Àngels Soriano
Todos los 5 de octubre desde 1994, la UNESCO llama la atención sobre el importante papel de los educadores en la sociedad y promueve la reflexión sobre el futuro de esta profesión. Una fecha para reivindicar una figura docente emergente.
El acompañamiento educativo es un término que engloba toda una serie de estrategias centradas en el alumnado, docentes, equipos directivos o familias, con la finalidad de desarrollar nuevas habilidades y mejoras en la comunidad educativa. Se trata de “caminar al lado de” la persona que busca ese acompañamiento para que el recorrido no sea tan complicado que no se pueda llevar a cabo. No se centra en dar respuestas, sino en formular preguntas que ayuden a cada persona a desarrollar esas nuevas habilidades por sí mismas.
Ser un docente acompañante en esta sociedad tan cambiante, donde observamos las necesidades de nuestros estudiantes, pero también las de todos nosotros, pasa por ser asertivos en la gestión de las emociones y en desarrollar una serie de habilidades que nos van a ayudar a estar preparados para acompañar, educar e impulsar el bienestar de nuestros alumnos, las familias o nuestros compañeros docentes, independientemente de sus edades.
Es un perfil que podemos definir como “el proceso de interacción con una segunda persona o grupo de personas, donde la principal acción sea la de estar ahí para lo que la persona necesite”, según detallan Sonia González- Iglesias y Carmen de la Calle Maldonado en su obra “El acompañamiento educativo, una mirada ampliada desde la antropología personalista”.
Mucho más que un tutor académico
Es habitual identificar al tutor académico con el docente que acompaña, y es cierto que las funciones de un tutor académico, en la actualidad, abarcan aspectos que van mucho más allá del mero rendimiento académico de los estudiantes. Pero el docente acompañante va más alla, es un profesor al que el alumnado le tiene la suficiente confianza como para solicitarle ayuda habitualmente y en cuestiones que pueden ir desde las relaciones con sus familiares, amigos, compañeros o incluso, dependiendo de las edades, en las primeras experiencias emocionales.
Por eso, ser consciente de todas las habilidades y estrategias que tenemos a nuestra disposición como docentes, van a facilitar esta acción de acompañar al otro para ayudarle en todo aquello que necesite, a tomar conciencia de sí mismo y de las mejoras que se van produciendo en función de los objetivos planificados.
Características del docente acompañante
Aunque lo pensemos, las características del docente acompañante no son las de un superhéroe; nada más alejado de la realidad. Sus habilidades se pueden desarrollar y consolidar con la formación adecuada:
- Escucha activa: mantenerla con la persona que necesita ser acompañada, sin juicios, con el objetivo de dejar hablar y reconfontar. La estrategia de las preguntas poderosas es muy favorable.
- Crear confianza: el alumno ha de tener la confianza suficiente para poder conversar con el docente, y la coherencia entre las palabras y las acciones aquí son cruciales. La confianza debe ser entregada como un regalo por parte de la persona que la otorga, como un gran tesoro.
- Establecer objetivos, acciones, plazos: una de las labores fundamentales en el acompañamiento es mejorar los objetivos que el alumno asume, estableciendo las acciones que ha de llevar a cabo y marcando los tiempos. Dialogar, conversar es la mejor forma para lograrlo.
- Preguntas poderosas: son aquellas que facilitan la conversación, es decir, son preguntas abiertas, las que no se pueden responder con un sí o un no, y se centran más en el cómo que en el por qué.
- Otras características: practicar el lenguaje positivo, facilitador y empático, y mantener un espíritu de mejora continua.
Las ventajas de tener un plan
Sin lugar a duda, es clave llevar a cabo un plan de acción sistematizada en el centro educativo, en el que se reflejen las estrategias y actuaciones que el docente acompañante puede realizar para atender al alumnado y a toda la comunidad educativa. Favorecerá el bienestar en el centro y contribuirá a una mejora de los aspectos académicos, personales y emocionales.
En definitiva, la creación de un Plan de Acompañamiento Educativo concienciará al equipo docente de la bondad de estas estrategias y habilidades, impulsará una acción conjunta de todo el claustro y permitirá medir el impacto del plan a través de indicadores como pueden ser el número de conflictos en el centro, el número de conflictos familiares, los alumnos que participan voluntariamente, etcétera. Pueden existir tantos indicadores como puntos de mejora determine el claustro.
Las fases del plan serían:
- Análisis de necesidades.
- Planificación según el contexto educativo y social donde se encuentra la escuela.
- Logro de objetivos.
- Agentes participantes.
- Puesta en marcha y valoración de los objetivos.
Así, el programa de acompañamiento educativo constará de los siguientes bloques de contenidos o áreas de trabajo con el alumnado:
- Autoconocimiento: identificar cómo reaccionan a las situaciones de estrés, cuál es su patrón de respuesta (sentir-actuar-pensar), además de identificar las emociones a partir de una selección del vocabulario común que las identifique. Después, se analizarán a través de diferentes estímulos, como la música (supongamos que tenemos una melodía de piano creada exclusivamente para nosotros, y la usamos como elemento relajante), vídeos que combinan imagen y música o relajación con visualización de mindfulness.
- Empatía: análisis de situaciones conflictivas para saber y entender cómo ponerse en el lugar del otro.
- Habilidades sociales: identificación de las necesidades del grupo, cómo se gestionan las interacciones y los conflictos, y también como oportunidad de aprendizaje emocional.
- Planificación de objetivos: identificar el objetivo que el estudiante reconoce a partir de una serie de características positivas, específicas, con sentido, medibles, ambiciosas, realistas, temporales, ecológicas y con una recompensa. Es muy posible que a lo largo del tiempo se tenga que revisar y redefinir el objetivo, porque el estudiante no siempre va a poder establecer la formulación a la primera. Sin determinar qué implica, cuándo, de qué forma lo vamos a hacer o qué supondrá lograrlo. También habrá que determinar la recompensa del logro que, en ocasiones, implica a la familia del alumnado. No hay que pensar solo en una recompensa material: puede ser tiempo compartido en familia, una escapada, ir al cine, teatro, concierto… o una celebración fuera de casa, pero que el logro sea un tiempo compartido de celebración.
- Seguimiento a través del diálogo: se realiza mediante entrevistas y conversaciones tanto formales como informales que dependerán de los agentes que utilicemos para llevarlas a cabo: el tutor del grupo, una selección de docentes que apadrinan a determinados estudiantes o, incluso, entre estudiantes, como un programa de mentoring educativo.
- Celebración del logro: si el objetivo se logra, es importante que la recompensa esté determinada previamente, porque va a ser un punto de motivación para los adolescentes y, sobre todo, para que en el futuro se pueda volver a ese momento emocional en el que lo lograron, para poder recuperar esas emociones positivas y planificar nuevos objetivos y propósitos vitales.
Como podemos observar el acompañamiento educativo nos facilita el empoderamiento de nuestros estudiantes desde su mejora como personas responsables.
(*) Àngels Soriano es profesora del Máster en Acompañamiento Educativo de UNIR, cuenta con más de dos décadas de trayectoria en el sector educativo. Formadora de Global Learning, impartiendo clases a docentes sobre la implementación de la tecnología educativa en el aula.
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