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Adolescencia y lengua extranjera: propuestas para el aula

Debido al componente comunicativo de las clases de lengua, en muchas ocasiones la timidez, la introversión, la falta de seguridad o de interés que pueden llegar a mostrar los adolescentes hacia todo aquello que salga de su círculo de iguales, supone un problema añadido para lograr su atención y su motivación.

Cuanto antes se empiece a aprender una lengua extranjera, mayor será la fluidez que se gane. Foto: shutterstock_726683878

Los alumnos de secundaria se encuentran en pleno proceso de desarrollo, en su adolescencia, lo que significa hormonas revolucionadas y las emociones a flor de piel, lo que puede llegar a incrementar su nivel de estrés o ansiedad, provocar inseguridades, niveles muy variados de autoestima o un autoconcepto y una personalidad cambiantes.

Todo este caos personal y psicológico, que ni ellos mismos son capaces de comprender, influye, de diferentes modos, en su aprendizaje. En este sentido, la lengua no es una excepción, todo lo contrario. Debido al componente comunicativo de las clases de lengua, en muchas ocasiones la timidez, introversión, falta de seguridad o de interés que pueden llegar a mostrar hacia todo aquello que salga de su círculo de iguales, supone un problema añadido para lograr su atención y su motivación.

La asignatura de inglés puede tener una ventaja: podemos hablar de temas que a ellos les gusten, y deberíamos aprovechar esta posibilidad para poder variar su actitud hacia la lengua, así como para despertar su interés.

Por lo que se refiere a la edad, numerosos estudios señalan que cuanto antes se empiece a aprender una lengua extranjera, mayor será la fluidez que se gane. Aquí podría abrirse el debate sobre la teoría del periodo crítico, que señala la importancia de comenzar con el aprendizaje de una lengua extranjera lo antes posible, en ese periodo en el que los niños absorben mejor los conocimientos que se les enseñan, pudiendo llegar a conseguir el nivel de un hablante nativo, según argumentan algunos investigadores. En cambio, muchos otros expertos señalan que lo único en lo que influye empezar a aprender un idioma desde una edad temprana es en el acento, pronunciación y entonación que se conseguirán.

El factor familia también influye en el aprendizaje de una segunda lengua, por lo que es importante que los padres o familiares se impliquen y muestren interés por lo que el alumno está aprendiendo, motivándolo y demostrando la relevancia que tiene hoy en día el aprendizaje de otro idioma, no solo para la comunicación, sino también en el mercado laboral. La relación de los propios progenitores con la cultura y con el aprendizaje de lenguas podrá influir, aunque no tiene por qué ser determinante, en el interés mostrado por los hijos. En ese sentido, no se debe dejar de mencionar el factor económico, o la oportunidad que puede suponer para algunos jóvenes la posibilidad de recibir clases extraescolares, viajar al extranjero todos los veranos o incluso durante un año académico completo. Esto va a dar lugar, igualmente, a una gran heterogeneidad en los grupos, con alumnos cuasi bilingües, o sin el casi, frente a otros que no tienen relación ninguna con la lengua meta, más allá de las cuatro paredes del aula.

Esa diversidad de niveles y conocimientos, además de la propia aptitud de los estudiantes, constituyen los factores cognitivos, conformando, junto a los afectivos y los personales, un mapa de aspectos a tomar en consideración para poder emplear los recursos de los que dispongamos con la finalidad de motivar a nuestros alumnos adolescentes.

Debemos prestar atención a la manera en la que se expresan, ya sea a través de sus gestos, emociones o sensaciones, para poder entender el porqué de sus actitudes, respuestas o resultados, ya sean negativos o positivos, y actuar en consecuencia.

Algunas indicaciones para lograr motivar a los estudiantes parten de las siguientes premisas:

-Emplear metodologías variadas y actuales.

-Implementar el m-learning en el aula.

-Incentivar el trabajo en grupos.

-Diseñar un aprendizaje y unas actividades significativas, conectadas con la vida real, promoviendo la empatía y la colaboración.

-Despertar su curiosidad y su creatividad.

-Realizar propuestas en las que ellos sean los protagonistas y tomen decisiones.

-Introducir su música y series favoritas en el aula.

Debatir sobre temas controvertidos.

Para que todo lo anterior funcione, no se deben olvidar dos puntos esenciales que todo docente debe considerar: la observación y la adaptación. El profesor debe observar a sus alumnos, como ya se comentaba, para poder adaptar cualquier actividad que esté realizando, o que fuese a realizar, a las circunstancias y al desarrollo concreto de la sesión, puesto que nada sale nunca como lo habíamos pensado.

 

Esta entrada ha sido realizada con la colaboración de Ane Abasolo Fernández, alumna del Máster Universitario en Formación de Profesorado de Educación Secundaria.

 

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