Román Rodríguez Curbelo
Los entornos sociales, la influencia de la pandemia y las dificultades propias de la edad pueden multiplicar en las redes sociales los efectos nocivos de las conductas tóxicas tradicionales.
Comportamientos como, por ejemplo, el acoso, se adaptan a la nueva realidad y encuentran en las nuevas tecnologías el caldo de cultivo ideal para multiplicarse. Joaquín González-Cabrera, docente en el Curso de Acoso Escolar y Riesgos de Internet en UNIR, define antes que nada los términos a tratar.
El acoso a través de las redes sociales es una forma de ciberacoso, y éste, a su vez, es una vuelta de tuerca a la intimidación escolar más común. Aunque la definición de ciberacoso todavía está sujeta a controversia: “ciberbullying” es, en cualquier caso, el término más empleado en la literatura científica.
“Estamos ante un caso de ciberacoso cuando un individuo o un grupo realiza un acto agresivo e intencionado a una víctima que no puede defenderse fácilmente mediante formas electrónicas de contacto, de forma repetida y a lo largo del tiempo”, precisa el experto.
González-Cabrera añade que esta modalidad recoge todas las características del que se produce en el entorno escolar tradicional, pero lo eleva a nuevas cotas por la propia naturaleza de internet.
El atosigamiento puede surgir por multitud de canales: mensajerías instantáneas (WhatsApp), foros, mensajes de texto, llamadas telefónicas, plataformas de juegos, páginas web… El acoso por redes sociales es, pues, una de esa formas.
Su naturaleza más perniciosa que la tradicional radica en que es más perniciosa y provoca mayores consecuencias psicosociales sobre quien lo sufre por la naturaleza atemporal e ilimitada de la red, y por el efecto eco derivado de una falta de olvido en la red, pese a la legislación europea al respecto.
Peor aún: el experto añade que generalmente ambas formas de acoso cohabitan, se solapan en el tiempo. La víctima sufre ambos tipos de represión. Pero, ¿qué formas adoptan estos comportamientos abusivos?
Tipos de ciberacoso en las redes
Las formas más habituales de acoso a través de las redes sociales son el hostigamiento y la exclusión social. El primero, también denominado harassment, consiste en enviar repetidamente mensajes ofensivos, desagradables o insultantes.
La exclusión implica hacerle el vacío a una persona, ignorarla, expulsarla de grupos de chats, foros o listas de amistades, o crear nuevos grupos paralelos para simplemente denostarla.
Son las dos conductas predominantes, aunque no las únicas:
- Provocación incendiaria (flaming): peleas y discusiones encendidas online por medio de mensajes electrónicos que utilizan un lenguaje vulgar y ofensivo. Este tipo de agresión suele tener un inicio brusco y un aumento muy rápido en el tono de la discusión.
- Denigración: injuriar o difamar a alguien de manera telemática mandando rumores, chismes o mentiras, normalmente de tipo ofensivo y cruel, para dañar la imagen o reputación de esa persona o de sus relaciones con otras personas.
- Suplantación de la personalidad (masquerade o posing): hacerse con los datos personales o la apariencia de una persona (alias, claves, etc.) para hacerse pasar por ella y perjudicarla ante los demás, cometer actos inapropiados, dañar su reputación o generar conflictos con sus conocidos.
- Violación de la intimidad o juego sucio (outing and trickery): difundir secretos, información comprometida o imágenes de alguien de forma online. En algunos casos se puede engañar a alguien para que él mismo sea quien las difunda, desconociendo la repercusión de esta información.
- Cyberstalking o acecho online: envío repetido de mensajes que incluyen amenazas o son muy intimidatorios. Puede incluir que el acosador se inscriba en actividades donde la victima participa de modo que ésta se sienta perseguida y vulnerable.
La conducta menos prevalente es la paliza feliz (happy slapping), que consiste en grabar mientras un tercero pega o violenta directamente a otro igual con violencia física o verbal. “Son casos muy virales por su naturaleza. Pero, por suerte, prevalecen muy poco”, matiza el docente.
Aun así, los resultados de las investigaciones del grupo de ciberpsicología que lidera González-Cabrera sugirieron que durante el confinamiento, quizá el periodo más duro de la pandemia, las formas de ciberacoso mutaron y la exclusión de grupos sociales fue la práctica más reportada.
Una exclusión especialmente dañina en un contexto en el que el contacto físico estaba prohibido y resultaba difícil moverse y cambiar de aires.
Ahora, cuando la pandemia remite poco a poco, la tendencia parece normalizarse en ciertas conductas nocivas y volver a niveles previos a la COVID-19. Pero el investigador subraya la cautela a la hora de interpretar los datos pospandémicos e insiste en que estamos ante una impresión por la escasez de estudios realmente fiables al respecto.
Referentes tecnológicos para los jóvenes
El acoso online por redes es tan evidente como el físico, y provoca una afección igualmente directa y un correlato absoluto con la realidad. Lo online se refleja en lo offline. El impacto de este abuso por redes ocurre “como un mazazo”, compara el docente de UNIR.
Madres, padres y docentes, sobre todo, pueden percibir las consecuencias de este tipo de acoso mediante, sobre todo, un análisis de la conducta del niño o el adolescente. Ciertos cambios en sus costumbres, en sus hábitos más cotidianos, en su patrón de conducta diaria, resultan suficientes como para preguntar y para tratar de informarse de posibles disrupciones en su vida.
González-Cabrera asegura que la recomendación más importante para prevenir estos daños pasa por la participación con los hijos o los menores en sus actividades digitales. Y favorecer, de alguna manera, que ellos mismos sepan qué hacer y cómo afrontar posibles problemas.
Son dos procedimientos que brindan mejores resultados que la simple restricción física del smartphone o la prohibición directa de ciertas conductas.
De hecho, diferentes estudios evidencian la importancia de la mediación parental sobre la conducta de los jóvenes en internet como factor protector, señala el experto. Los menores suelen reducir conductas potencialmente dañinas si sienten que tienen una supervisión.
Estas nuevas tendencias y estos nuevos problemas a los que se exponen los adolescentes, y que en última instancia deben afrontar, se abordan en el Curso de Acoso Escolar y Riesgos de Internet de UNIR.
Una titulación que trata de conectar la investigación diaria del equipo de ciberpsicología con los profesionales. “Por ejemplo, aportamos un análisis de casi 10 riesgos relacionados con internet (acoso escolar, ciberacoso, sexting, online grooming, nomofobia, problemas con los videojuegos, las apuestas online, etc.)”, ilustra González-Cabrera.
Además, los expertos del curso aportan una síntesis de programas y acciones de prevención e intervención con evidencias de efectividad, y preparan a los docentes para abordar con las familias reuniones que se centren en su papel clave como referentes tecnológicos de sus hijos.