Fátima Ruiz Fuster
Los sentimientos son esenciales en nuestra vida diaria y varían según la interpretación personal de cada individuo. La educación emocional es clave para gestionar adecuadamente estas reacciones y nos ayuda a tomar decisiones más conscientes y equilibradas.
Frustración, envidia, inseguridad, miedo, ira, tristeza. Tranquilidad, serenidad, ilusión, esperanza, gozo. Las emociones forman parte de nuestro día a día y de nuestro ser. Sentimos frustración cuando no conseguimos algo, sentimos rabia cuando percibimos una injusticia, tristeza cuando perdemos algo, gozo cuando hemos logrado algo. Las emociones nos informan de cómo nos afectan las cosas y esto varía de una persona a otra.
Un mismo hecho puede afectar de maneras diferentes a dos personas distintas. Me pueden echar del trabajo y puedo reaccionar con frustración porque es una manera de confirmar que no valgo. Me pueden echar del trabajo y puedo reaccionar con alegría porque llevaba tiempo deseando irme y no sabía cómo hacerlo.
Nuestra interpretación de los hechos, de nuestras creencias, de nuestra situación personal, de nuestra historia, hacen que sintamos unas emociones u otras. Podríamos decir, por tanto, que las emociones son reactivas: reaccionan a un suceso de la realidad y a mi interpretación de los hechos. Desvelan cómo me afecta una situación en particular.
La toma de decisiones
En este sentido, podemos plantearnos: “¿Cuándo entra en juego la educación emocional?”. La película Inside Out 2 (Del revés 2) nos ofrece una visión bastante pedagógica al respecto. Las emociones pueden querer erigirse cómo guías de nuestro actuar: me puedo mover por miedo, por ansiedad, por euforia… Sin embargo, esto nos lleva a errar en el camino tal y como se evidencia en la película.
La ansiedad se mueve buscando protegernos de una amenaza que, a veces, no es real; el miedo puede surgir ante situaciones que tenemos que enfrentar (por ejemplo, miedo a una entrevista de trabajo), etc. Las emociones nos informan y soy yo quien debo decidir.
“¿Por qué hago lo que hago?” “¿Por qué decido dejar un trabajo y coger otro que me gusta más, aunque me suponga un esfuerzo?” “¿Por qué decido tener hijos o comprometerme con esta persona, aunque no sea fácil?” “¿Por qué elijo no traicionar a mis amigos a pesar de que estoy dolido/a? “
Estos dilemas para decidir nos muestran que, a la hora de decidir, las emociones no tienen la última palabra. Por tanto, es importante no sucumbir ante la fuerza de los sentimientos.
La importancia de la educación emocional
Aquí es donde entra en juego la educación emocional. Las emociones necesitan una guía, una educación, para que no convertirse en dictadores ni tiranas en nuestra vida. Existen distintos en los que puede incidir este tipo de enseñanza:
- Nombrar e identificar las emociones. “¿Me duele la cabeza?” “¿Me duele la barriga?” A veces este es el primer indicador fisiológico para comprender que algo me puede haber afectado. Eso puede implicar que estoy estresado, nervioso, inseguro. “¿Estoy paralizado?” “¿Huyo de alguna persona o suceso?” Ello nos puede indicar que siento miedo o vergüenza. El primer paso de la educación emocional es reconocer los síntomas fisiológicos o comportamentales de las emociones para poder identificarlas. Parece un trabajo sencillo, pero hay personas que viven una gran desconexión emocional para las que esto es un hándicap.
- Comprender el significado de las emociones: Una vez que he concluido que siento ansiedad, miedo, tristeza, vergüenza, “¿Qué significa esto exactamente?” “¿Qué mensajes me quieren transmitir?” Si siento ansiedad es que estoy percibiendo una amenaza, “¿cuál es la amenaza?” Si siento miedo es que necesito protegerme, “¿de qué quiero protegerme?”
- Decidir si el mensaje es válido o es una falsa alarma: El siguiente paso consistiría en decidir si la amenaza que me indica la ansiedad es real o no; decidir si el miedo es válido o es irracional. Solamente cuando llevo a cabo este paso podré decidir con acierto qué acción llevar a cabo. Si me encuentro con una hormiguita y siento pánico, la emoción me informa de que la hormiga es un peligro y mi análisis racional me indica que realmente no tengo por qué tener miedo a esa hormiga. Hay ocasiones en los que esto puede requerir una ayuda psicológica especializada.
- Regulación emocional: Finalmente, una vez que he comprendido las emociones que siento y el mensaje que me mandan es necesario conocer distintas estrategias que me ayudan a llevar a cabo una regulación y gestión emocional.
La educación del carácter
En este camino de la educación emocional, es necesario abordar también la educación del carácter. Esta nos sirve de guía para el mundo emocional y así reconocer que tipo de persona quiero ser. A la hora de decidir qué hacer con las emociones que siento, las virtudes me ofrecen una guía. Por ello, puede ser muy interesante combinar la educación emocional y la educación del carácter.
En conclusión, la dimensión emocional es un aspecto esencial en la persona, que nos informa de cómo las cosas y situaciones afectan a la persona y le mueven a la acción. Estas emociones no siempre indican el camino adecuado por lo que necesitamos reflexionar en torno a ello y ofrecer una guía que perfecciona a la persona y le ayude a crecer.
(*) Fátima Ruiz Fuster. Doctora Cum Laude en Educación y Psicología por la Universidad de Navarra, Doctorado Internacional. Psicóloga Sanitaria en una consulta privada. Docente e Investigadora en UNIR. Investiga en torno a las emociones y la personalidad.
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