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Custodia compartida; cómo evitar el síndrome del “niño maleta”

Un uso incorrecto la custodia compartida puede tener consecuencias negativas, como explica autora en este artículo: que los menores muestren inestabilidad e inseguridad debido al continuo ir y venir de casa en casa, sin llegar a conseguir un clima adecuado para su desarrollo o una rutina estable

Antes del año 2005, fecha en la que se introdujo la custodia compartida en nuestra legislación, era prácticamente impensable que una pareja que tomaba la decisión de divorciarse optase por un régimen de custodia compartida con respecto a sus hijos.

La situación habitual era otorgar la custodia exclusiva a la madre, con régimen de visitas al padre, situación que no le permitía participar en la vida de sus hijos, sintiéndose en muchas ocasiones como meros visitadores.

Sin embargo, en la actualidad, cada vez son más los padres y madres que pensando en el beneficio de los menores, deciden dejar a un lado sus rencillas personales y ejercen la corresponsabilidad parental de manera consensuada e igualitaria.

Debido al incremento producido en el otorgamiento de custodias compartidas, los profesionales observan a la vez el desarrollo de un síndrome hasta ahora desconocido: El síndrome del niño maleta.

Si bien es cierto que en absoluto es una tónica demasiado extendida, pone en alerta a los profesionales sobre los problemas que pueden derivarse de un ejercicio incorrecto de la custodia compartida.

Los menores que sufren este síndrome muestran inestabilidad e inseguridad debido al continuo ir y venir de casa en casa

Los menores que sufren este síndrome muestran inestabilidad e inseguridad debido al continuo ir y venir de casa en casa, sin llegar a conseguir un clima adecuado para su desarrollo o una rutina estable. Esta situación se traduce a largo plazo en problemas escolares y de conducta que pueden generar trastornos graves.

Para que este cambio vital afecte lo menos posible a los menores, los padres deben ser responsables, adultos y maduros. Algo que parece muy fácil de decir, y que sin embargo debido a la fuerte carga emocional que un proceso de separación conlleva, queda relegado a un segundo plano debido a conductas más bien irracionales y poco beneficiosas para los hijos, que sufren de manera directa las consecuencias de las desavenencias entre los padres.

Paloma Pérez-Solero Puig, psicóloga y terapeuta especializada en conflictos familiares, considera que el régimen de custodia compartida es idóneo para los menores. “El mayor beneficio es que el menor sigue manteniendo vínculo con ambos padres; está constatado que en el ejercicio de la custodia exclusiva, se pierde este vínculo afectivo”.

En su propia experiencia, dice que los padres divorciados le trasladan su sensación de que “no tienen tiempo de educar en un día intersemanal o en un fin de semana”. A la larga, esta situación puede tener una repercusión negativa, como sensación de abandono por parte del menor con respecto del progenitor no custodio.

Pero antes de sentarse a redactar las cláusulas del convenio regulador que regirá la nueva situación familiar, es muy importante llevar a cabo “una restauración emocional, un proceso que sane el dolor de ambos. En resumen, preparar a los cónyuges para la separación”.

Como no todas las familias son iguales, debemos huir de las fórmulas tipo: Hay que personalizar la custodia compartida

Tras la crisis familiar y después de haber superado esta primera fase, el niño debe cambiar lo menos posible el orden establecido hasta entonces.  Y como no todas las familias son iguales, debemos huir de las fórmulas tipo. “Hay que personalizar la custodia compartida” afirma Paloma Pérez-Solero.

Y añade: “un reparto al 50-50 no tiene porqué representar el orden anterior ni ser idóneo para una determinada familia. Si uno de los progenitores siempre ha trabajado fuera del hogar más horas que el otro, para él será complicado de la noche a la mañana pasar toda una tarde con su hijo, y éste acabará pasando tiempo con terceras personas, pudiendo ocasionar conflictos”. Por ello, hay que analizar de manera pormenorizada cada situación familiar.

¿Cuál es el problema de este tipo de custodia? La experta lo tiene claro: “Puede ser caro. En una separación, siempre hay uno que disminuye su nivel de vida, y es difícil que haya dos viviendas con las mismas condiciones que antes”. Sin duda la situación idónea es que el menor se quede en la misma casa y sean los padres los que realicen los cambios.

Como la mayoría de las ocasiones resulta inviable, se tomarán las decisiones que afecten lo menos posible a su día a día. “Por ejemplo, – comenta la psicóloga Pérez-Solero- si es el padre quien los llevaba al colegio de manera habitual, podrá seguir haciéndolo, aunque sea en el periodo de custodia de la madre. También es recomendable que, si tienen un cuidador, éste continúe yendo a ambas viviendas”.

Nunca nos divorciamos de nuestros hijos

En conclusión, psicólogos, terapeutas y profesionales del mundo del Derecho coinciden en un punto; siempre hay que buscar el beneficio de los más pequeños.

Y este beneficio sin duda pasa por proteger el mundo que conocían hasta la fecha de la ruptura. Recordemos, como siempre decimos en el despacho, que podemos divorciarnos de nuestra pareja, pero nunca podremos hacerlo de nuestros hijos.

Pilar Vilella Llop. Abogada, periodista y secretaria de la Agrupación de Jóvenes Abogados del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid.

 

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