Román Rodríguez Curbelo
La experta educativa asegura que los adolescentes necesitan sentirse respetados y comprendidos. Se les gana mediante la escucha activa y la empatía, sin imponer y sin desorientar desde el prejuicio. Recomienda además a familias y centros educativos ir de la mano en este acompañamiento.
Sonia López (@sonpa70) es maestra, divulgadora educativa y colaboradora en El País y en el Club de Malasmadres. A lo largo de su trayectoria profesional de casi 20 años ha compaginado su trabajo en una escuela primaria con cursos, jornadas y congresos. De hecho, impartirá una serie de clases magistrales en colaboración con el Máster de Formación Permanente en Acompañamiento Educativo de UNIR.
Un posgrado online en el que sus estudiantes comprenden el significado del acompañamiento en el proyecto vital de niños y adolescentes para extraer todo el potencial de la persona y favorecer su desarrollo evolutivo.
López Iglesias sostiene que acompañar a niños y a adolescentes no presenta diferencias sustanciales. En el fondo, todos ellos necesitan sentir que sus educadores están presentes y disponibles, que están a su lado simplemente porque les quieren, y que les aceptan tal y como son.
Entornos de respeto y comprensión
El acompañamiento se produce sobre todo en el hogar y en el centro educativo, los dos grandes escenarios en las vidas de los adolescentes, y su fundamento estriba en la cercanía, la confianza, la comprensión y el establecimiento de unos límites claros que protejan y al mismo tiempo enseñen.
Se crea así un ambiente de seguridad para el adolescente que comienza a abrirse al mundo adulto, y en ese entorno de respeto podrá crecer y superar con firmeza etapas siempre complejas. Ese ambiente resolverá la principal necesidad de los adolescentes: comprensión.
Porque un adolescente sufre a lo largo de estos años multitud de cambios físicos, psicológicos, cognitivos y emocionales. Durante este período experimenta muchas dificultades para modular bien sus emociones, para controlar sus impulsos y afrontar las frustraciones. Es una época convulsa, un tránsito muchas veces farragoso a la etapa de plena madurez. Ante esto, los adultos que rodean al adolescente deben tratar de entender este frágil proceso, y sobre todo aceptarlo y apoyarlo en todo momento.
Los jóvenes necesitan sentirse protagonistas en la construcción de sus vidas.
No obstante, esta tarea tampoco es fácil para el propio adulto. Sonia López considera esencial que los adultos entiendan las características que definen la adolescencia y que conozcan los cambios que sufre el cerebro adolescente durante este período evolutivo para prever y abordar mejor ciertas actitudes desajustadas.
La divulgadora advierte de que un adolescente puede sentirse incomprendido cuando, por ejemplo, los adultos no le conceden cierta libertad para explorar a su modo un mundo extraño que deben descubrir, o cuando les imponen expectativas o sueños vitales que no son suyos, y que en muchos casos terminan por ahogarles y limitarles.
Las decisiones que toma un joven son suyas, más allá de que sean más o menos acertadas desde un punto de vista adulto; merecen y necesitan por ello respeto. Los esfuerzos que aplica el adolescente con mayor o menor fortuna para resolver un problema merecen igualmente un reconocimiento.
Los reproches, las etiquetas despectivas y la insistencia en subrayar errores tampoco ayudan al adolescente a construir una identidad sólida. El joven se sentirá triste y desorientado. Y con razón.
Una buena base
Esta etapa, pese a todo, puede encararse mejor o peor en función de las habilidades y estrategias emocionales que el joven adquirió durante una infancia cálida y segura, en la que se le haya respetado, protegido y enseñado. El joven dispondrá de las bases adecuadas para lidiar con los inevitables cambios que padecerá, contará con una autoestima sana y partirá desde un buen autoconcepto.
Un caldo de cultivo ideal cuya ausencia tampoco condena para siempre: “El joven podrá conseguir todo lo que se proponga si encuentra a unos educadores referentes que le acompañan en su proceso de desarrollo con amor, que le alientan a trabajar desde la constancia por todo aquello que desea, y reconocen su protagonismo en la construcción de su propia vida”, asegura la experta.
La labor docente
Los docentes de los centros educativos cumplen un papel igualmente esencial. Más allá de la casa, los institutos y colegios son el otro gran espacio donde más tiempo pasan los adolescentes. El objetivo de los profesores es exactamente el mismo: hacer sentir queridos y aceptados a sus estudiantes para que, entre otras cosas, desarrollen todo su potencial académico y personal.
De hecho, para Sonia López es fundamental que los docentes sean muy conscientes de que su trabajo es clave para el buen desarrollo humano y para el correcto rendimiento educativo del alumno. Una labor que cobra especial relevancia cuando un estudiante carece de una familia que responda a sus necesidades vitales.
Es entonces cuando el profesor, como acompañante en su proceso de aprendizaje, debe suplir las carencias afectivas del joven y aportar calor humano y comprensión, y descubrirle motivos para que se esfuerce por lo que quiere y trabaje con honestidad para conseguir un buen futuro.
En cualquier caso, lo mejor es una combinación de ambas fuerzas. “Es esencial que la labor académica y familiar vayan de la mano, que profesores y familias formen un tándem perfecto para que el alumno vea y sienta que ambos agentes educativos pretenden ayudarle y motivarle de forma similar”, añade López.
Este gran reto para docentes y familias puede comenzar a solventarse desde la escucha activa y la empatía, dos conceptos de naturalezas entrelazadas.
Los adolescentes son realmente vulnerables en esta época, y en el fondo no dejan de sentir miedo cuando tratan de descifrar su entorno o de decidir ciertos aspectos de su vida presente y futura. Una escucha activa permitirá al chico sentir que esos miedos, que sus dudas e inquietudes interminables y que sus necesidades, no son caprichos ligeros, sino cuestiones importantes sobre las que alguien con más experiencia está dispuesto a involucrarse y a adoptar una actitud proactiva.
Esta capacidad del adulto no se explica sin empatía. Con ella es posible desprenderse de los prejuicios que planean en torno a la adolescencia, de evitar juicios y sermones estériles y en muchas ocasiones innecesarios, y derribar los falsos mitos que solo dificultan las relaciones con quienes transitan esta etapa.
“Si el joven siente nuestra empatía y afecto será mucho más fácil que muestre interés por compartir con nosotros todo aquello que le pasa y estoy convencida que acabará convirtiéndonos en cómplices de su vida”, añade al respecto.
Estas sugerencias y consejos de Sonia López parten de una labor divulgativa que surge de una vocación que la ha acompañado toda su vida, desde que tiene uso de razón, por compartir lo que siente y lo que hace desde el respeto y la empatía. Un compromiso que podrán disfrutar los estudiantes del Máster de Formación Permanente en Acompañamiento Educativo de UNIR.
Su último libro, El privilegio de vivir con un adolescente, significa asimismo una declaración de intenciones porque, según la autora, no existe mayor premio para un docente o un padre que reconocerse como pilar y referente en la vida de una persona.
“Es muy reconfortante sentirte un refugio al que alguien siempre puede acudir cuando necesita afecto y aprobación”, concluye.