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Cómo hablar de la muerte con los niños de forma clara y delicada

Más o tarde o más temprano, los niños se acercan a la realidad de la muerte: el abuelo, un pariente, el padre de un amigo… Abordar este tema con nuestros hijos no resulta fácil ni a padres ni educadores; quizá por eso lo dilatamos hasta el momento que les toca de cerca.

Más tarde o más temprano, los niños se acercan a la realidad de la muerte: el abuelo, un pariente, el padre de un amigo… Abordar este tema con nuestros hijos no resulta fácil ni a padres ni educadores; quizá por eso lo dilatamos hasta el momento que les toca de cerca.

Sin embargo, se trata de un deber inexcusable. Por tanto, conviene estar preparados e incluir este tema en la formación del menor para ayudarle a enfocarlo con la misma naturalidad con que le enseñamos otros temas.

Además, no seamos tan ingenuos pensando que ellos no saben nada sobre la muerte. ¿No es verdad que ven películas en las que muere algún personaje? ¿Quién no recuerda la dramática escena de la muerte de la madre de “Bambi”?

La muerte es el signo de la finitud. La finitud es aquello que tiene fin o término, que está acabado. Finitud tiene que ver con lo limitado. En este sentido, explicar la muerte a los hijos consiste en hacerles ver que todo empieza y todo acaba.

Todas las actividades humanas que comienzan a una hora, un día, un año, en definitiva, en algún momento, también tendrán un fin. Hacerle consciente de esto, le ayudará a valorar el aprovechamiento del tiempo.

Lo anterior no está reñido con tener apego a las personas. El apego supone tener una  vinculación afectiva intensa, duradera, cariñosa con las personas gracias a las relaciones, a interactuar con los amigos o a la propia convivencia familiar o escolar.

A la hora de hablar con mis hijos sobre la muerte debo informarme, tener las ideas claras y alinear el contenido de mi mensaje con las líneas generales que como padres y educadores estamos trazando en su vida.

Otras cuestiones que tendré presente:

-Ser muy sincero. La sinceridad es decir la verdad sin necesidad de enmascararla con eufemismos que no ayuden a entender lo que se quiere decir. Podemos apoyarnos en metáforas a nivel de sus edades que puedan ayudarles a comprender.

-No agobiar. El razonamiento de los niños es rápido y no se complican en deducciones. Lo más inmediato será que piensen que tú como padre o madre también morirás. Otra oportunidad para explicarles que no somos dueños de nuestras vidas, que no tenemos todo bajo control y en consecuencia, no conocemos ni el día ni la hora.

-Estar atentos. La conversación sobre el tema no te debe llevar mucho tiempo. Ten en cuenta que será un tema recurrente y que volveréis a ello. Déjale marchar y espera atento a que él mismo vuelva a preguntar o a comentar sobre ello.

Tenemos que ayudarles a tener las ideas claras porque están expuestos a situaciones irreales como la del personaje de su videojuego que ha muerto y que vuelve a renacer con solo reiniciar la partida. Debemos estar atentos porque la muerte despierta sentimientos totalmente nuevos para ellos.

Debemos estar alineados con el centro escolar, concretamente con su tutor

Una sugerencia interesante es que estemos alineados con el centro escolar, concretamente con su tutor. En caso de que tu hijo esté en proceso de duelo, resulta esencial comunicarlo al tutor o tutora. Él o ella os ayudarán a comprobar cómo está encajando vuestro hijo esta pérdida. Es un proceso que ayuda a madurar y a desarrollar el autocontrol personal. El Máster Universitario en Orientación Educativa Familiar online de UNIR, consciente de la importancia de estos momentos para los niños, incluye una formación específica sobre el tema dedicada a tutores y padres.

Ante la muerte de un ser querido

La noticia de la muerte de un ser querido implica las emociones de dolor y tristeza. Es un suceso que produce una inaccesibilidad persistente y con gran impacto emocional, pues se trata de una pérdida permanente.

Para las personas creyentes, esa pérdida es únicamente física porque sigue el vínculo espiritual, y la fe de que estará en el Cielo.

Me recuerda la anécdota de esa niña de cinco años cuyos padres le educaron a dar las buenas noches con un beso a ellos y a la fotografía de su abuelo que está en el Cielo. En una ocasión, con la espontaneidad propia de su edad, les preguntó: ¿No podemos tener  una escalera muy larga, muy larga y así llegar al Cielo y darle el beso al abuelo?

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