Ingrid Mosquera Gende
El debate surge como un práctico recurso para dinamizar, complementar e implementar metodologías como el Critical Thinking, el Aprendizaje por Proyectos o el Flipped Classroom. Su uso permite el desarrollo de competencias sociales y lingüísticas, además de las capacidades de reflexión, comunicación y escucha activa.
En un momento en el que el aprendizaje y el pensamiento crítico, critical thinking, están de actualidad, el debate y la capacidad de hablar en público vuelven a surgir como elementos protagonistas en las aulas. Debatir implica competencias como: saber hablar, transmitir ideas y opiniones, saber escuchar, compartir posturas, rebatir y estar preparados para cambiar de opinión.
Todo ello recuerda la importancia de la filosofía, de la oratoria y de la retórica: de una cultura griega que siempre, de un modo u otro, vuelve a surgir. De nuevo cabe preguntarse si se está frente a una nueva metodología o ante una actualización o lavado de cara de un recurso ya muy antiguo. Quizás, si se añade una terminología anglófona, como Philosophical Thinking, o unas siglas, como LTD (Learning through Debate), se le acabe de dar el impulso que precisa para ser trending topic metodológico en foros educativos.
Para generar un buen debate en el aula, motivador para los estudiantes y con contenidos adecuados, se deben plantear preguntas, reflexiones y controversias que despierten el interés y desafíen las mentes de los estudiantes, haciendo que se cuestionen la propia información y creando dudas que deban resolver.
En una Openclass, Emilio Velasco, doctor en Filosofía y director ejecutivo de Anexa Consultoría, hablaba, precisamente, de una necesaria introducción didáctica de la oratoria y el debate en el aula.
La necesidad esgrimida por el ponente se basa en un estudio llevado a cabo entre más de 3400 alumnos de doce provincias españolas, entre 2010 y 2016, analizando las competencias de argumentación, estructura de intervención, información e investigación, comunicación, lenguaje y trabajo en equipo. El resultado fue, entre otros, que las competencias que normalmente tenían cabida en la formación reglada (lenguaje, argumentación, lenguaje y trabajo en equipo) tenían unas puntuaciones más altas que las que no estaban implementadas de forma frecuente (estructura de intervención y comunicación). Por lo tanto, se pone de relieve la relevancia de incluir estas competencias en la educación formal para que los alumnos las desarrollen de forma adecuada, junto con otros aspectos implicados, como la capacidad de debatir, reflexionar o escuchar al otro.
La comunicación se aprende por técnicas específicas y por el ejemplo. Como docentes, debemos entender que somos los primeros que servimos como modelo a nuestros alumnos. Los docentes, seamos logotropos (orientados a la formación y a los valores) o paidotropos (ligado a la instrucción o al contenido), nos centramos en qué contamos pero no tanto en cómo lo contamos.
Tenemos un claro rol comunicativo y debe estar perfectamente estructurado. Un esquema sencillo y tradicional de comunicación en el aula, con una pregunta, una respuesta y una evaluación, servirá para que ellos también lo empleen. Aprenderán también de un inicio en el que captamos su atención, de un desarrollo durante el que vehiculamos el contenido, y del cierre, clave fundamental, que no debe ser sustituido por el timbre. Para que el aprendizaje tenga lugar se debe captar la atención del alumno, si este no responde emocionalmente y solo toma notas, no se generará un impacto de comunicación.
Los alumnos han de aprender a informar (recoger datos, transformarlos y hacerlos llegar a sus compañeros); a interpretar (hacer de uno un texto de otro); a argumentar (construir un razonamiento para convencer a otra persona) y a persuadir. Un ejercicio puede consistir en ofrecer el titular de un periódico o una conclusión impactante, para que ellos construyan el razonamiento. Para evaluar resultados, se pueden tomar en consideración logros como los siguientes: si los argumentos presentados son variados; si los alumnos aportan evidencias para cada argumento; si alcanzan conclusiones sin incurrir en falacias; si sintetizan los aspectos más relevantes al finalizar; si la exposición tiene un inicio reconocible y un final claro.
Con todos estos aspectos en mente, la planificación de la enseñanza juega un papel fundamental: de qué voy a hablar; dónde se produce la comunicación; cómo voy a estructurar el espacio; cuándo tiene lugar la comunicación; a quién está dirigida o cuál es su objetivo, entre otras preguntas que debemos hacernos antes de comunicar en un aula.
La charla termina de un modo claro y con un cierre transparente, es decir, siguiendo el propio esquema de comienzo, desarrollo y final. Velasco mismo ejemplifica que predicar con el ejemplo es el modo más directo de llegar al interlocutor.
No es necesario plantear una asignatura de debate u oratoria, sino que resulta pertinente introducir estas competencias en todas las materias
- Máster Universitario en Formación del Profesorado de Educación Secundaria