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Desconexión o afianzamiento educativo: cómo deben afrontar los niños el descanso vacacional

La psicóloga y psicoterapeuta, autora de libros sobre la infancia y la familia, analiza como afrontar el parón que suponen estas fiestas para los niños y centra el debate entre los que defienden la desconexión total del entorno escolar y los que piensan que son un momento perfecto para afianzar conocimientos de cara a enero.

Las vacaciones de Navidad son un parón imprescindible.

A lo largo de las últimas semanas escolares del mes de diciembre se percibe con facilidad el cansancio dentro de las aulas. La concentración y la atención suelen empezar a estar más dispersas y el estado de ánimo del alumnado más cambiante. El cuerpo y el cerebro de los niños empiezan a dar señales de que no están en las mismas condiciones para el aprendizaje y que es necesario parar.  Por este motivo las vacaciones de Navidad son un parón imprescindible.

Existe un debate acerca de si durante las vacaciones los niños deben seguir conectados al colegio a través de tareas y estudio o no. Muchas personas defienden que el descanso navideño implique una desconexión total del entorno escolar; para otras sin embargo, las fiestas son un momento perfecto para afianzar conocimientos y la seguridad en los contenidos y así garantizar un buen rendimiento y continuidad de los alumnos en enero.

Antes de poder dar respuesta a esta cuestión me parece de especial relevancia tener en cuenta varios asuntos. En primer lugar las diferentes formas en las que se puede dar el aprendizaje. En muchas ocasiones damos por sentado que solo se puede enseñar a través de libros y tareas. Nada más lejos de la realidad. El juego y el movimiento, actividades protagonistas de los periodos vacacionales para muchos niños, son lenguajes a través de los cuales se adquieren aprendizajes significativos y además, ayudan a desarrollar habilidades que van a favorecer el funcionamiento dentro del ámbito escolar. Tanto dentro como fuera del aula, el movimiento  y el juego contribuyen la creatividad, la resolución de problemas, permite la maduración neurológica e incluso ayudan a afianzar algunos de los conocimientos adquiridos a lo largo del trimestre.

Además, antes de decidir si los deberes pueden ser adecuados o no en vacaciones, necesitamos tener en cuenta el  contexto de cada uno de los niños a los que se los vamos a proponer. Aunque existe una tendencia general a considerar esta época un momento tranquilo y feliz, de conexión y reencuentros familiares, desgraciadamente en muchos casos no es así.

Tanto las dificultades en torno a la conciliación de la vida familiar con la laboral, como las propias dinámicas de cada familia pueden hacer de estos días un momento estresante y difícil para muchos menores. Existen familias que atraviesan importantes dificultades laborales, económicas, personales o de relación que inevitablemente van a afectar también a los más pequeños.

En base a lo anterior, no tener en cuenta las diferentes realidades personales del alumnado y esperar lo mismo de todos los alumnos sería poco realista y podría perjudicar tanto a su relación con el centro escolar, como su implicación, motivación y rendimiento a corto, medio y largo plazo. Por supuesto, tener en cuenta las circunstancias de cada alumno nos puede ayudar a plantear tareas enfocadas, ajustadas y no solo adecuadas a su edad y capacidad sino también a su realidad personal y familiar. No podemos olvidar que, además de ofrecer contenidos y competencias académicas, si el entorno escolar conoce y comprende la realidad de los menores, puede convertirse también en un lugar seguro donde el vínculo de los docentes sea motor de aprendizaje y factor protector en situaciones de riesgo.

Es desde este vínculo profesor-alumno desde donde verdaderamente se va a poder valorar si las tareas escolares son necesarias y beneficiosas para los niños y desde donde poder reconocer aquellos casos en los que no.

El hecho de que el personal docente sea consciente de todo lo expuesto anteriormente, hagan explícitas las diversas realidades posibles a lo largo de las Navidades e incluso adapten el feedback con respecto a las posibles tareas a dichas realidades, puede favorecer el vínculo con el alumnado. De esta manera, los niños pueden sentir que son mirados, comprendidos, tenidos en cuenta a la vez que pueden reducir su vergüenza y poder así comenzar una búsqueda de recursos para lidiar con sus circunstancias, sean estas cuales sean.

Es importante que haya un profesorado que vea más allá del cumplimiento de las tareas y sean conscientes de las situaciones dispares que pueden darse. Por un lado, puede haber niños para los que realizarlas podría suponer perder tiempo para poder reencontrarse con familiares con los que quizá no hayan podido compartir mucho tiempo durante el curso; por otro, para otros niños, pueden convertirse en un recurso valiosísimo para protegerse de dinámicas dañinas en el entorno de sus familias, de las que durante el curso se pueden alejar gracias a la estructura que ofrece el horario escolar.

Para conseguir esto necesitamos salir del binomio “buen estudiante-mal estudiante” en el que hemos vivido y crecido muchos de nosotros y comprender que, más allá de comportamiento y compromiso con lo académico, los niños tienen emociones, deseos, necesidades y realidades que pueden ser muy diversas.

No todos los niños que tienen buen rendimiento y sacan buenas notas tienen un entorno seguro en su hogar y no todos los que sacan malas notas viven en familias en las que se puedan identificar problemas graves. Existen, por ejemplo, muchos niños con un resultado muy positivo en el aula que tienen una gran inseguridad y que son víctimas de muchísima exigencia e incluso maltrato. Si ponemos el foco únicamente en las notas y los resultados para deducir el bienestar del menor, nos estaremos perdiendo mucha información y muchas posibilidades de apoyarles de la forma que necesitan.

Desde aquí, y volviendo a la pregunta inicial, sería interesante plantear el «para qué» de las tareas en el periodo vacacional. Sabemos que una carga excesiva puede generar estrés y dificultar un descanso necesario que favorecería la vuelta al colegio con motivación y energía. También, que en aquellas familias en las que hay malestar, dificultades e incluso negligencia o maltrato las tareas pueden ser algo que dé estructura al día y tenga una función protectora. Pueden ser una herramienta para poder protegerse de esas relaciones, un recurso que ayuda a alejarse de conflictos y críticas. En otras familias sin embargo, las tareas pueden entorpecer y limitar lo enriquecedor de poder disfrutar de otros vínculos seguros y otro tipo de actividades esenciales para descansar y contribuir al bienestar y equilibrio de sus sistemas nerviosos.  Para otros niños pueden ser una propuesta interesante que les ayude a afrontar el segundo trimestre con mayor seguridad y confianza.

Quizá lo verdaderamente importante no sea responder con un «sí» o un «no» rotundo a proponer deberes en las vacaciones, sino en el papel que estas tareas tienen en el periodo vacacional de los alumnos y el impacto que pueden tener en la relación de los alumnos consigo mismos y con los docentes.  Que, como niño, mi profesor entienda mi realidad y utilice lo que esté en su mano para ayudarme dentro de ella, aumentará mi autoestima, mi confianza en él y la sensación de seguridad general con la que me muevo en el mundo. El impacto de una mirada sin juicio por parte de los profesores es especialmente potente, por eso evitar juzgar el comportamiento de los niños como bueno o malo y acercarnos a él desde una perspectiva que lo valore como adaptativo o no en su entorno particular, dejar de lado las etiquetas; confiar genuinamente en los alumnos puede marcar una gran diferencia  en sus vidas.

De la misma manera, tiene especial importancia aprender a nombrar las diferentes situaciones de forma ajustada a la vivencia personal  y poder tenerlas en cuenta, sin juzgarlas.  Padres, madres, abuelos u otros apoyos naturales son los vínculos más importantes de los alumnos, especialmente de los más pequeños; que puedan percibir juicio por parte de los profesores les puede llevar a un conflicto de lealtades que es, sin duda, contraproducente e inadecuado para nuestro objetivo.

En resumen, todos necesitamos periódicamente un tiempo de descanso en el que disfrutar de la mayor tranquilidad y seguridad posibles. Cualquier tarea que suponga una carga excesiva de  estrés  y ansiedad y genere una interferencia con la capacidad de disfrutar de su tiempo de ocio debe replantearse, si nuestro foco está en el bienestar integral de los menores.

Desgraciadamente para algunos niños, alcanzar la mayor tranquilidad posible pasará por encontrar formas de desconectarse de sus realidades e incluso emociones; en este contexto las tareas y el estudio podrían ser una herramienta para  hacerlo de forma consciente. Si dejamos de reforzar las conductas como «buenas» o «malas» y comenzamos a valorar su función teniendo en cuenta los contextos individuales, podremos apoyar su desempeño académico y su bienestar psicológico y emocional.

Beatriz Cazurro.

(*) Beatriz Cazurro (Valladolid, 1983) es psicóloga, psicoterapeuta y especialista en trauma. Cuenta con una larga experiencia en el trabajo con infancia y familia y es autora de diferentes  libros como “Quiero ser siempre princesa” o “Los niños que fuimos los padres que somos”, de la editorial Planeta. Actualmente, su labor fundamental se desarrolla en el ámbito de la psicoterapia y la divulgación.

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