familias desestructuradas.
  • Colegio. Donde el menor sufre algún tipo de discriminación, está desmotivado, no está integrado en el ámbito escolar y, entre otras causas, tiene la percepción de fracasar en los estudios.
  • Características personales. Factores derivados de la propia personalidad y circunstancia de la persona con la que se quiere intervenir. Por ejemplo, puede ser un menor con un autoconcepto negativo de sí mismo, con baja autoestima o que rechaza las normas sociales.

A estos factores se puede sumar la pertenencia a grupos de iguales, donde se desarrolle un sentimiento de vulnerabilidad a la presión de grupo, al que se adapta totalmente.

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Líneas de actuación de la educación de calle

Hay 3 vertientes o líneas de actuación características de la educación de calle:

Análisis de la realidad

Mediante la observación directa, participante, sistemática y continuada de los fenómenos y el contexto social que rodea al grupo de personas objeto de la intervención socioeducativa. Esta metodología tiene como fin obtener información para saber cuáles son las necesidades de estos grupos e implementar acciones socioeducativas que favorezcan la integración y la adaptación social ajustadas a las circunstancias reales.

El educador de calle se introduce en el medio abierto para conocer el barrio, los espacios por los que se mueven estas personas, sus hábitos de consumo, las actividades que realizan, sus pautas culturales, entre otras observaciones.

El profesional debe realizar este análisis de forma continua para que no se desvirtúe y haya siempre una mirada educativa de la realidad de estos colectivos. Este análisis se puede realizar mediante trabajo de campo, mapas analíticos o temáticos, o fichas de registro, entre otras opciones.

Mediación

Esta competencia tiene como misión asegurar y fomentar la paz en la convivencia de las personas, disminuyendo la violencia y evitando que se produzcan situaciones de tensión entre las personas que viven en una misma comunidad.

A través de esta línea de acción, el educador social actúa de mediador para acercar a la persona o al colectivo los recursos que necesita. Así, se pone a disposición de los beneficiados una serie de medios comunitarios que facilitan el objetivo principal de la educación social: integrar y favorecer el bienestar social de los grupos más vulnerables.

Intervención educativa

Es la base de la educación de calle, en la cual las personas con las que trabaja el educador social actúan de una forma más espontánea y relajada porque es un ámbito carente de una presencia estricta de normas.

Mediante esta intervención educativa se trata de fomentar el descubrimiento del potencial y de la parte positiva que tienen las personas intervenidas para que estas se desarrollen de la manera más sana posible. El educador acompaña en el crecimiento personal de estos colectivos.

Estas modalidades pueden interrelacionarse durante el desarrollo de las funciones del educador social, es decir, no son líneas de actuación independientes, sino que se complementan a medida que se interviene socioeducativamente.

Los proyectos de educación de calle pueden representarse mediante la realización de grupos artísticos y culturales, equipos deportivos o excursiones en un barrio concreto de una ciudad donde haya factores de riesgo como puede ser la delincuencia, la falta de alternativas de ocio para los más jóvenes y escasez de recursos comunitarios, entre otros.

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Fases de la educación de calle

La metodología del trabajo de calle se desarrolla siguiendo una serie de fases que se detallan a continuación. Estos pasos no se cumplen de manera estrictamente lineal, es decir, se pueden ir intercalando e incluso en algunos momentos de la intervención pueden estar solapadas. Además, los destinatarios de la educación de calle son personas que viven en un contexto en constante cambio, por lo que estas fases tampoco pueden darse por cerradas porque es posible que alguna de ellas tengan que retomarse para cumplir con el objetivo de la intervención.

1- Fase de observación no participante

En este punto inicial se deben identificar los espacios, grupos de riesgo susceptibles de ser intervenidos y realizar un mapeo del barrio o del medio abierto para conocer bien dónde va a implementar su intervención el educador social. También se deben conocer los recursos del barrio para poder derivar a los chavales si así se necesita.

En esta fase también es importante acostumbrar a los colectivos en riesgo de la presencia de educadores en este contexto, con el fin de que acaben normalizando compartir espacio con estos profesionales, sin que los vean como una amenaza.

2- Inmersión en la calle

En este momento, el educador acude a los sitios que previamente ha identificado y entra en contacto con los destinatarios. Se trata de ver cómo interactúan, de dar a conocer al responsable que va a llevar a cabo la intervención, de llamar su atención mediante la puesta en marcha de diferentes actividades y de conocer su realidad e instaurar un clima de confianza mediante el acercamiento no intrusivo.

3- Evaluación y diagnóstico

Esto es fundamental para saber hacia dónde debe dirigir su trabajo el educador social. Es decir, mediante la investigación se realiza un diagnóstico en los que se define los elementos sobre los que hay que intervenir para resolver o mejorar las carencias y necesidades que presenta la persona o el colectivo destinatario.

Tras el diagnóstico, se comienza a diseñar un plan de intervención para cubrir las necesidades detectadas.

4- Intervención

La situación a la que se enfrenta el educador está bien definida y en esta fase hay que actuar. ¿Cómo? Mediante la educación, coordinación con otras instituciones o agentes sociales, claves para conseguir los objetivos de la intervención, y la evaluación de los resultados de la acción socioeducativa para comprobar si cumple su cometido.

5- Cierre del proyecto

Se pone punto final al trabajo de educación de calle. Este puede darse por finalizado cuando se cumplan los objetivos, cuando llegue la fecha final del proyecto o porque se ha decidido dar por concluido por cualquier otro motivo.

Tras finalizar la intervención, puede resultar útil para el educador realizar una evaluación para destacar los puntos de mejora y resaltar aquello que se ha hecho y ha salido correctamente, con el fin de hacer un seguimiento y perseguir la mejora continua del trabajo de calle llevado a cabo.

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