Santiago Prado Conde
En el grado en Trabajo Social hacemos continuamente referencia a la importancia de sistematizar la práctica profesional. En el artículo de Vecina, Alomar, Segura y Edefaque (2016), “Promoviendo la participación juvenil desde la comunidad”, se relatan los comienzos de una experiencia de activación de los jóvenes de los barrios de Santa Catalina y es Jonquet en Palma (Islas Baleares).
En el grado en Trabajo Social hacemos continuamente referencia a la importancia de sistematizar la práctica profesional, es decir, analizar la propia praxis para poder avanzar y, sobre todo, no repetir errores, además de poner a disposición pública el proceso para que otros colegas, bien profesionales del Trabajo Social en particular o de la Intervención Social en general, puedan también conocer e interpretar distintas realidades.
En el último número de la revista Trabajo Social Global ha aparecido un interesante artículo de Vecina, Alomar, Segura y Edefaque (2016) bajo el título: “Promoviendo la participación juvenil desde la comunidad”. Se relatan los comienzos de una experiencia de activación de los jóvenes de los barrios de Santa Catalina y es Jonquet en Palma (Islas Baleares). Se trata de una propuesta encuadrada dentro del Proyecto de Intervención Comunitaria intercultural, en la que participa la asociación GREC, el Ayuntamiento de Palma y la Obra Social “la Caixa”.
Lo realmente significativo de este artículo es, por un lado, que nos permite entender como un buen diagnóstico es básico para avanzar en las líneas de actuación; por otro lado, que se visualiza en esta experiencia concreta la sistematización de la práctica profesional; y, finalmente, las potencialidades de actuar comunitariamente para poder llegar a transcender las dificultades encontradas.
El punto de partida lo establece una Monografía Comunitaria que se construyó mediante una investigación participativa y una programación y diagnóstico comunitario. Entre los retos de la comunidad derivados del diagnóstico se encuentra el colectivo infantil y juvenil, puesto que existe desigualdad de género entre parejas jóvenes, actos vandálicos, transiciones con dificultades en el paso de la educación primaria a la secundaria, exceso de oferta de ocio nocturna, “escaso protagonismo y visualización de la población joven como dinamizadora de la comunidad” (p. 129), etc. Es así que se proponen como objetivo de partida que tanto niños como jóvenes “recuperasen el protagonismo y la voz dentro de la comunidad” (p. 134), aunque por cuestiones e implicaciones operativas se centraron en el tramo de edad 12-18 edad. Para llevarlo a cabo, se combinó a nivel metodológico la mediación intercultural con la intervención comunitaria, es decir, gestión de la diversidad cultural y resolución pacífica de conflictos, junto a la implicación de los protagonistas básicos en un territorio: instituciones, recursos técnicos y ciudadanía.
La manera de comenzar a implementar acciones consistió, en un primer momento, en trata de organizar lo ya existente y, en un segundo momento, desarrollar acciones innovadoras para la comunidad. Por lo tanto, generar vínculos entre todas las organizaciones, entidades, interesados, etc, en la población juvenil con el fin de mostrarse públicamente, reflexionar y pensar la coordinación. Estas acciones desde el campo de los adultos deben dar un paso más y no tratar únicamente de generar distintos tipos de actividades para los jóvenes sin contar con ellos. Por ello, el siguiente paso fue “explorar las actividades e iniciativas que podrían despertar el interés de los menores” (p. 135) e intentar que los jóvenes puedan ser algo más que consumidores de actividades y puedan volverse dinamizadores mediante su acción, es decir, que puedan ser ellos mismos los encargados de generar acciones para los demás. Es así como se comienzan a recompilar informaciones de los adolescentes y jóvenes y se organiza una fiesta para socializar los resultados. Se trata de que los jóvenes se vuelvan personas activas, participativas y, sobre todo, sean capaces de organizarse y volverse protagonistas en su entorno más cercano para que, finalmente, puedan transformar su propia comunidad.
Estos inicios del proyecto son una buena prueba de sistematización de la práctica profesional. Una iniciativa que está en marcha, que nos permite entender el proceso y, sobre todo, que sin un buen diagnóstico las alternativas se vuelven tenues. Además de visualizar que la recogida y análisis de información son una constante que siempre está retroalimentando la práctica en la circularidad del propio método.
Para saber más:
Vecina, C., Alomar, P., Segura, Mª A. & Enfedaque, R. J. (2016). Promoviendo la participación juvenil desde la comunidad. Trabajo Social Global, 6(11), 121-142.