Óscar Fernández León
Para arrojar algo de luz y dar ánimo a aquellos que se estén planteando el ejercicio profesional de la abogacía, cuatro abogados veteranos reflexionan sobre ello. A los futuros alumnos, os ayudará a aclarar, de forma positiva, muchas de las dudas que alberguéis.
Los abogados veteranos son plenamente conscientes de las dificultades con las que se encuentra todo joven abogado cuando comienza su práctica profesional. A pesar de la fuerza e ilusión que lo impulsa, vive en sus primeros avatares profesionales rodeado de multitud de inquietudes, dudas y preocupaciones. Todas ellas están alentadas por la ignorancia y desconocimiento de numerosos aspectos de la profesión, que solo se podrán conocer en su justo término gracias a la acumulación de experiencias que dan los años de práctica.
Por ello, y para arrojar algo de luz y dar ánimo a aquellos que se estén planteando estudiar el Máster en Abogacía Online y ejercer profesionalmente, cuatro abogados veteranos reflexionan sobre ello. A los futuros alumnos, os ayudará a aclarar, de forma positiva, muchas de las dudas que alberguéis.
Sergio Diaz López
Comencé el ejercicio de la abogacía a finales de 2002. Han pasado casi 16 años desde entonces y la principal enseñanza que esta profesión me ha dado es que nunca puedes creer que lo sabes todo. Lo que resulta apasionante en la abogacía es la necesidad y simultánea avidez de conocimientos, que se ve alimentada con un importante porcentaje de los asuntos que llegan a nuestro despacho. Cada uno de los retos que se plantean en el día a día, exige un estudio y revisión constante de la normativa, jurisprudencia y tendencia doctrinal, que proporcionan al letrado un crecimiento personal y profesional que, aunque pueda resultar imperceptible, con el paso de los años de ejercicio va tomando cuerpo.
Esa continua búsqueda de la mejora, sazonada con la satisfacción y el agradecimiento que en muchas ocasiones se recibe por parte de los clientes, es a mi juicio el mayor de los tesoros que podemos disfrutar como abogados en ejercicio. Tengo la plena convicción de que, cuando pasen otros 16 años y me vuelvan a hacer esta pregunta, responderé exactamente lo mismo; pues como dijo Aristóteles, el hombre nada puede aprender sino en virtud de lo que sabe.
Noemí Hernández Merchán
Son muchas las cosas que se aprenden a lo largo de los años cuando se ejerce la abogacía. Algunas son positivas, otras son muy positivas e incluso reconfortantes, y otras, no demasiadas. No diré que son negativas, porque de todo se aprende, pero sí pueden dejar una cierta sensación de desazón y amargura que se va diluyendo con el paso de los días. En cualquier caso, todas las experiencias vividas como abogado van formar parte de tu vida y van a influir en tu modo de comprender y desarrollar la profesión.
Particularmente, y por mi experiencia profesional, creo que para ser un buen abogado, y no un abogado de esos que algunos clientes denominan “picapleitos”, se deben cumplir al menos dos premisas. La primera es que para ser un buen abogado hay que amar la profesión, si esto no se cumple va a ser difícil que se pueda aprender y disfrutar del ejercicio de la abogacía; y la segunda es que hay que ser honesto. Primero hay que ser honesto con uno mismo, y después hay que serlo con el cliente, con los compañeros de ejercicio y también, cuando se comparece ante ellos, en los Juzgados y Tribunales. Por supuesto, hay muchas más cosas que se aprenden y muchos más los valores que te enseña el ejercicio de la abogacía, pero desde mi experiencia profesional los principios que acabo de referir se configuran como una auténtica “conditio sine qua non”.
Gerardo Parejo Fernández
Los primeros años de ejercicio fueron muy duros, cada caso que perdía o que no se resolvía como yo esperaba se traducía inmediatamente en ansiedad y noches sin dormir hasta el punto de que muchas veces me planteaba si había hecho bien escogiendo esta profesión. A día de hoy, supongo que fruto de la madurez y experiencia adquirida con los años, esa sensación, de la que pienso que nunca podré librarme completamente (gajes del oficio), se produce cada con vez menor intensidad, y cuando sucede lo que hago es focalizarla y traducirla en ilusión y fortaleza con los que afrontar el siguiente envite.
Pero lo que más valoro de esta profesión, y compensa con creces todas las malas experiencias que pueda depararme, es que a pesar de todos los reveses, frustraciones, decepciones y fracasos, todo ello queda enmudecido desde el momento en que tengo la certeza de que gracias a mi labor la vida de alguien ha cambiado a mejor. Cuando esto sucede, sé que no existen penurias suficientes en el ejercicio de la abogacía que no queden compensadas con ese sentimiento que tienes cuando eres consciente de estar participando en la importantísima labor social que llevamos a cabo los abogados. Pocas profesiones pueden presumir de mejorar la vida de la gente, y la abogacía, sin duda, es una de ellas.
José Luís Borreguero Ruíz
Como abogado especializado en el asesoramiento legal de empresas, mi experiencia personal tras casi veinte años en el ejercicio de la profesión, es que ser abogado conlleva ser muy trabajador (en la mayoría de las ocasiones una buena labor profesional se basa en el trabajo más que en otras aptitudes) y, en segundo lugar, ser muy metódico y reflexivo. Intento dar al cliente todas las alternativas posibles para la óptima resolución del asunto. Aparte de estas aptitudes, el ejercicio me ha enseñado (en el ámbito empresarial), que en muchas ocasiones el abogado suele ser un fiel compañero en el intricado, confuso y cambiante mundo de los negocios empresariales
En otras ocasiones, el abogado suele ser el último recurso a quien se pregunta cuando ya no se sabe qué hacer, o por dónde tirar, y del que se espera la ‘solución mágica’ o definitiva al problema; y, en otros muchos casos, el abogado es la última trinchera o frontera de la ley, como defensor del derecho ante los embates del ‘voraz capital’ o ante empresarios que desean realizar negocios por encima de todo, convirtiéndose el abogado en el baluarte de la ley. En cualquiera de estos casos, una vez terminada dicha labor, siempre te queda la grata sensación de haber realizado las cosas bien hechas, haber satisfecho al cliente y ganarte la vida mediante la realización de tus conocimientos y habilidades personales.