Diego Felipe Vallejo Espinoza
Todos los abogados desearíamos que a nuestras oficinas llegaran causas fáciles de ser resueltas, en las cuales las pretensiones de nuestros representados se aceptaran en una primera instancia.
Se dice que un abogado vive de su prestigio, por lo que es muy común creer que el mejor abogado es aquel que nunca perdió un solo juicio; pero esta afirmación es relativa, en contraposición recordemos la frase de Concepción Arenal “El hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído”.
Dicha frase se acuñó hace siglo y medio por una abogada española, lo que indica que el profesional del Derecho que logró cambiar la circunstancias de los hechos en base a su suspicacia, experiencia y preparación del caso, tiene un valor mayor al de aquel que pudo triunfar en su primer intento.
Todos los abogados desearíamos que a nuestras oficinas llegaran causas fáciles de ser resueltas, en las cuales las pretensiones de nuestros representados se aceptaran en una primera instancia. Pero en la práctica exigir un derecho y probarlo ante los sistemas de justicia es un reto; como también es un desafío para la contraparte que tiene que defenderse de las pretensiones planteadas en un juicio.
La palabra abogado proviene del verbo abogar: “Interceder, hablar en favor de alguien o de algo”
Para ello recordemos los orígenes del verbo abogar: “Interceder, hablar en favor de alguien o de algo”, según el diccionario de la Real Academia
Muchas veces, a pesar de que el letrado haya puesto el mayor empeño en defender una causa, los resultados no son los esperados ya que la decisión no radica en el abogado que defiende la causa pues la sentencia emana de un juzgado o tribunal y de los jueces que las integren.
Por esta razón, un profesional del derecho nunca debe asegurar que ganará una causa sin antes haber pasado por los tribunales; y, al contrario, deberá informar a su cliente de que toda causa tiene un porcentaje de riesgo de que los jueces fallen a favor de la contraparte.
Cuando nos notifican una sentencia que no es favorable para nuestros intereses el abogado debe tener una actitud serena, sin angustiarse, y ordenar las ideas para hablar con su representado de las acciones que se pueden plantear. Pero no es menos cierto que los clientes llegan a molestarse por el resultado y optan por cambiar de representación legal en una segunda instancia, a causa de este resultado. También suelen surgir problemas de honorarios.
Si el abogado es sincero y su cliente percibe el compromiso que tiene el letrado con sus intereses muchas veces se opta por proseguir las fases de recurso planteados en otras instancias, en las que una vez más se debe discutir la cuestión de honorarios del profesional. En la actualidad, el Derecho se ha vuelto muy técnico y, por tal razón, plantear un recurso requiere preparación, tiempo y medios o incluso, tal vez, sea necesaria la intervención de un colega experto en el recurso planteado para realizar un defensa conjunta.
El letrado debo ser muy ético con su cliente. Por ello debemos plantearnos la siguiente pregunta ¿Debo defender una causa perdida?
Pero también hay que plantearse un escenario poco agradable, como es recibir en nuestros despachos causas que no van a tener una solución jurídica favorable de quien busca la representación de un abogado. Por ejemplo, una causa penal en la que exista la evidencia en cadena de custodia con más de un testigo y medios electrónicos que demuestren la responsabilidad así como la materialidad del delito; o una causa civil en la que un banco exige el pago de una deuda, que se encuentra garantizada con una hipoteca y en la que nuestro cliente está en mora en su obligaciones.
El problema no radica en que el abogado tenga que defender un caso perdido, sino en que hagamos creer a nuestro cliente que puede ganar. El letrado debo ser muy ético con su cliente. Por ello debemos plantearnos la siguiente pregunta ¿Debo defender una causa perdida?
En este punto se aprecia la suspicacia del profesional del Derecho en buscar salidas alternativas como son la negociación o buscar el mal menor para nuestro representado; pero no es buena idea que el abogado busque plantear recursos que sabe que no van a prosperar, con el fin de tener ingresos mediante honorarios. Pues el cliente, en el camino, buscará el criterio de otro profesional que le indicará que su causa no prosperará y que está gastando recursos innecesarios que pueden complicar su situación. Además el prestigio del abogado se verá comprometido.
El derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando
El último de los consejos es tener un despacho organizado,. No es factible que perdamos una causa por descuido de nuestros deberes como abogados. Debemos ser cuidadosos en el momento en que debemos presentar nuestras pruebas, preparar a los testigos que intervengan en el juicio; pero sobre todo no dejar de preparar nuestras causas ya que como se indicó en un post anterior ninguna causa es igual a otra. Finalmente recordemos uno de los mandamientos del abogado del famoso jurista uruguayo Eduardo Coture “el derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.”
Nuestra lucha diaria como abogados es pensar cómo podemos luchar en contra de esas causas que parecen perdidas, lograr convencer con nuestros argumentos a los jueces de que somos dignos de ser considerados como vencedores de la contienda jurídica y, por ende, de los intereses de nuestros representados.