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El estado social ante la crisis financiera actual: ¿auge o crisis?

Lo damos por hecho: la desaparición del Estado social es necesario para salir de la crisis financiera actual. Sin embargo, al mismo tiempo, cada vez los ciudadanos necesitan más la protección del Estado. De este modo, en vez de destruirse el Estado social, cada día se le está legitimando más.

Lo damos por hecho: la desaparición del Estado social es necesaria para salir de la crisis financiera actual. Sin embargo, al mismo tiempo, cada vez los ciudadanos necesitan más la protección del Estado. De este modo, en vez de destruirse el Estado social, cada día se le está legitimando más. Esto implica que el Estado no podrá llevar a cabo una absoluta nacionalización de la economía, aunque siguiese los cauces procedimentales de expropiación establecidos en la ley, ya que debe respetar la existencia de un libre comercio en los ámbitos no estratégicos de la economía. Y esto lo supo ver claramente Heller. 

Pero dicho incumplimiento también se daría si el Estado descuidase su obligación de procurar la progresiva minoración de las desigualdades sociales, con el fin de lograr una clase media robustecida. Esto es necesario, según Aristóteles, en toda democracia, entendiendo que el gobierno democrático solo será estable si la mayor parte de los ciudadanos del Estado gozan de una riqueza homogénea. Supondrá la existencia unos intereses sociales homogéneos, mayor consenso político y diálogo.

Por ello, entendía que la desigualdad es una de los males más perniciosos de los gobiernos, porque los ricos, en su opinión, verán al Estado como el instrumento a través del cual mantener su poder. A esto lo llamó oligarquía, mientras que los pobres buscarán toda aquella decisión que suponga la humillación y la minoración patrimonial injustificada de los poderosos. De este modo, en lugar de favorecer al Estado en su conjunto, lo que luego Rousseau denominará voluntad general, cada facción buscará el poder para obtener su propio beneficio particular, aunque ello perjudique al Estado en conjunto.  

De este modo, a diferencia de lo defendido por Forsthoff y Doehring, para quienes el Estado social es contrario al Estado de Derecho, creemos, junto con Heller y Ruiperez, que ambos modelos no solo son compatibles, sino que incluso se necesitan mutuamente, ya que los derechos sociales permiten hacer reales y efectivos los derechos liberales. Así, de nada puede servir reconocer a una persona el derecho a la libertad de expresión si carece los instrumentos necesarios para llevarla a cabo mediante una educación de calidad. Igualmente, es difícil disfrutar el derecho a la dignidad si un trabajador tiene unas condiciones laborales indignas de un ciudadano. Por tanto, el Estado social es el corolario imprescindible del Estado de Derecho, pues sin él, los derechos liberales no son reales y efectivos para una parte de la población.  

De nada puede servir reconocer a una persona el derecho a la libertad de expresión si carece los instrumentos necesarios para llevarla a cabo mediante una educación de calidad”

A finales del siglo XIX, el liberalismo se había establecido firmemente en casi toda Europa y la economía se encontraba en auge, por lo que una guerra de grandes dimensiones era impensable, de acuerdo con los fisiócratas. Al ser la burguesía quien tomaba las decisiones, una eventual guerra a gran escala sólo supondría pérdidas. Pero pronto los mercados nacionales se vieron saturados y el proteccionismo económico no permitió una salida al excedente económico generado que, de no colocarlo en algún mercado, produciría una crisis, lo que dio lugar al imperialismo.

Pero cuando culminó el reparto del mundo y los mercados expiraron saturados, el enfrentamiento era inevitable. Entonces se produjo la I Guerra Mundial y, tras su finalización, se extendió por Europa, con la Constitución de Weimar, de 1919, el modelo de Estado social (aunque la primera fue mexicana, Constitución de Querétaro de 1917), que establecía un modelo económico de intervención. Keynes, por su parte, fervoroso liberal, fue consciente que sólo se podría salir del Crac del 29 a través de ese sistema. Y rápidamente se extendió por el mundo.  

Pero en ese momento, las clases económicamente dominantes vieron que el Estado, al estar representados en él todos los intereses sociales, ya no servía a sus fines. Por esto motivo comenzaron a apartarse de la defensa del liberalismo y apostaron por el fascismo como un instrumento de dominación de clase. Por contra, muchos trabajadores, al no ver satisfechas las expectativas de igualdad establecidas en Weimar, comenzaron a radicalizarse en grupos que se contentaban con someter a todos a la misma situación de precariedad.

Así se extendió el totalitarismo por toda Europa y el afán de expansión de los mercados nacionales llevó, de nuevo, a un nuevo conflicto mundial. Tras II Guerra Mundial volvió el Estado Social con más legitimación que antes, pues servía ahora para evitar la expansión del comunismo durante la Guerra Fría. Pero después de la caída del Muro de Berlín, el Estado social se convirtió en un lujo innecesario y, una vez más, comenzó su desarticulación por el neoliberalismo, cuya desregulación del Estado trae causa la actual crisis económica. 

Debemos concluir que lo que realmente se encuentra en crisis no es el Estado social sino el sistema de libre competencia desregulada que condujo al mundo, en el pasado, a la devastación.

Por ello, debemos concluir que lo que realmente se encuentra en crisis no es el Estado social sino el sistema de libre competencia desregulada que condujo al mundo, en el pasado, a la devastación. Si seguimos permitiendo su destrucción, volveremos a incurrir en los errores del pasado y en conflictos de catastróficas consecuencias. No se trata de cambiar el sistema sino, sencillamente, de aplicar el modelo establecido en nuestra Constitución. Y no se trata sólo de desarrollar ese modelo a nivel nacional, sino también a nivel europeo o mundial. Sólo podrá mantener Occidente su legitimidad política hegemónica como fiel defensor de la Libertad e Igualdad, en opinión de Ferrajoli, si impide que esa crisis financiera suponga también una crisis de la Libertad. Es la garantía de los derechos humanos el principal sustento de nuestra cultura. Descuidar su defensa a nivel mundial puede implicar la pérdida de nuestra identidad como cultura. Y de esta conciencia depende, por tanto, nuestra existencia.  

  • Grado en Derecho y Ciencias Políticas

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