Alfredo A. Rodríguez Gómez
China es un buen ejemplo de cómo utilizar esta variante del ejercicio del poder y que, en su caso, tiene por objetivo alcanzar paso a paso la supremacía política internacional.
La política exterior de las naciones es compleja; más aún en un mundo en evolución y con un orden mundial tremendamente complicado entre potencias estratégicas, pivotes estratégicos y países emergentes.
Una de las formas de hacerse valer por parte de las naciones es el poder afilado. China es uno de los países que más explota esta forma de poder en un marasmo de operaciones de influencia. ¿En qué consisten esas operaciones? ¿Cómo utilizan del poder afilado?
El concepto
Las operaciones de influencia son acciones llevadas a cabo por actores estatales o no estatales con el objetivo de influir en la opinión pública, las decisiones políticas o los eventos internacionales en beneficio propio o para alcanzar objetivos específicos. Estas operaciones pueden tener diversas formas y estrategias y, a menudo, se llevan a cabo de manera encubierta o sutil, utilizando medios como la propaganda, la desinformación, la infiltración, el soborno, el chantaje, la manipulación de la información y la influencia en redes sociales, entre otros.
Para qué se realizan
El propósito de las operaciones de influencia puede variar dependiendo de los intereses y las agendas de los actores involucrados. Algunos ejemplos comunes de objetivos incluyen:
- Moldear la percepción pública: tratar de cambiar la opinión pública sobre ciertas cuestiones, políticas o eventos, ya sea a nivel nacional o internacional.
- Desestabilizar a oponentes: crear discordia, división o confusión dentro de un país o una organización para debilitar su capacidad de respuesta o su cohesión.
- Obtener información confidencial: recopilar información clasificada o sensible a través de la infiltración, el espionaje u otras formas de recolección de inteligencia.
- Manipular procesos políticos: influir en elecciones, referendos, decisiones legislativas o procesos de toma de decisiones a nivel nacional o internacional.
- Avanzar en objetivos estratégicos: promover los intereses políticos, económicos o militares de un Estado o grupo a nivel global, regional o local.
Los poderes en las operaciones de influencia
Este tipo de operaciones las pueden realizar tanto Estados nacionales como actores no estatales, por ejemplo, grupos terroristas, organizaciones criminales o, desde un punto de vista comercial, empresas.
A menudo, estas operaciones se realizan de manera encubierta o clandestina para ocultar la identidad del actor detrás de ellas y evitar represalias o consecuencias legales. Sin embargo, en algunos casos, pueden ser abiertamente reconocidas y utilizadas como parte de la estrategia política o militar de un Estado.
Joseph Nye habla de tres tipos de poderes: blando (el soft power o poder de convicción), duro (hard power o poder de coerción) e inteligente (smart power o uso combinado de los anteriores para alcanzar los fines pretendidos). A estos tres poderes debemos añadir el poder afilado (sharp power), que va más allá. El término sharp power fue creado en 2018 por Christopher Walker y Jessica Ludwig, dos investigadores del National Endowment for Democracy (NED), que es un grupo estadounidense al que se le atribuye apostar por una política exterior dura.
China como exponente del poder afilado
China es un buen ejemplo de la evolución de estos conceptos. Es evidente que China pretende, y tal vez lo consiga, convertirse en la primera potencia mundial. Para eso, no solo cuenta la economía o el poder militar; también es importante la imagen, así que trabaja desde principios de este siglo en su marca país; es decir, en su diplomacia pública. Pero esto no basta; necesita ir un paso más allá. De hecho, sabe que esta diplomacia, o poder blando, debe avanzar conforme a los avances tecnológicos y de la comunicación.
Este país ha invertido, y sigue haciéndolo, cifras astronómicas para aumentar ese poder blando, pero últimamente esto generó una reacción en los países democráticos. Es decir, el mundo occidental conoce estas acciones chinas y el gigante asiático sabe que hay que dar una vuelta de tuerca al concepto de poder blando, porque el concepto, desde la Guerra Fría, ha quedado atrasado y ya no es aplicable en ese sentido anterior a los tiempos actuales.
El término soft power –la capacidad de influir en otros mediante la atracción y la persuasión en vez del poder duro de la coerción y el pago– se emplea en alusión al ejercicio de poder que no conlleve el uso de la fuerza. Sin embargo, siempre, pero muy en especial ahora, el poder depende de las victorias a través del poder duro, pero en muchos casos depende de la narrativa, que también da victorias (no olvidemos el dicho de que lo primero que muere en la guerra es la verdad).
La narrativa también forma parte del poder como una de sus fuentes. Hablando de China, su éxito económico ha generado los dos poderes, el duro y el blanco, pero a veces, uno y otro se contraponen. El uso del poder duro casa mal con las estrategias de poder blando, que casi siempre se contradicen.
Un ejemplo de esta contraposición se produjo cuando la República Popular castigó a Noruega por conceder el Premio Nobel de la Paz a Liu Xiaobo, disidente chino, o cuando amenazó con restringirle el acceso al mercado chino a una editorial australiana que había publicado un libro crítico con este país asiático.
El poder afilado
Y en todo esto, ¿cómo interviene el término afilado? Lo empleamos como sinónimo de guerra informativa y, por tanto, se contrapone al poder blando. El poder afilado, que toma recursos del blando, en realidad es una forma de poder duro. Opera manipulando la información, un valor intangible, que es una característica del poder blando –la reputación– pero también del duro. Como ejemplo, digamos que las amenazas verbales son intangibles pero coercitivas.
Cuando convences a terceros de tus posturas, es poder blando; cuando amenazas con la misma finalidad, es poder afilado. El uso abierto de esos medios para difundir señas de identidad es poder blando; manipular los medios y emplear otros encubiertos para difundir propaganda es poder afilado.
China es un país que aplica este poder afilado para alcanzar su objetivo final: ser el centro del poder internacional.
(*) Alfredo Rodríguez es coordinador académico del Máster Universitario en Estudios de Seguridad Internacional.
- Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales