Ángeles Montes
Hace unos días salieron las notas del examen de acceso a la abogacía. ¡Aprobado! Ya puedo decir que soy abogada. Después de todo, el esfuerzo ha merecido la pena. Un mundo de posibilidades se abre ante mí, solo tengo que escoger mi camino.
Hace unos días salieron las notas del examen de acceso a la abogacía. ¡Aprobado! Ya puedo decir que soy abogada. Después de todo, el esfuerzo ha merecido la pena. Un mundo de posibilidades se abre ante mí, solo tengo que escoger mi camino.
En mi caso, la elección ha sido fácil: una amiga y yo ya habíamos planteado la posibilidad de abrir un despacho juntas. Mi preparación a lo largo de estos últimos años ha sido más académica, centrada en oposiciones y en seguir preparándome. Mientras tanto, ella ha ido trabajando en distintos despachos, para otras personas. Aunque con trayectorias muy diferentes, la combinación de ambas sea quizá un gran punto a favor. Poder trabajar con alguien que te complemente es siempre más gratificante.
Así que, después de rellenar unos cincuenta formularios y otras tantas visitas a Hacienda y organismos públicos, ya podemos decir que somos las orgullosas socias de un pequeño despacho de abogados. Ahora bien, ¿qué es un despacho de abogados para unas novatas como nosotras? No tenemos sede física (aún), cierto es que tendremos que buscar un local, pero nos planteamos la cuestión de si sería conveniente alquilarlo, con la inversión económica que ello supone, simplemente para que este proyecto tenga mejor apariencia de cara a la eventual clientela.
Cómo hacer una cartera de clientes
Habréis adivinado ya la respuesta: hemos optado por posponer la búsqueda de local unos meses, ya que hay algo mil veces más importante que el despacho en sí. ¿Y qué es? Los clientes. Siempre se puede trabajar desde casa o incluso desde la biblioteca, sin embargo, hace falta tener clientes para poder trabajar en algo. Pues manos a la obra, vamos a la caza y captura del cliente. Este es otro de los puntos fuertes de mi compañera. Dominio de redes sociales, organización de eventos y dar a conocer el nacimiento de este proyecto. También, el hecho de haber trabajado ya durante unos años el sector, le proporciona una cartera de potenciales clientes que estarán encantados de que les llevemos sus asuntos.
Yo, por mi parte, más inexperta en el sector, trato de captar clientes como se ha hecho de toda la vida, con el boca a boca. Las ocasiones en que he podido ofrecer mis servicios como abogada no han sido ni mucho menos planeadas, sino en conversaciones informales y fortuitas. Si bien reconozco haber cometido un pequeño error de cálculo… no tener tarjetas profesionales para ofrecer. Craso error, porque en primer lugar denota falta de experiencia y el cliente acaba por tomar la idea que le has dado, pero llevando el asunto a ‘un abogado de verdad’.
Seamos sinceros. Cuando nos operan de apendicitis, por muy sencilla que sea la operación, nadie quiere escuchar que el doctor que la dirige es la primera vez que la lleva a cabo. Pues con los abogados sucede igual y aunque solo se trate de reclamar doscientos euros, el cliente lo que quiere es que salga bien, no sentirse como un conejillo de indias. Y en segundo lugar, acabas proporcionando tu número personal de contacto al eventual cliente. Es decir, si llega a contratar tus servicios, podrá contactarte cualquier día y a cualquier hora, cada cinco minutos o cada tres días, por llamadas, mensajes o WhatsApp, lo que él decida y sin posibilidad de apagar el móvil. Así que, decidimos aceptar los consejos de abogados experimentados que nos guían en esta aventura: primero, comprar una tarjeta SIM sólo para el trabajo y segundo, diseñar una tarjeta profesional e imprimir copias cuanto antes.
La primera reunión
Llega por fin la reunión con el primer cliente, un conocido de mi compañera que, tras un divorcio terrible, ahora tiene problemas con el convenio regulador y quiere modificarlo. Después de horas delante de un espejo pensando cual será el atuendo más profesional y serio para esta importantísima reunión, llega un hombre totalmente afligido por su situación que no mira ni los zapatos de sus abogadas, ni si la camisa combina o no con los pantalones. Un hombre que está al límite de sus fuerzas y lo único que pide es que se le escuche y se le diga que su situación puede mejorar. En ciertas circunstancias, no resulta tan necesario tener memorizada toda la legislación o llevar la ropa adecuada, sino unas palabras de consuelo y una gran sonrisa.
Al salir de esta reunión, me he dado cuenta de que, aunque sean solo los comienzos, trabajo en un gran despacho de abogados. Un despacho en el que ayudamos a la gente, con todos los recursos a nuestro alcance y con una complicidad entre compañeras inmejorable. ¡Hoy me siento una gran abogada! Así que me gustaría dirigirme a todos los abogados recién colegiados como yo, para decirles que con ganas y esfuerzo, todo se consigue.
Así que vestiros con vuestra mejor sonrisa, llenad vuestros bolsillos de tarjetas y sabed que gracias a vuestro trabajo el mundo será un poquito mejor cada día.