Sergio Castaño Riaño
La guerra entra en una nueva fase con el envío de misiles de largo alcance y minas antipersona por parte de EE. UU. a su aliado y el recrudecimiento de los ataques rusos, la llegada de soldados norcoreanos y la renovada amenaza nuclear de Putin a Europa. Todo, a poco más de un mes de la llegada de Trump a la Casa Blanca.
La decisión adoptada por Joe Biden de permitir a Ucrania el lanzamiento de misiles suministrados por Estados Unidos contra territorio ruso representa la antesala de un nuevo episodio en el conflicto. La respuesta de Vladimir Putin aprobando cambios en la doctrina nuclear rusa abre la puerta al posible uso de armas de destrucción masiva.
Un conflicto que supera la dimensión Rusia y Ucrania
La situación generada en Ucrania tras el Euromaidán en el año 2014 inclinó al gobierno de Kiev hacia los intereses de la UE y de la OTAN. No obstante, más allá de las cuestiones internas y de las diferencias históricas entre Rusia y Ucrania, resulta necesario atender a cuestiones geopolíticas para entender las causas que motivaron la invasión.
Las diferentes iniciativas impulsadas por la Unión Europea y por la OTAN para situar a Rusia y a los países de la antigua Unión Soviética bajo su órbita generaron un clima hostil en algunos sectores rusos y encontraron una respuesta directa, una vez que Vladimir Putin accedió a la presidencia del país en el año 2000. Así, propuestas como la Política Europea de Vecindad, el Consejo OTAN-Rusia, o la aproximación de la OTAN a Ucrania y a Georgia fueron interpretadas como una amenaza contra los intereses rusos.
La capacidad de respuesta de Rusia se encontraba muy lejos de la que había tenido la Unión Soviética en periodos anteriores. Sin embargo, en inicio de las negociaciones entre la OTAN y Georgia encontró la primera respuesta militar por parte de Rusia en el año 2008. Seis años más tarde, Rusia de nuevo mostró su poder militar cuando, tras el Euromaidán, tomó la decisión de anexionar Crimea. Las tensiones entre Rusia y Ucrania continuaron durante los años posteriores, mientras que, de forma paralela, la distancia entre Moscú y los países occidentales también iba en aumento.
En este contexto, y bajo el pretexto de proteger a la población rusa que habitaba en Ucrania, Vladimir Putin ordenó la invasión del Donbás, en una operación que, a su vez, el Kremlin presentaba como una acción para frenar las ambiciones de la OTAN por incrementar su presencia en territorios limítrofes con Rusia.
Dimensión internacional del conflicto
La reacción de los países europeos y de Estados Unidos al comienzo de la ofensiva rusa fue inmediata en apoyo a Ucrania. Por su parte, Rusia construía un relato opuesto en el que incluso evitaba hablar de guerra y definía su presencia en Ucrania como una “operación militar especial”.
Cabe destacar, que tan solo unos días antes de que Rusia iniciara la invasión del Donbás, Vladimir Putin acudió a la inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno en Pekín, en la que se pudo observar la excelente sintonía que ya mantenía con el líder chino Xi Jinping.
Vladimir Putin y Xi Jinping.
Aunque China no ha mostrado un apoyo explícito a Rusia en la guerra de Ucrania, las relaciones entre Rusia y China vienen a reforzar el papel que ambos países quieren jugar en la construcción de un orden mundial multipolar que desplace a Estados Unidos de la posición hegemónica que ha mantenido durante décadas. Estas alianzas se han concretado en iniciativas como la de los BRICS+, que pretende actuar como una clara alternativa al G7.
Por tanto, el apoyo militar y logístico ofrecido por la UE y por Estados Unidos a Ucrania, así como las sanciones económicas impuestas a Rusia, forman parte de una estrategia que va más allá de Ucrania y con la que se busca frenar las ambiciones geopolíticas de Moscú. La ayuda prestada a Ucrania ha sido determinante para equilibrar las fuerzas en el conflicto y ha mantenido la guerra en una fase de estancamiento durante meses. Sin embargo, los últimos acontecimientos están provocando cambios significativos, cuyas consecuencias tendrán un impacto directo en el juego de equilibrios internacional.
La reciente presencia de tropas norcoreanas respaldando a Rusia ha sido interpretada en Estados Unidos como una ayuda encubierta de China a Rusia. La aceptación de ayuda extranjera se señala desde EE. UU. como una alteración de las reglas del juego y ha motivado la reacción de Joe Biden con la autorización a Ucrania del uso de misiles estadounidenses para impactar en suelo ruso. La decisión de Biden también ha encontrado una respuesta por parte de Rusia que ha amenazado con escalar la intensidad del conflicto y atacar con armamento nuclear.
Lanzamiento de un misil en la guerra de Ucrania.
La decisión de Biden tiene lugar tan solo unos días después de que las elecciones en Estados Unidos dieran una contundente victoria a Donald Trump. En este sentido, el futuro presidente se ha manifestado en numerosas ocasiones contrario a mantener la ayuda a Ucrania y ha asegurado que podría acabar con la guerra en tan solo 24 horas.
Un futuro incierto
A dos meses de que Donald Trump tome posesión del despacho oval, y cuando se cumplen mil días del inicio de la guerra, la situación en Ucrania ha alcanzado un momento crítico. Una vez obtenida la autorización, Ucrania ha lanzado los primeros misiles ATACMS contra objetivos rusos. El comunicado del Ministerio de Defensa ruso asegura que no hubo víctimas ni daños destacados, pero el simple hecho de que Ucrania utilice armamento estadounidense para atacar a Rusia representa una clara escalada en el conflicto y da argumentos a Rusia para poder traspasar las que, hasta ahora, se consideraban líneas rojas.
Para el ministro de exteriores ruso, Serguéi Lavrov, la decisión de Biden se interpreta como una señal de la voluntad de Estados Unidos por escalar el conflicto, por lo que, para Rusia empieza una nueva fase que impulsará al Kremlin a actuar en consecuencia con una respuesta apropiada.
Por su parte, Josep Borrell, quien también se encuentra en sus últimos días de mandato como Alto Representante de la UE, ha confirmado el apoyo mayoritario de los países de la UE y su compromiso con Ucrania. No obstante, el reciente contacto mantenido entre el canciller alemán Olaf Scholz y el presidente ruso, Vladimir Putin, invita a pensar que algo podría estar cambiando en el seno de la UE, y que, algunos países podrían iniciar un giro para restablecer las relaciones con Rusia, con quien se sigue manteniendo una clara dependencia energética.
Por otro lado, se avecinan cambios políticos importantes en Estados Unidos que van a generar nuevos enfoques en la postura de Washington hacia el conflicto. En el caso de que Donald Trump suspenda la ayuda a Ucrania, la responsabilidad en la defensa de Kiev recaerá en los Estados miembros de la UE, que se verán obligados a incrementar sus aportaciones. Esto pude dar lugar a divisiones dentro de la UE y a que se muchos países acaben aceptando una negociación impulsada por Trump en la que Putin podría erigirse como claro vencedor.
Donald Trump durante la reciente campaña electoral norteamericana.
El gran riesgo que se plantea es ¿qué hará Putin una vez que consiga sus objetivos en Ucrania? El caso de Ucrania podría repetirse en Moldavia, donde en las últimas semanas se ha celebrado un referéndum cuyo resultado ha estado muy igualado entre aquellos que quieren aproximarse a la UE (50,46%) y los que, por el contrario, aspiran a reforzar los lazos con Rusia (49,54%). De igual forma, la situación en Georgia también podría invitar a Putin a repetir las incursiones militares de 2008.
Por ello, más allá de finalizar la guerra en Ucrania, una resolución del conflicto implicaría reconocer la victoria de Putin y podría generar situaciones similares en otros países que terminarían por reforzar el poder geopolítico de Rusia, a la vez que abrirían un periodo de crisis en la UE.
Por su parte, Donald Trump mantendrá su política aislacionista y su estrategia política inspirada en “América Primero”, que busca alejarse de las tensiones internacionales que no afectan de forma directa a Estados Unidos y que, por el contrario, resultan cruciales para sus tradicionales aliados en Europa.
(*) Sergio Castaño es coordinador del Grado en Relaciones Internacionales de UNIR. Doctor en Integración Europea por la Universidad de Valladolid (Premio Extraordinario). A lo largo de su carrera ha participado en diferentes grupos de investigación internacionales en Bélgica, Italia, Portugal y Emiratos Árabes.
- Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales
- Facultad de Derecho