Román Rodríguez Curbelo
Agustina Crespo, vocal del Colegio Oficial de Trabajo Social de Madrid, intervino en una openclass de UNIR para profundizar sobre la labor de estos profesionales que vertebran y encabezan los sistemas de protección en salud mental.
Agustina Crespo Valencia ejerce desde hace 30 años como trabajadora social en el Centro de Salud Mental Puente de Vallecas del Hospital Infanta Leonor – Hospital Virgen de la Torres (Madrid). Atiende a personas que inician su evaluación en el centro por un proceso de enfermedad mental, o especialmente en tratamientos que se prevén de largo recorrido y que necesitarán de apoyos y asistencia continua.
Crespo y el resto del equipo evalúan e intervienen a nivel psicosocial y social para mejorar la situación de esos mayores de edad con enfermedades mentales, o para prevenir consecuencias. “Otra parte de mi trabajo es mi representación institucional en comisiones colegiadas en la estructura de funcionamiento de la red de salud mental de la Comunidad de Madrid”, dice la profesional.
Los trabajadores sociales en el ámbito de la salud no están reconocidos como profesión sanitaria en la Ley 44/2003, de 21 de noviembre. Pero Crespo subraya que funcionalmente están presentes en los equipos asistenciales y en todos los recursos de las redes de salud mental.
Participan así en cualquier actividad dentro de los procesos de intervención con las personas que tratan y con sus familias. Intervienen en la toma de decisiones junto con el equipo y la persona afectada. Forman parte de las diversas comisiones dentro de la red de salud mental, imparten docencia e investigan.
“Tenemos un modelo colaborativo entre la Consejería de Sanidad y la Consejería de Familia, Juventud y Política Social”, añade la también vocal del Colegio Oficial de Trabajo Social de Madrid, quien trató sobre estos y otros temas el pasado 12 de mayo en UNIR durante un encuentro en el que se profundizó en los grandes retos del futuro de esta labor imprescindible.
Avances necesarios
Crespo trabaja en torno a la salud mental desde 1989. En aquella época comenzaban a desarrollarse las propuestas de la Comisión Interministerial para la Reforma Psiquiátrica (1985). Las instituciones sanitarias desarrollaban nuevas formas de atención e intervención en estos pacientes porque, entre otras cuestiones, se les empezaba a reconocer como personas con derechos.
Había también un compromiso político sobre el asunto. Se crearon equipos, se dispusieron recursos y se diseñaron servicios para favorecer el tratamiento, la rehabilitación y la reinserción de estas personas.
Los trabajadores sociales ya formaban parte entonces de los equipos sanitarios, pero el mayor desarrollo en la asistencia social se produjo con un cambio de paradigma: de lo biomédico a lo biopsicosocial.
Se comenzaron a tener en cuenta la situación holística de las personas y sus derechos como ciudadanos. Se les dio voz en las decisiones importantes sobre su tratamiento. Y, poco a poco, se les facilitó una integración y una permanencia más humanas en las distintas situaciones de sus vidas.
El trabajo social aporta así a los tratamientos biopsicosociales sus herramientas como disciplina: la evaluación, los diagnósticos y los informes sociales para un abordaje integral del paciente y para, en última instancia, garantizar la defensa de los derechos humanos.
“Cada día es más evidente que para lograr la plena inclusión y para mejorar la eficacia y la eficiencia de los tratamientos en salud mental, se necesita una atención continua, centrada en las personas”, recalca la experta. Menciona igualmente la flexibilidad en los recursos, la coordinación entre servicios y entidades, y la lucha contra el estigma social.
El esfuerzo ante la pandemia
Según Crespo, los trabajadores sociales son profesionales “vertebradores”. Están en la primera línea de intervención. Han de saber sobre enfermedades, adaptarse a dinámicas institucionales, e integrarse en equipos multiprofesionales o en grupos terapéuticos, de apoyo, de gestión, de planificación…
También trabajar codo con codo junto a las personas afectadas y sus familias y allegados, respetando la autonomía y la autodeterminación en sus tomas de decisiones sobre, por ejemplo, el tratamiento a aplicar. Han debido de adaptarse incluso a los cambios tecnológicos.
Y a la pandemia. “Esta puesta al día de los trabajadores sociales nos ha permitido estar cerca de los pacientes y de las familias en situaciones de emergencia recientes, prestarles apoyo emocional y ayuda en las gestiones diversas que ha generado la pandemia en los últimos años”, recuerda Crespo.
Durante la pandemia fueron considerados profesionales de referencia. Notaron desde sus comienzos un aumento considerable de nuevas demandas por la afección emocional del momento; por las pérdidas familiares y sus duelos posteriores, muy complicados; y, en general, por la economía, el empleo, la vivienda, la escolaridad…
“Apoyar a las familias en situaciones de vulnerabilidad ha resultado difícil por la dificultad de accesibilidad a los centros, a los diferentes sistemas de protección básicos y a la respuesta ralentizada de algunos servicios sociales de base. Ni la sociedad ni las instituciones estaban preparadas para la emergencia que surgió”, reconoce.
Según la OMS, los problemas de salud mental crecerán en los próximos años. Crespo distingue a los distintos pacientes en tres grandes grupos. Primero, personas con problemas sociales “importantes” antes los cuales los sistemas de protección no están respondiendo con la diligencia necesaria.
Por otro lado, adolescentes con muchos problemas conductuales, educativos y emocionales que necesitan apoyo pronto para prevenir, o al menos paliar, consecuencias y secuelas de estos problemas.
O pacientes con trastornos mentales graves que se han “desenganchado” durante este tiempo por miedo a los contagios de covid-19, ilustra esta experta.
“Se han visto avocados a romper sus rutinas, que les daban contenidos y estabilidad a sus vidas. Cuesta que las retomen. Se han producido descompensaciones que han provocado, a su vez, nuevos ingresos hospitalarios”, lamenta.
Divulgación y futuro
Casos así de enfermedades mentales pueden prevenirse con unos buenos sistemas de protección social. Los trabajadores sociales son, en este sentido, nexos de unión entre los sistemas sanitarios y otros sistemas de protección, como atención social primaria, vivienda, educación, empleo o asuntos legales.
Una labor que merece divulgarse más porque, entre otras cosas, estos profesionales son como los “técnicos de lo social”. Agustina Crespo considera, sin embargo, que los estudiantes de esta disciplina están perdiendo la vocación, elemento que tenían las generaciones anteriores.
“Cuando tenemos a un alumno de prácticas que debe manejar multitud de elementos para poder realizar una buena praxis en este ámbito, encontramos dos polos opuestos: los que se estimulan para poder estudiar y los que les parece un campo de trabajo complicado”, confiesa Crespo.
De hecho, hace hincapié en la importancia de cursar un posgrado específico sobre esta labor en la salud mental, con vistas a que permita a los profesionales del futuro abordar estos casos con competencias básicas, como aspectos legales, procesos médicos o intervención en familias.