Manuel Herrera
El objeto de la Sociología es la conducta del hombre según la generalizadora visión de Chinnoy. Si optamos por una fórmula intermedia, aceptaríamos la definición de Fichter: El comportamiento humano normal y común. Otros muchos sociólogos expresarán la misma idea con distinto vocabulario, de acuerdo con el distinto valor que la palabra tenga para cada uno o buscando una simplificación, un dar de lleno en el clavo, o por el deseo de proyectarse en su obra.
Uno de los rasgos distintivos del ser humano es su carácter reflexivo, carácter que le lleva a preguntarse por la razón o razones que se esconden detrás todos los escenarios en que está insertado. Los humanos, que nos hacemos tales por la proximidad y la relación con nuestros semejantes, somos unos eternos buscadores de porqués, robinsones arrojados en el tiempo y en el espacio que se interrogan por esa caja negra que contiene el mundo que le rodea.
No es fácil datar el origen del interés humano por los fenómenos sociales. Ahora bien, no resulta arriesgado decir que, en toda sociedad humana, cualquiera que haya sido su forma de organización social, ha estado presente la inclinación por explicar esta última.
Todas aquellas ciencias que ubican al ser humano o a sus acciones en el eje de su investigación reciben el calificativo de Ciencias Sociales o Ciencias Humanas. De esta forma se pretende contraponerlas a aquellas que tienen como objetivo esencial la naturaleza y su obra. Además de ser esclarecedora, esta división responde a la realidad. Solo la naturaleza y el hombre tienen entidad, actúan y realizan obras, que suponen interés para el conocimiento humano.
Las Ciencias Sociales tienen al ser humano y a su obra como objeto básico de su trabajo. Desde un enfoque o punto de observación concreto y necesariamente parcial, cada una de ellas observa, reflexiona, describe y predice. A la Psicología le interesa el ser humano en sí mismo y especialmente su espíritu; a la Economía le atrae como sujeto de necesidades y la obra que lleva a cabo para satisfacerlas; a la Política, su ansia, su manejo y uso del poder, reflejado en su obra política para la convivencia; a la Pedagogía le interesa su capacidad de aprender y aquellos métodos útiles de todo tipo que emplea para lograrlo.
El nivel de exactitud, dentro de lo que se entiende como tal en el método científico, viene determinado por la cantidad y la calidad de materia que entra dentro de su enfoque científico. Dicho de otro modo: la mayor o menor intervención de la voluntad humana y la libertad individual en la materia de una ciencia presupone más o menos interferencias incontrolables en las hipótesis, postulados y leyes científicas. A su vez, esto nos lleva a unas mayores o menores apariencias de exactitud científica y a mejores o peores posibilidades de generalización y presunción.
No podemos olvidar que, en contraste con el científico de la naturaleza, que observa desde fuera, el científico de las Ciencias Humanas o Sociales se encuentra trabajando dentro de la misma probeta que observa y estudia.
En este selecto club de las Ciencias Sociales, la Sociología ocupa un lugar propio. Pretende estudiar al ser humano desde la capacidad y necesidad que tiene de relacionarse y de cristalizar esa relación en una obra social, desde su vocación de salida de sí mismo, encuentro con otros y creación conjunta de realidades sociales. El esquema de este objetivo básico de la Sociología podría ser el siguiente: un tú y yo teniéndose en cuenta y condicionándose mutuamente hacen nacer el grupo para lograr un objetivo que responda a una necesidad o deseo compartido o complementario, teniendo presente las limitaciones y posibilidades que, en cada caso, ofrecerá el entorno.
Sociología es la ciencia que estudia al ser humano como agente-paciente de la interrelación social, las obras creadas por él para esa interacción y los productos o resultados de esa obra humana. El comportamiento de los seres humanos en sociedad o el intento de construir un conjunto de teorías experimentadas, lógicas y consistentes acerca de la sociedad en que vivimos, serían otras formas conocidas de expresar el contenido y el fin de la Sociología.
El objeto de la Sociología es la conducta del hombre según la generalizadora visión de Chinnoy. Si optamos por una fórmula intermedia, aceptaríamos la definición de Fichter: El comportamiento humano normal y común. Otros muchos sociólogos expresarán la misma idea con distinto vocabulario, de acuerdo con el distinto valor que la palabra tenga para cada uno o buscando una simplificación, un dar de lleno en el clavo, o por el deseo, muy humano por otra parte, de proyectarse en su obra.
Este suele ser el primer escollo y uno de los motivos más fuertes de ese desaliento que invade a muchos de los que se acercan por primera vez a la Sociología. Esta se ve oscurecida y enrarecida muchas veces, y sobre todo en los comienzos, por su alto contenido y su fuerte dependencia del lenguaje para su expresión científica. Un lenguaje paradójicamente confuso por lo usual de sus términos, la mayoría de los cuales son utilizados con otro sentido mucho más amplio en la conversación ordinaria.
La Sociología observa, reflexiona, describe y predice las tendencias o decisiones por las que se organiza el ser humano para satisfacer sus necesidades de todo tipo. Todo este entramado conceptual lo expresa con un lenguaje tomado de la propia calle. Carece, aunque muchas veces parezca lo contrario, de lenguaje propio. De este modo se presenta aparentemente más comprensible, aunque todo sociólogo sabe el alto precio que se paga con ello.
Sería interesante saber el balance social y científico de este hecho: ¿qué ha ganado y qué ha costado a la Sociología la vulgarización de su lenguaje? Dar respuesta a este interrogante es ya otra historia a abordar.