Sonia Alda Mejías
La elección de Trump como presidente, que tendrá un poder como no lo ha habido en muchos años en Estados Unidos, no afectará por igual a todos los países de la región. El nivel de dependencia económica o la sintonía ideológica marcarán los próximos cuatro años.
Ciertamente, hay motivos de preocupación fundados en la región, ante la elección de Donald Trump. Como presidente de Estados Unidos, sus planteamientos ideológicos de corte ultraliberal y de ultraderecha nacionalista le convierten en un actor desestabilizador a nivel global y también en América Latina. No es posible negar la reconfiguración geopolítica global con Donald Trump, en un momento de gran inestabilidad y conflictos abiertos, a nivel internacional.
En lo que se refiere a la región, cabe señalar, sin embargo, que las repercusiones variarán según los niveles de dependencia política y económica de las repúblicas latinoamericanas respecto a la potencia norteamericana. Incluso hay países que podrán verse beneficiados, por la proximidad ideológica con el nuevo presidente, como es el caso de Nayib Bukele o de Javier Milei, presidentes de El Salvador y de Argentina, respectivamente.
Son muchas las preguntas sobre las implicaciones para América Latina ante la nueva presidencia de Trump. Los pronósticos, en este sentido, sobre las “consecuencias catastróficas” con la victoria electoral de Trump abundan en América Latina. Sin embargo, bajo este enfoque, pareciera que la administración Biden habría fomentado relaciones con la región, desarrollado políticas multilaterales o propiciado el intercambio hemisférico y que las políticas de inmigración tuvieran una orientación particularmente aperturista. Pero nada de esto ha ocurrido. De hecho, aunque lejos de equiparar ideológicamente a Biden con Trump, se detecta alguna continuidad con respecto a las políticas de la primera presidencia de Trump (2017-2021), en la administración Biden. En este sentido, Biden ha moderado algunas políticas, de su antecesor, pero no las ha desechado, como las políticas migratorias.
Aunque lejos de equiparar ideológicamente a Biden con Trump, se detecta alguna continuidad con respecto a las políticas de la primera presidencia de Trump (2017-2021), en la administración Biden.
Cientos de migrantes se agolpan junto al muro que separa Estados Unidos de México.
Hay un punto en común esencial, la poca trascendencia estratégica que tiene la región, desde hace años, para demócratas y republicanos. En la reciente campaña electoral, la atención a los vecinos del sur ha sido mínima y su mención se ha concentrado fundamentalmente en la inmigración. Este es el principal problema, que preocupa tanto a norteamericanos, como a los países latinoamericanos.
Hay un punto en común esencial entre Biden y Trump, la poca trascendencia estratégica que tiene la región, desde hace años, para demócratas y republicanos. En la reciente campaña electoral, la atención a los vecinos del sur ha sido mínima y su mención se ha concentrado fundamentalmente en la inmigración.
Bajo esta perspectiva, en absoluto, se pretende negar las consecuencias del cambio con la administración Trump, quien bajo acusaciones racistas ha justificado deportaciones masivas y ha amenazado con sus políticas comerciales proteccionistas. Ciertamente el enfoque político es diferente.
La administración demócrata ha insistido más en la promoción de los derechos humanos, el multilateralismo y el fortalecimiento de la democracia, frente al bilateralismo que ya practicó Trump y la insistencia en la seguridad.
Sin embargo, se ha mantenido, durante la presidencia de Biden, una política migratoria restrictiva y en el discurso de Kamala Harris, la candidata demócrata, se han contemplado las deportaciones masivas, aunque no llegaran a las cantidades anunciadas por su opositor. De hecho, se anunció un plan de ayuda a Centroamérica, para abordar la inmigración, desde sus causas, pero lo cierto es que no terminó de implantarse o muy parcialmente.
La administración demócrata ha insistido más en la promoción de los derechos humanos, el multilateralismo y el fortalecimiento de la democracia, frente al bilateralismo que ya practicó Trump y la insistencia en la seguridad.
En cuanto a las relaciones comerciales, con la región, no se han establecido barreras comerciales abiertamente, pero no modificó la renegociación del T-MEC (acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá), que incluye algunas medidas proteccionistas, especialmente en el sector automotriz y que incorporó Trump en su primera administración. Tampoco ha sido perceptible el cambio en las sanciones establecidas a regímenes como Venezuela o Nicaragua y Cuba.
El senador y próximo secretario de Estado Marco Rubio.
El nombramiento como secretario de Estado del senador Marco Rubio, de origen cubano, cabe suponer que recrudecerá la política contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, ya que desde hace años se ha mostrado muy activo en combatir estos regímenes mediante el aislamiento y penalización a sus gobiernos.
El nuevo socio de la región
Por su parte, la región también ha cambiado y se presenta menos vulnerable a la influencia norteamericana. China ha encontrado un espacio idóneo, ante el vacío de liderazgo norteamericano, para tener una presencia extraordinaria, en toda la región, en muy pocos años.
Otro aspecto, que también redimensiona las repercusiones que tienen los cambios en la administración norteamericana, ya que la región cuenta con otro socio comercial e inversor alternativo. En el período 2000-2022, el comercio de bienes entre la región y China se multiplicó por 35, mientras que el comercio total de la región con el mundo solo se multiplicó por cuatro. (Cepal, Perspectivas del Comercio Internacional, 2023). Estos datos significan que el gigante asiático ha pasado a ser el segundo socio comercial del conjunto de América Latina y el principal de Sudamérica.
En el período 2000-2022, el comercio de bienes entre Latinoamérica y China se multiplicó por 35, mientras que el comercio total de la región con el mundo solo se multiplicó por cuatro. El gigante asiático ha pasado a ser el segundo socio comercial del conjunto de América Latina y el principal de Sudamérica.
Dicho esto, no cabe duda de la importancia de los efectos que los cambios de la nueva administración, lo que justifica la preocupación en la región, por la puesta en práctica de las medidas anunciadas. Existe el precedente de la primera presidencia trumpista, una referencia indispensable, pero en esta campaña el discurso de Trump se ha radicalizado más, si cabe.
Un yuan chino sobre el mapa de Sudamérica, como imagen de la fuerte presencia comercial china en la región.
Política migratoria
La principal preocupación es el endurecimiento de la política migratoria, según el nuevo presidente llevará a cabo “el mayor esfuerzo de deportación en la historia de Estados Unidos”. Una cuestión que no sólo afecta a los emigrantes, sino a las economías de los países, ya que las remesas suponen un porcentaje importante en su PIB, como en México o, muy particularmente, en el Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras).
Así mismo, se ha anticipado un endurecimiento de las restricciones para solicitar asilo, lo que dificultaría que personas que huyen de la violencia o persecución encuentren refugio en Estados Unidos. Trump planea poner fin a programas de acogida como el Estatus de Protección Temporal (TPS) que han beneficiado a venezolanos, haitianos, nicaragüenses y cubanos en los últimos años.
De igual manera, se espera que Trump ejerza mayor presión sobre países como México, Panamá y Colombia para detener el flujo migratorio hacia EE. UU. México probablemente se verá obligado a desempeñar un papel más activo en limitar las llegadas a la frontera sur de Estados Unidos.
Proteccionismo comercial y relaciones bilaterales
El proteccionismo comercial abanderado por Trump puede tener también importantes repercusiones económicas para la región, en relación con sus exportaciones a EE.UU. El país mas afectado, tanto por las políticas migratorias como por el proteccionismo comercial, es México. Trump ha amenazado con imponer aranceles de hasta 200% a las importaciones mexicanas, lo que podría tener un efecto muy negativo en sus exportaciones hacia EE.UU., ya que es su principal socio comercial.
A esto se agrega la posible desigualdad en las negociaciones de la región con Estados Unidos, ya que Trump fomenta las relaciones bilaterales y desprecia las organizaciones multilaterales, lo que significa una clara desventaja para los países latinoamericanos en cualquier negociación comercial o de otra naturaleza.
Mas allá de las repercusiones de la política exterior norteamericana, en los intereses latinoamericanos, cabe mencionar la influencia ideológica de Trump y el reforzamiento de la extrema derecha en América Latina. El machismo, la homofobia, el racismo y los partidarios de la “mano dura” tienen numerosos seguidores en América Latina y su triunfo puede hacer más influyente su presencia política y social.
El triunfo de Trump hace más posible una vuelta de Jair Bolsonaro a la presidencia del Brasil, y Javier Milei o Nayib Bukele no dejarán de insistir en las virtudes de estos planteamientos. Trump permite reforzar posiciones de ultraderecha, también en América Latina, que polaricen más la región.
(*) Sonia Alda Mejías es coordinadora académica del Máster en Estudios de Seguridad Internacional de UNIR.
- Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales