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La gestión de un proyecto social requiere de una alta organización, evaluación y análisis para conseguir los objetivos propuestos.
El objetivo principal de la Educación Social es contribuir a la integración social, cultural y educativa de todos los colectivos de una sociedad. Para ello, el educador social utiliza diversas herramientas, como la gestión de proyectos sociales, un elemento clave para mejorar o modificar las condiciones de vida de una comunidad o grupo de personas.
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Un proyecto social es un conjunto de acciones que buscan resolver una carencia presente en una persona o grupo que le afecta de una u otra forma. Estas intervenciones se establecen con unos plazos de tiempo, datos de localización, características predefinidas y abarcan distintos ámbitos: el educativo, el sanitario, el social, el laboral e, incluso el económico.
Lo que un educador pretende lograr con la gestión de un proyecto social es transformar una parte de la realidad para solucionar uno o más problemas sociales. Para su realización, a cada proyecto social se le asignará una partida concreta de recursos económicos y humanos específicos.
¿Cómo se gestiona un proyecto social?
Para llevar a cabo la gestión de un proyecto social hay que seguir una serie de fases o pasos para ejecutarlo correctamente y cumplir los objetivos:
- Análisis. Consiste en evaluar la situación, identificar los posibles problemas y las necesidades a cubrir. El análisis es clave para establecer las prioridades, marcar los objetivos y determinar la cantidad de recursos que serán requeridos para llevar a cabo el proceso. En este punto también se analiza la población o los beneficiarios de este proyecto. Conocer en profundidad su realidad permitirá desarrollar un proyecto más adecuado y correcto.
- Diseño. Engloba la definición de objetivos, la metodología y el reparto de los recursos establecidos. Aquí se desarrolla la estructura del proyecto para después ponerlo en práctica.
- Aplicación. Representa la implementación del proyecto, se lleva a cabo tras evaluar la situación y diseñar una propuesta conforme a las necesidades y demandas estudiadas. Tras su puesta en marcha, hay que hacer un seguimiento y trabajo de control constante.
- Evaluación. Esta fase es clave, puesto que permite tomar decisiones mediante la observación y evaluación de resultados. La evaluación de un proyecto social sirve de testeo para asegurarse de que está correcto. Tras su conclusión, la persona responsable deberá reorientar el proyecto, redefinirlo, adecuar el diseño a los imprevistos o, de lo contrario, mantenerlo si sus resultados son los esperados.
- Informe. Se resumen los resultados obtenidos, las consecuencias y se realiza un análisis del proyecto con el fin de mantenerlo o ampliarlo en un futuro.
Características de un proyecto social
La promoción de un proyecto social puede provenir de diversas fuentes: Estado, empresas privadas, asociaciones o fundaciones y organizaciones no gubernamentales (ONG). A su vez, estas iniciativas se caracterizan por los siguientes puntos en común:
- Sus objetivos están orientados a la resolución o mejora de ciertas creencias o condiciones de vida deficientes.
- Las personas son sus beneficiarios principales.
- Tiene la pretensión de perdurar en el tiempo, es decir, su implementación no está ideada para ser temporal sino perenne.
- Está estructurado y responde a una organización en cuanto a control de plazos de tiempo y de recursos económicos y humanos.
- Esta estructuración es flexible, ya que tiene en cuenta los imprevistos o cambios que puedan afectar al proyecto.
- En él participan profesionales de distintos niveles y roles, a los que se les asignan diferentes cargas de trabajo y responsabilidades.
Hay que tener en cuenta que estas características son comunes, pero cada proyecto tiene sus propios objetivos y requerimientos, por lo que pueden ser modificadas.