Mayte Cortés
La pandemia de COVID-19 fue un duro golpe con repercusiones a nivel mundial, entre cuyos efectos colaterales cabe destacar uno: la aceleración del cambio de paradigma en la atención sociosanitaria.
Tras la pandemia quedó patente que era necesario y acuciante evolucionar desde modelos de intervención reduccionistas, donde primaba la atención sanitaria o la intervención social, hacia modelos contextuales, en los que, independientemente de las necesidades de la persona, se entiende que su entorno comunitario va a ser determinante para su bienestar.
La atención sociosanitaria se ha centrado tradicionalmente en tres colectivos: las personas mayores dependientes, las personas con enfermedad crónica y las personas con enfermedad en fase terminal.
Un breve repaso histórico
Uno de los primeros puntos de contacto entre la atención sanitaria y la atención social fue la atención a los veteranos de la I Guerra Mundial en EE. UU., cuando comienza a hablarse de cuidados integrales o integrated care (Sarabia, 2007).
Se trataba de ofrecer una cobertura completa a personas que ya sufrían una enfermedad que requería ajustes en el ámbito social (amputaciones, enfermedad mental crónica, demencia, etc.), así como a personas con algún grado de dependencia, derivada del proceso natural de envejecimiento o asociada a una discapacidad o diversidad funcional.
A partir de ahí, y con el devenir de las décadas, los ámbitos de atención sociosanitaria han ido ampliándose e incorporando la atención a otros colectivos. Algunos ejemplos de esta evolución es la atención prestada a personas dependientes de sustancias psicoactivas, mediante la apertura de los primeros Centros de Atención a la Drogodependencia (CAD) en la década de los 80-90 en Madrid (España); la atención a mujeres víctimas de violencia de género a través de recursos que integran la atención sanitaria y la intervención social (Gobierno de España, 2014); o la atención sociosanitaria a las personas inmigrantes que llegan a España a través del Mediterráneo.
De hecho, sobre esta última destacan los Equipos de Respuesta Inmediata en Emergencias (ERIES), en marcha desde el año 2003 y con un equipo médico-social capaz de atender conjuntamente en el mismo puerto situaciones muy complejas, tanto sanitarias como relativas a necesidades sociales.
Retos presentes y futuros
Sin embargo, a pesar de estos avances, en muchas ocasiones, la atención sociosanitaria continúa siendo una atención condicionada por la aparición de la dificultad o del síntoma, o por la concepción de la dependencia como una condición negativa y limitante.
En la actualidad, el enfoque ha cambiado y comienzan a plantearse proyectos de atención y coordinación sociosanitaria con carácter preventivo. Se trata de iniciativas que buscan actuar antes de que el proceso de enfermedad/dependencia se haya iniciado o de que hayan aparecido necesidades de índole social que repercutan en la salud física o psicológica. En este sentido, encontramos actuaciones relacionadas con la Soledad No Deseada, el abordaje del suicidio infanto-juvenil (Redondo, 2020) o los trastornos de la conducta alimentaria.
Otro ejemplo del cambio de perspectiva en la atención sociosanitaria es el que encontramos en la intervención con personas con discapacidad – diversidad intelectual y/o del desarrollo. El modelo MOCA (Modelo de Calidad de Vida y Apoyos) de Verdugo, Shalock y Gómez (2021) es una prueba de ello. Bajo este nuevo prisma, la calidad de vida de la persona pasa a relacionarse con la gestión de sus apoyos directos (y no con su habilitación o rehabilitación), partiendo del respeto hacia su dignidad y su propio potencial de desarrollo.
Los cambios en la atención sociosanitaria van unidos, inevitablemente, a la humanización de los cuidados (Fernández y Lorente, 2019). En esta línea, encontramos proyectos como la Casa de Sofía en Barcelona (España) atendido por profesionales del Hospital Sant Joan de Déu.
Se trata de un espacio de atención sociosanitaria para niños con enfermedades crónicas, minoritarias y de cuidados paliativos, con un doble objetivo: por un lado, retrasar al máximo el ingreso en un hospital de agudos, y por otro, facilitar el proceso de alta hospitalaria cuando proceda. En sus 15 habitaciones, con espacio para las familias, los niños pueden recibir tratamiento médico y apoyo social en un entorno acogedor y amable, más parecido a su propio hogar que a un hospital.
Por último, cabe señalar que el Ministerio de Derechos Sociales del Gobierno de España y las Comunidades Autónomas aprobaron en junio un nuevo modelo de cuidados y atención sociosanitaria, que pone el énfasis en la necesidad de que sean los servicios los que se adapten a las personas y no al revés. El acuerdo impide la creación de macrocentros de atención para personas mayores, estableciendo un máximo de 120 plazas por residencia y favoreciendo la atención domiciliaria.
Un paso que, de acuerdo con fuentes gubernamentales, se ha dado a raíz de las situaciones vividas durante la pandemia, entre las cuales se encuentra una asignatura pendiente: la relación entre envejecimiento, dependencia, exclusión social y salud mental, algo de sobra conocido en los Centros de Servicios Sociales de Atención Primaria y las entidades del Tercer Sector.
Porque parece que este sigue siendo el desafío pendiente en cuanto a la atención sociosanitaria: seguir avanzando en la consecución de un abordaje integral que responda coordinadamente a todas las necesidades de la persona, desde la óptica de la intervención, pero también desde la prevención.
*Mayte Cortés es profesora en el Máster Universitario en Dirección y Gestión Sociosanitaria de UNIR.
Referencias
Centro de Documentación y Estudios. Ararteko (Defensor del Pueblo). (2008). Atención sociosanitaria: una aproximación al marco conceptual y a los avances internacionales y autonómicos (Informe extraordinario del Ararteko al Parlamento Vasco). Disponible en https://www.ararteko.eus/RecursosWeb/DOCUMENTOS/1/2_1357_3.pdf.
Fernández Vidal, M. C. y Lorente Guerreo, X. (2019). Inteligencia emocional y las actitudes de los profesionales en el ámbito sociosanitario. En Inteligencia Emocional en la relación de ayuda. Guía para humanización de la atención sociosanitaria (p. 40-37). Dykinson.
Redondo, I. (Coord.) (2020). Guía para la prevención de la conducta suicida de Castilla-La Mancha. Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Consejería de Sanidad.
Sarabia, A. (2007). La gestión de casos como nueva forma de abordaje de la atención a la dependencia funcional. ZERBITZUAN, 42, 7-17.
Sosa, M. (28 de junio, 2022). Gobierno y comunidades aprueban un nuevo modelo de cuidados que impide construir residencias de más de 120 plazas. El País. https://elpais.com/sociedad/2022-06-28/gobierno-y-comunidades-aprueban-un-nuevo-modelo-de-cuidados-que-impide-construir-residencias-de-mas-de-120-plazas.html.
Verdugo, M. A., Schalock, R. L. y Gómez, L. E. (2021). El Modelo de Calidad de Vida y Apoyos: la unión tras veinticinco años de caminos paralelos. Siglo Cero, 52(3), 9-28.