Manuel Sánchez Moreno
Según el propio lema de la Agenda 2030 “No dejar a nadie atrás”, los organismos internacionales y Estados deben ayudar y colaborar con estas civilizaciones para progresar juntos en cuestiones sostenibles, inclusivas y cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La pobreza es una vulneración de los derechos humanos y un motivo de discriminación. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2016 se hacía eco de esta problemática. El documento señala que algunos de los desafíos persistentes o que se incrementan son las privaciones, las desigualdades y un extremismo violento contra determinados colectivos, como los pueblos indígenas.
Esta cuestión impide un alcance universal al desarrollo y a los derechos humanos, y hunde sus raíces en la exclusión, los prejuicios y la intolerancia, así como los valores y las normas culturales y sociales.
Es difícil abordar apropiadamente estas dificultades, dada la ausencia de datos y estadísticas que aborden de manera más precisa la situación de los pueblos indígenas. Son grupos con una discriminación estructural e histórica desde la colonización, con menor acceso a educación, salud y empleo, perpetuando ciclos de pobreza y exclusión. Por ejemplo, en Latinoamérica, las tasas de analfabetismo entre indígenas son significativamente más altas que en la población general.
Por otro lado, cuentan con diversos mecanismos de protección internacional, como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo que garantiza derechos sobre la tierra, consulta previa y autonomía cultural; la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, que establece derechos como la autodeterminación y la protección de sus tierras; y organismos como la Corte y Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha emitido fallos importantes en favor de los pueblos indígenas. Es el caso del fallo en defensa de los pueblos Sarayaku (Ecuador).
No obstante, estos y otros instrumentos rara vez se respetan. En Canadá, por poner un ejemplo, proyectos de gasoductos se han llevado a cabo en territorios indígenas sin su consentimiento. Todo esto se deriva de que muchos Estados no reconocen a los pueblos indígenas ni sus derechos colectivos.
Las violaciones de derechos de estas civilizaciones son un problema global. Estas comunidades, que representan alrededor del 6% de la población mundial, enfrentan múltiples vulneraciones como el despejo de tierras y recursos naturales, o la criminalización y violencia contra líderes indígenas.
Filosofía del “buen vivir”
Resulta cuanto menos irónico que esta discriminación y violencia contra la diversidad de los pueblos indígenas, es también contra el propio desarrollo sostenible y la Agenda 2030. Su filosofía de vida, conocida como “buen vivir” se traduce en un concepto de desarrollo con una cosmovisión ecológica, ligada a la protección del territorio y los recursos naturales. En algunos Estados considerados como plurinacionales y multiculturales como Ecuador (2008) y Bolivia (2009), se ha reconocido en la constitución.
En este sentido los pueblos indígenas desempeñan un papel crucial en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) debido a su profundo vínculo con la naturaleza, su riqueza cultural y sus conocimientos ancestrales, que son esenciales para abordar los desafíos globales de sostenibilidad, inclusión y justicia social. Aunque a menudo enfrentan marginalización y vulneraciones de derechos, su participación activa es indispensable para lograr un desarrollo inclusivo y sostenible.
- Erradicación de la pobreza (ODS 1): Aunque los pueblos indígenas representan el 6% de la población mundial, concentran el 15% de las personas más pobres. Están desproporcionadamente afectados por la pobreza extrema debido a la discriminación histórica, la falta de acceso a servicios básicos y el despojo de sus tierras, como hemos visto. Sin embargo, sus modelos de economía comunitaria y sus sistemas tradicionales de sustento representan formas resilientes de combatir la pobreza.
- Hambre cero (ODS 2) y producción y consumo responsables (ODS 12): Muchos pueblos indígenas practican formas sostenibles de agricultura, caza y pesca, promoviendo la soberanía alimentaria. Protegen y utilizan biodiversidad genética esencial para la seguridad alimentaria global. Ofrecen alternativas sostenibles y resilientes frente a crisis como el cambio climático o la inseguridad alimentaria, proponiendo prácticas de soberanía o autonomía alimentaria y mercados locales y de proximidad.
- Salud y bienestar (ODS 3): Sus prácticas de medicina tradicional y su conocimiento de las plantas medicinales contribuyen al bienestar, pero enfrentan barreras de acceso a servicios de salud modernos.
- Educación de calidad (ODS 4): Existe una brecha significativa en el acceso a la educación, especialmente a aquella que respete sus idiomas, culturas y formas de conocimiento. El fortalecimiento de la educación intercultural bilingüe es crucial. Las prácticas culturales indígenas contribuyen a la diversidad y al desarrollo humano integral.
- Igualdad de género (ODS 5): Las mujeres y niñas indígenas suelen ser guardianas de conocimientos tradicionales, pero enfrentan múltiples formas de discriminación. Empoderarlas es clave para el desarrollo sostenible, la cohesión social y el fortalecimiento de la resiliencia comunitaria.
- Agua limpia y saneamiento (ODS 6): La falta de acceso a agua potable afecta gravemente a los pueblos indígenas. Además, ellos defienden fuentes de agua vitales para la humanidad.
- Energía asequible y no contaminante (ODS 7): Sus territorios suelen ser objeto de proyectos de energías renovables, pero estos a menudo no respetan sus derechos ni generan beneficios para sus comunidades.
- Trabajo decente (ODS 8) e industria e innovación (ODS 9): La falta de acceso a la educación hace que los pueblos indígenas enfrenten una mayor precariedad laboral, con salarios más bajos, sin seguros sociales ni pensiones. Hay que valorar los aportes que su cultura puede hacer al ámbito laboral y a cuestiones de industria e innovación tecnológica, con los saberes tradicionales.
- Reducción de desigualdades (ODS 10): Los pueblos indígenas enfrentan desigualdades en salud, educación, ingresos y participación política. Reconocer sus derechos colectivos es fundamental.
- Ciudades y comunidades sostenibles (ODS 11): Los pueblos indígenas se estereotipan en ocasiones en el ámbito rural, pero los procesos migratorios hacen que las comunidades se asienten en entornos rurales, perdiendo sus raíces, enfrentando mayor discriminación y en entornos de habitabilidad degradados. Hay que fortalecer las redes urbanas indígenas y valorar sus aportes de sostenibilidad urbana, contribuyendo a generar ciudades verdes.
- Acción por el clima (ODS 13), vida submarina (ODS 14) y vida en la tierra (ODS 15): Los pueblos indígenas protegen el 80% de la biodiversidad mundial en sus territorios. Sus prácticas de manejo sostenible de bosques, aguas y tierras contribuyen directamente a los objetivos relacionados con la protección del medio ambiente, y son esenciales para mitigar el cambio climático y conservar la biodiversidad.
- Paz, justicia e instituciones sólidas (ODS 16): La falta de reconocimiento de sus derechos territoriales y culturales genera conflictos. Promover la justicia y garantizar su participación en todas las instituciones en la toma de decisiones es esencial para la paz.
- Alianzas para lograr los objetivos (ODS 17): La participación de los pueblos indígenas en la cooperación internacional y en las grandes instituciones es fundamental para lograr su desarrollo y por lo tanto los retos de la Agenda 2030.
Afortunadamente, buena parte de la comunidad internacional, diversas organizaciones no gubernamentales y los propios movimientos indígenas, luchan por visibilizarse como actores claves a la hora de superar los grandes retos globales que están enlazados con la defensa de sus derechos.
No dejar a nadie atrás
En este sentido, la cumbre del clima (COP29) celebrada en noviembre de 2024 en Bakú (Azerbaiyán) ha dado especial relevancia a los pueblos indígenas, reconociendo su contribución a la lucha contra el cambio climático y el fomento del desarrollo sostenible. Así se refleja en el “Plan de Trabajo de Bakú”, que se empezará a implementar en 2025, revisándose en 2027.
Las voces de los pueblos indígenas se escucharon alto en la cumbre del clima de Bakú.
Veremos si finalmente este reconocimiento de los saberes indígenas, sus prácticas y su inclusión en grandes agencias internaciones se termina materializando y operativizando. Sólo así se podrá cumplir ese lema de la Agenda 2030 de “no dejar a nadie atrás” y lograr un desarrollo sostenible inclusivo.
(*) Manuel Sánchez-Moreno. Coordinador académico del Máster Universitario en Cooperación Internacional al Desarrollo: Gestión y Dirección de Proyectos. Historiador y doctor en Ciencias Jurídicas. Experiencia en docencia, investigación y gestión de proyectos de derechos humanos, género y desarrollo.
- Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades