Román Rodríguez Curbelo
Acompañar a docentes y a equipos directivos es, ante todo, una cuestión de liderazgo que presenta matices importantes con respecto al que se realiza a los estudiantes. Pero la base no varía: se necesita comunicación, conocimiento, empatía y cercanía.
“Necesitamos grandes líderes en nuestros centros educativos”. La directora académica del Máster en Acompañamiento Educativo, María del Mar Souto, está muy segura de la importancia de esta afirmación.
Estos expertos asesoran constante y planificadamente a docentes, educadores y equipos directivos. La idea es establecer con todos ellos un vínculo de escucha y reflexión según las necesidades pedagógicas del centro educativo y del propio acompañado.
Deben ser personas que apoyen desde una perspectiva amplia y social, y gracias a un conocimiento profundo de la organización y de quienes trabajan en ella.
Un asesoramiento adecuado no solo debe supervisar o controlar, sino también fomentar la mejora y el aprendizaje profesional para fortalecer el desarrollo personal y de la propia institución en la que se trabaja.
“Acompañar supone percibir, comprender, averiguar, comunicar y relacionarse para conseguir unos objetivos comunes”, añade Souto.
El equipo directivo suele respaldar al personal docente de manera interna. Y este equipo directivo, a su vez, es acompañado por un profesional o un equipo externos. Estos apoyos deben convertirse poco a poco en una práctica diaria que cree una “cultura de reflexión y colaboración” dentro de un ambiente de respeto y confianza, agrega Souto.
A diferencia del seguimiento a estudiantes, que busca guiarlos e implicarlos en su propio aprendizaje, el aplicado sobre docentes y directivos establece un enfoque sistémico para la mejora personal, profesional e institucional mediante distintos tipos de actividades, dada la diferencia entre adultos y jóvenes.
En cualquier caso, ambos procesos presentan semejanzas: “Se intenta potenciar la evaluación continua, la capacidad para afrontar y resolver nuevos problemas, y el contraste de ideas y de puntos de vista”, explica la directora académica.
¿Y las familias?
El papel de las familias en el acompañamiento es básico. Los agentes que intervienen en el sistema educativo siempre se relacionan y, por lo tanto, lo que afecte a uno, afectará a todos. Por ello, la comunicación continua entre familias y escuelas es para Souto fundamental.
Las familias confían en los profesionales el desarrollo personal, escolar y social de sus hijos e hijas, en un acto de “confianza plena” que han de recibir a cambio cercanía. Deben sentirse así acogidas y valoradas para, entre otras cosas, implicarse más con el centro escolar.
Reuniones presenciales o telemáticas, asistencia telefónica o encuentros entre el centro, los padres y los estudiantes, son algunas formas de acercar a todos los actores protagonistas de este apoyo. Todo redundará, según Souto, en una influencia positiva para el desarrollo integral de los niños y adolescentes.
“Es importante recordar que no todas las familias son iguales. Deben por ello conocerse sus características, necesidades y aspiraciones para conseguir asistirlas de manera óptima y personalizada”, asegura esta experta. Y también sus circunstancias.
Momentos difíciles
Porque la gestión sanitaria de la pandemia de coronavirus, la adaptación acelerada a las nuevas tecnologías, ciertos conflictos internos o incluso el fallecimiento de un miembro del grupo o de un familiar cercano son situaciones complicadas que, en muchas situaciones, resultan inevitables.
Deben afrontarse, hablarse e intentar resolverse lo antes posible para evitar que puedan influir en el funcionamiento o la estabilidad de la propia organización, sostiene Souto.
“Existe en ocasiones una tendencia a tapar las emociones. No deben ocultarse ni pasarse por alto: debemos afrontarlas, canalizarlas y resolverlas”, apunta. Las emociones de cada individuo influyen, de hecho, en todo el equipo. Y pueden debilitar o favorecer rápidamente la comunicación y determinadas actitudes.
Las interacciones entre personas generan “infinitos intercambios” dentro y fuera del propio centro educativo, y normalmente enriquecen. Pero, en ciertas ocasiones, producen obstáculos a superar durante el día a día.
Un buen directivo debe saber entonces detectar el clima emocional de los equipos, ese conjunto de actitudes, sentimientos y sensaciones mostradas en cada momento, y también acompañarlas y responderlas.
“Este trabajo permitirá modificar el estado emocional de todo el equipo y la consecución de los propósitos”, recalca Souto al respecto.
Comunicación e inteligencia emocional
Conocer ese estado emocional de las personas, más el trato con las familias y con los estudiantes y el conocimiento de todos los miembros de los equipos, conlleva una característica capital: comunicación.
Existe una tendencia a ocultar las emociones. Debemos afrontarlas y resolverlas.
Es la clave para todo acompañamiento, y el eje vertebrador en las relaciones porque genera confianza y ayuda a conseguir objetivos y a superar dificultades. Un proyecto educativo exitoso pasa necesariamente por un buen estado emocional.
“La inteligencia emocional de los miembros de una organización, su motivación, su confianza personal y en el proyecto, saber escuchar y comunicarse de manera eficaz, ayudan mucho para decidir y resolver posibles conflictos”, subraya.
Un máster surgido de la realidad
En el Máster en Acompañamiento Educativo de UNIR se trabajan todos estos aspectos estratégicos. “Orientar a estudiantes, hijos, hijas, además de a docentes y equipos directivos, supone uno de los mayores retos que se pueden afrontar individual y socialmente”, afirma la docente Yolanda Eugenia López.
Pese a que no hay recetas aplicables directamente, porque no hay dos niños, dos docentes ni dos familias iguales, conocer qué dice la investigación educativa y, sobre todo, contar con recursos prácticos y con estrategias contrastadas ayudará a desarrollar las capacidades imprescindibles para realizar una buena labor en torno a esta materia.
“Este máster te da las herramientas para ser mejor docente, mejor madre, mejor padre”, dice López. Los egresados conocerán cómo estructurar adecuadamente las actividades con las que desarrollar competencias, observarán mejor los entornos educativos y, en última instancia, aprenderán a comunicar mejor.
El título está ideado desde las aulas, para las aulas. Los docentes del título son profesionales con una amplísima experiencia en todos los ámbitos educativos.
Otra de sus fortalezas, además, estriba en que está diseñado desde la experiencia real en todas las etapas educativas, desde infantil hasta la universidad. Los casos prácticos en todas ellas son extrapolados desde las vivencias de muchos años de trayectoria.
“Contarás además con un tutor personalizado y un equipo docente que recorrerá contigo este título. Todo el equipo de UNIR se pone a tu disposición para hacer de este posgrado una experiencia memorable”, finaliza López.