Diego Caldentey
Fomentar una comunicación bidireccional, saber lo qué realmente interesa a los jóvenes para ganar su confianza, no juzgar ni abusar de los imperativos, compartir con ellos nuestros problemas y pedirles consejo, son algunas de las claves que recomiendan los expertos en Orientación Familiar.
19 DE MARZO, DÍA DEL PADRE
El 67,9% de padres encuestados por el CIS opina que la comunicación con sus hijos adolescentes ha disminuido o empeorado en los últimos años. El uso individual de dispositivos móviles ha provocado un enorme descenso de sus actividades conjuntas en el tiempo libre: solo el 26,6% realizan al menos una vez al mes programas como viajar, practicar algún deporte, ir al cine o a museos, lo que fomenta el diálogo y fortalece la comunicación, según el reciente VII Barómetro de la familia TFW.
El propio CIS ya apunta que los conflictos familiares provocados por el abuso de Internet han aumentado para más del 51% de encuestados en el seno de las familias. Por eso los especialistas en el tema coinciden en que hoy más que nunca es necesario reforzar la relación entre progenitores y jóvenes en plena era de la ‘digitalización total‘, como muchos le llaman.
Este lunes 19 de marzo se conmemora el Día del Padre, y varios de ellos viven con ansiedad cierto silencio o ‘aislamiento’ (en diversos niveles) de sus hijos adolescentes. A los hombres españoles les gustaría pasar más tiempo en el hogar con sus descendientes, según una encuesta de la Comisión Nacional para la Racionalización de Horario.
“No les hemos enseñado a escuchar”
Josu Ahedo, director del Máster Universitario Online en Orientación Educativa Familiar de UNIR, considera que efectivamente los estilos de comunicación han cambiado. “Los adolescentes de hoy utilizan las redes sociales para comunicarse. Ellos buscan la inmediatez, lo que les hace impacientes. Además, no les hemos enseñado a escuchar. Unido a ello, los padres perdemos la paciencia porque vemos que no nos escuchan y es cuando nos enfadamos”, comenta.
El profesor recomienda “disfrutar con los hijos adolescentes, que sientan todo nuestro cariño. Estar ahí, junto a ellos para ayudarles en los momentos difíciles. A veces se oyen comentarios de los adolescentes sobre sus padres como el “No me entienden” o “No me quieren”. Eso no puede pasar. El modelo familiar de éxito se fundamenta en el amor a los hijos, en quererlos como son, comprenderlos y buscar lo mejor para ellos”.
El modelo familiar de éxito se fundamenta en el amor a los hijos, en quererlos como son, comprenderlos y buscar lo mejor para ellos”.
En este sentido, no son pocos los profesionales expertos en orientación familiar que aconsejan, antes que nada, saber qué es lo que realmente interesa a nuestros hijos para mejorar la comunicación con ellos. En esta línea, invitan a los padres a fomentar una comunicación bidireccional para evitar obtener simplemente respuestas como “Sí”, “No”, “Bien”, “Mal” y otros monosílabos a la hora de intentar entablar un diálogo con nuestros hijos.
“Hay que escucharles. Esto requiere esfuerzo porque implica no dar moralinas, simplemente escuchar. Debemos comprenderles. Ellos son como son, no como nos gustaría que fueran”, afirma Ahedo. Crear un ambiente íntimo en el que no se sientan juzgados resulta clave. Los chavales no comparten con sus padres muchas cosas porque en reiteradas ocasiones solo se les reclama un tipo de información, que además a ellos no les interesa en absoluto. “¿Cuántas horas has estudiado hoy Matemáticas?”, “¿A qué hora has vuelto de la casa de tu amiga?”... Son solo ejemplos cotidianos de la falta de comunicación bidireccional y de una demanda de información por parte del padre que al hijo no le seduce en absoluto para crear un clima mutuo de confianza, que mejore la comunicación.
“Tenemos que mirarles con cariño y decirles cosas bonitas. No es solo el refuerzo positivo, sino que noten que realmente nos alegramos cuando se esfuerzan. Y dedicarles más tiempo, hablar mucho con ellos y disfrutar con ellos”, comenta el experto.
Contribuir a una mejor comunicación… de ambas partes
En este punto del diálogo, también hay que poner mucho de parte del adulto. En definitiva, se trata de compartir. ¿Pero debemos confiar a nuestros descendientes nuestros miedos, preocupaciones y hasta problemas económicos o del trabajo, si es que los padecemos? La respuesta es afirmativa, según considera Ahedo: “Superado los miedos, hay que explicarles todo. Pedir su consejo también es sinónimo de hacerles partícipes de tu vida”, resalta.
El académico de UNIR agrega: “Es comprensible que el padre no se sienta con fuerzas para hablar con una hija sobre determinados temas, como el sexo, por ejemplo. Hay cuestiones como ésta donde resulta más fácil que el padre hable con los varones y que la madre lo haga con las hijas. En cualquier caso, siempre es mejor para los adolescentes que sean los padres o las madres los que eduquen en estos temas y no un extraño, o que ellos intenten informarse o aprender a través de Youtube”, comenta.
Los padres eluden conversar sobre sus problemas económicos, laborales o familiares, sobre su vida sexual o sobre sus gamberradas de jóvenes para no preocuparles, porque consideran que no son temas adecuados para ellos, por vergüenza, o miedo de perder su autoridad”
Existen no pocas investigaciones sobre la comunicación familiar. La mayoría se centra en la capacidad de diálogo de las familias, y de lo que hablan (y callan) padres e hijos adolescentes. Hace unos años, el ex Defensor del Menor Javier Urra publicó la rigurosa investigación ¿Qué ocultan nuestros hijos? (Editorial ‘La Esfera de los Libros’). En su obra también preguntaba a los padres españoles qué cuentan ellos a sus hijos y qué cosas prefieren callar. El trabajo se basó en una macroencuesta realizada a casi 4.000 menores de ambos sexos y a otros tantos progenitores.
Surgieron resultados curiosos: la mayoría de hijos tiene dificultades de hablar precisamente de su intimidad y sexo al acercarse o llegar a la adolescencia. Eso no llama la atención. Pero sí que un elevado porcentaje de chavales adolescentes haya confesado que, exceptuando esta cuestión, no oculta prácticamente nada a sus padres. También que son más las madres que los padres quienes aseguran contar todo a sus hijos.
Los padres, a su vez, “eluden conversar sobre sus problemas económicos, laborales o familiares, sobre su vida sexual o sobre sus gamberradas de jóvenes para no preocuparles, porque consideran que no son temas adecuados para ellos, por vergüenza, o miedo de perder su autoridad ”, sostiene Urra en el trabajo.
No juzgar… y despertar el interés del adolescente
Muchas veces el padre juzga automáticamente la actitud o conducta de su hijo o de su entorno de amigos. “¿Fulano empezó a fumar? A ti ni se te ocurra porque te vas a enterar” solemos decir. Eso corta la comunicación, la bloquea. Los imperativos del “haz esto y esto” que los padres suelen utilizar no suelen conducir a nada. Es más conveniente buscar la opinión de nuestro hijo y abrir el juego para el diálogo, con preguntas como “¿Y tú qué opinas?”.
Claro que con matices: “Tampoco es conveniente que el padre se convierta más en un amigo de su hijo que un padre. Ni ese modelo ni el autoritario son los adecuados. El padre siempre quiere lo mejor para sus hijos. Los amigos, no siempre. Si los hijos ven más cercanos, accesibles, cariñosos, comprensivos a sus amigos que a los padres, puede ser porque los padres no han sabido transmitir un ambiente de confianza. La autoridad de un padre se gana, no se exige. Además, la autoridad sin cariño no sirve de nada. ¿Qué sentido tiene ser un padre autoritario, distante? ¿Para qué sirve eso?”, subraya Ahedo.
Volviendo al exceso de uso de nuevas tecnologías por parte de los adolescentes, antes señalado, ¿es eficaz ejercer un control severo? Nueve de cada diez adolescentes no se alejan de su móvil más de un metro en todo el día fuera del horario escolar, según un estudio de las Universidades norteamericanas de Michigan y San Francisco.
Nueve de cada diez adolescentes no se alejan de su móvil más de un metro en todo el día fuera del horario escolar, según un estudio de Universidades norteamericanas”
El dato es extrapolable a lo que ocurre en España y en casi todo el mundo, hoy en día. Esto preocupa (y mucho) a los padres españoles: el reciente VII Barómetro de la familia señala que el 88,7% de ellos cree que hay que supervisar el contenido del móvil de sus hijos adolescentes a diario. Pero los adultos, en tanto, también estamos obsesionados con el móvil: lo miramos una media de 150 veces al día, según una reciente investigación de Oracle Marketing Cloud.
En muchos de esos casos, lo hacemos vía Whatsapp u otras aplicaciones para controlar a nuestros hijos cuando salen, por ejemplo. Reducir nuestro nivel de ansiedad es el camino, y reemplazar el seguimiento obsesivo depositando más confianza en el adolescente suele ser eficaz, según recomiendan muchos expertos. Traducido en un ejemplo: es mejor pedirle a nuestro hijo que nos avise si cambia de planes y llega más tarde a casa, que saturarle con 400 mensajes y preguntas inquisidoras como “¿Dónde estás?”, etcétera…
“Los padres actuales con adolescentes en casa no son nativos digitales. Les cuesta entender que para ellos, a veces, el mundo virtual es más real que el físico. Si tienen un problema y acuden al mundo virtual para solucionarlo es porque, como padres, no hemos sabido darles confianza”, asegura el docente. El Máster Universitario en Orientación Educativa Familiar de UNIR que dirige, precisamente, ayuda a solucionar estos y otros tantos problemas.
También apunta a diversas cuestiones estratégicas para mejorar la comunicación con nuestros hijos. Aborda desde cuándo es necesario acudir a un especialista, en situaciones complejas, por ejemplo, hasta cómo tratar a jóvenes con adicciones. Está orientado no solo a psicólogos, psicopedagogos, maestros u otros profesionales: “También resulta muy útil para padres y madres. En definitiva, se trata de disfrutar con el papel que tenemos, educando a nuestros hijos”, concluye Ahedo.