Víctor Gil Herrero
Jon Bilbao, egresado del Grado en Trabajo Social y del Máster en Intervención Social de UNIR, consiguió el apoyo del Gobierno Vasco para implantar su TFG y pronto lo hará con su TFM.
De trabajar en la obra como delineante y topógrafo, a mejorar la calidad de vida de los demás. Es el giro de 180 grados que ha dado la trayectoria de Jon Bilbao (siguiente imagen) en apenas unos años gracias a su esfuerzo y dedicación a los grupos más desfavorecidos. Pronto se dio cuenta de que necesitaba unos estudios superiores para alcanzar todas sus metas, pero tenía que compaginarlo con su trabajo para mantener sus ingresos económicos. Dos motivos que le llevaron a matricularse en UNIR.
Comenzó el Grado en Trabajo Social y en el segundo curso surgió la idea de su Trabajo Fin de Grado (TFG), un proyecto que pone en contacto a jóvenes inmigrantes con personas mayores. Después de mucho esfuerzo, en 2021 consiguió ponerlo en marcha gracias al apoyo del Gobierno Vasco. Pero Jon no se quedó ahí. Se matriculó en el Máster Universitario en Intervención Social y su próximo reto es implantar su Trabajo Fin de Máster (TFM), algo que está muy cerca de suceder en 2022. Hablamos con él para que nos cuente cómo ha conseguido hacer realidad sus dos iniciativas y cuáles son sus próximos retos.
¿Por qué cambiaste de profesión y empezaste a interesarte por el trabajo social y la lucha contra la pobreza y la exclusión?
Primero me formé como delineante y después realicé la ingeniería en topografía. Trabajaba en las obras. Entonces, el cura del barrio me pidió que enseñara matemáticas a niños en situaciones desfavorecidas. Eran hijos de madres prostitutas o de inmigrantes, por ejemplo. Comenzamos con cuatro horas a la semana y al final eran 10, además de organizar campamentos y salidas al monte. Cada vez venían más alumnos, las clases daban frutos y aumentaban los aprobados. Por mi experiencia, más del 80% de los chavales tenían respeto, educación y estudiaban. Me di cuenta de que dedicaba más horas a este proyecto que a mi trabajo, por lo que decidí estudiar un grado superior de integración social.
¿Cómo fueron los inicios?
Al terminar el grado superior hice las prácticas en el Servicio de Acción Social de la Diputación Foral de Bizkaia. Me contrataron y comencé en un centro de menores tutelados, pero las tareas como integrador se me quedaban cortas. Entonces decidí que tenía que ser educador para poder tomar más decisiones importantes y vinculantes con los menores: elegir su colegio, las actividades extraescolares…
Entonces decides estudiar el Grado en Trabajo Social en UNIR. ¿Cómo te permitió crecer profesionalmente?
Hay un salto importante entre ser integrador y ser educador o trabajador social. No solo económico, sino también de responsabilidad. Eso fue lo que me llevó a decidirme a estudiar. Busqué una universidad y UNIR fue la que mejor me encajó. Me permitía continuar con mi trabajo en el centro de menores como integrador y podía compaginarlo con el grado porque podía ver las clases online en cualquier momento.
Finalizas el grado y pones en marcha tu TFG. ¿Cómo surge esta idea?
Durante el segundo año de carrera me llamó un antiguo compañero y me dijo que iban a abrir un centro nuevo en Bilbao, cerca de mi casa. Empecé a trabajar en infancia y extranjería, con MENAS (menores extranjeros no acompañados). Me di cuenta de que cuando cumplían 18 años, muchos de sus derechos y obligaciones cambiaban. Veía cómo muchos se iban a la calle a dormir en sacos. Mientras tanto, mis compañeras del área de vejez y tercera edad estaban buscando ayuda, porque había personas mayores que necesitaban acompañamiento. Pensé que era una buena idea que se ayudaran entre ellos, que los chavales tuvieran un techo para dormir y los abuelos no estuvieran solos. Al final, con mi TFG he conseguido que estos jóvenes cuiden a los abuelos, porque en lo social uno más uno a veces son siete. Así es como el proyecto salió adelante.
Pensé que era una buena idea que se ayudaran entre ellos, que los chavales tuvieran un techo para dormir y los abuelos no estuvieran solos
¿Cómo es la relación entre los jóvenes inmigrantes y los abuelos?
Hemos conseguido que los chavales -vemos algunos de ellos en imagen- estén en viviendas y puedan continuar sus estudios mientras colaboran con los abuelos. Durante el día hacen tareas de acompañamiento social, van a hacerles la compra y les ayudan en lo que necesiten. También están disponibles si alguna de las personas mayores necesita ayuda durante la noche. Desde noviembre, debido a que el número de contagios por COVID-19 ha aumentado en el País Vasco, el proyecto está parado. Los jóvenes estudian en colegios y se relacionan en la calle, por lo que es preferible por el momento que no tengan contacto directo con los mayores. Esperemos que esta situación dure poco y todo vuelva a la normalidad.
¿Qué se necesita para sacar adelante este tipo de proyectos?
Es complicado. Necesitas una institución que te apoye y un equipo de dirección potente. Es una gran responsabilidad, porque hay que hacer un seguimiento muy exhaustivo. Le dimos forma al proyecto y buscamos a los educadores para ponerlo en marcha. La cooperativa de índole social en la que estoy y el Gobierno Vasco nos dieron apoyo. Durante la fase más dura de la pandemia aumentaron las ayudas públicas a este tipo de iniciativas para evitar el aislamiento social que provocó la primera oleada. Algo que me ayudó a poner en contacto a estos dos grupos sociales. Meses después, estos proyectos de iniciativa social tienen su propio equipo educativo que lo lleva a cabo, aunque yo siempre soy conocedor de cómo se desarrolla.
Decides no quedarte ahí y avanzar en tus estudios. ¿Por qué te matriculas en el Máster en Intervención Social?
Porque quería seguir aprendiendo, tenía en mente un proyecto de mentoría social y necesitaba adquirir los conocimientos del máster para poder llevarlos a cabo con éxito mediante el trabajo final.
Cuéntanos más sobre este segundo proyecto.
El TFM también trata de unir a dos personas: un mentor con un mentorado. Que no se conocen, pero que al juntarse se ayudan y generan un vínculo social. Los mentores son ajenos a la profesión: no son ni educadores, ni trabajadores, ni pedagogos, ni psicólogos… Son fontaneros, ingenieros, pintores… Por ejemplo, a un chaval de 18 años que no tiene relaciones sociales se le pone en contacto con otro que estudia ingeniería. Así comienzan una relación social, salen juntos, les presenta a sus amigos o van a la piscina para conseguir que el mentorado se integre en la sociedad de una forma sana. Está previsto que se ponga en marcha a principios de 2022, también con el apoyo del Gobierno Vasco. Entonces podré dar más detalles.
El TFM también trata de unir a dos personas: un mentor con un mentorado para que se integre en la sociedad de una forma sana.
Después de dos proyectos hechos realidad, ¿cuáles son tus próximos retos?
Tengo más en mente, pero no se pueden contar por el momento. Siempre busco poder ayudar a los demás y ojalá los futuros proyectos tengan el apoyo del Gobierno Vasco o de otras instituciones para poder implantarlos en la sociedad, que al final es el objetivo: que se hagan realidad.
Después de tu experiencia, ¿qué nos puedes decir sobre lo que te han aportado el grado y el máster de UNIR?
Estos estudios me han cambiado la vida porque me han permitido aprender la manera de hacer. Quedé muy satisfecho. De hecho, de los 12 que formamos el equipo de trabajo, cuatro estaban estudiando en otras universidades. Después de hablar sobre nuestras experiencias han decidido matricularse en UNIR. Algunos están estudiando el Grado en Trabajo Social y otros el Máster en Intervención Social. Te lo digo de verdad, te puedo decir los nombres y apellidos.
De los 12 que formamos el equipo de trabajo, cuatro estudiaban en otras universidades y han decidido matricularse en UNIR
¿Qué contarías a los futuros alumnos sobre tu experiencia de aprendizaje online? ¿Cómo te sentiste?
Era la primera vez que estudiaba de forma online, lo hice por la situación que tenía: necesitaba seguir trabajando para poder estudiar. Nadie me ha regalado nada. Me he sentido arropado, pero he tenido que ir a buscarlo. Me han acompañado. Cuando tú das, te dan. Es como cuando quieres cambiar de trabajo y tienes que ir con todo para conseguirlo. Lo que he pedido a UNIR me lo han dado, especialmente Mar Brioso (coordinadora del Área Social de la Facultad), su equipo y los tutores.
También me han echado la bronca cuando me he equivocado, pero es parte de una relación sana. Además de a los académicos, también quiero agradecer su trabajo a Admisiones, a Secretaría y al resto del personal de gestión, que siempre te ponen en contacto con las personas que necesitas. Es ese equipo que no se ve, pero que sin ellos UNIR no sería lo mismo. La verdad es que nos lo ponen a todos nosotros mucho más fácil.