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El espacio en el aula de Educación Infantil

El espacio traspasa los límites del aula para dar cabida a todo el centro y a su entorno. A la hora de programar clases debemos recordar que no siempre tenemos que estar enclaustrados entre cuatro paredes.

El ser humano interacciona con el espacio. Puede ser de forma agradable o desagradable, pero nunca indiferente puesto que existe un feedback real entre lo que sentimos y lo que ocurre en nuestro cuerpo y cómo esto se vierte en el espacio. Así, nuestras emociones, actitudes y predisposición hacia el aprendizaje se configuran en una relación de bidireccionalidad con el ambiente creado.

A pesar de que asociamos el espacio educativo con el aula, esta perspectiva es un poco limitante, puesto que aprendemos también fuera de ella. En todo caso, la distribución del mobiliario y las características del espacio influirán, irremediablemente, en el proceso de adquisición de conocimiento. Independientemente del lugar, el espacio debe motivar y apelar a todos nuestros sentidos.

Dentro de la diversidad de espacios existentes en el proceso de aprendizaje, deberíamos tener en cuenta el exterior y el interior, los espacios cerrados y los abiertos, como por ejemplo el aula, el patio o la calle. Además, dentro del aula, puede haber diferentes tipos de microespacios o ambientes, que pueden ofrecernos una mayor o menor expansión, pues dependiendo del momento emocional en el que estemos o del tipo de aprendizaje que queramos fomentar, nos vendrá bien uno u otro. De este modo, el uso de rincones pueden suponer una metodología docente en sí misma, al igual que otras interacciones con espacios exteriores, como el aprendizaje-servicio, metodología muy presente en la actualidad y que tiene como base una relación con la comunidad y, por tanto, con espacios exteriores.

Los expertos hablan del espacio como elemento educador. El espacio puede ser un lugar de propuestas muy interesante, siempre y cuando se sepa analizar y captar las necesidades del alumnado para convertirnos en diseñadores del espacio educativo. El espacio exterior es más complicado de diseñar, puesto que está sujeto a más cambios, pero el espacio del aula sí que puede estar bajo nuestro control, al menos relativo o teórico. En todos los casos, nuestra visión analítica del alumnado nos permitirá anticipar sus necesidades y seleccionar el espacio más adecuado. En el caso de espacios que vienen dados, como suele ser el caso de los exteriores (la calle o espacios comunes), podremos tratar de sacarles el máximo partido, analizándolos y vinculándolos con los estilos de aprendizaje de nuestro alumnado y con los aspectos que se deseen tratar. En cuanto a espacios que pueden ser modificados, tomaremos en consideración la diversidad y ofreceremos diferentes propuestas, entendiendo que cada persona del grupo es distinta y que debe fomentarse el desarrollo, no solo de competencias lingüísticas o cognitivas, sino también sociales, entre otras.

El aula debe ser intelectualmente provocadora, además de flexible, pero no debemos olvidar que solemos pasar un mínimo cinco horas diarias en ella y tendría que ser un espacio acogedor, y no sobrecogedor, ya que, como hemos comentado anteriormente, el espacio o entorno en el que nos encontramos nos afecta emocionalmente. Si asumimos que las emociones son la base del aprendizaje, si estas están equilibradas, contribuyendo a ello mediante un espacio adecuado, podremos tener un proceso de conocimiento y experimentación de la realidad natural y sin presión. Considerando que el alumnado crece, el espacio también debe transformarse, evolucionando con nosotros.

De igual manera, el espacio debe encontrarse enmarcado en nuestro proyecto educativo global, en relación con el modelo del centro y adecuado a los alumnos, así como a nosotros como docentes. La contextualización en el entorno del grupo-clase resulta fundamental, considerando la realidad del mismo y el momento evolutivo en el que se encuentran los niños. Así, en la etapa de educación infantil, es fundamental el movimiento, hecho que deberemos tener en cuenta a la hora de facilitar posibilidades de acción corporal en el aula y en el exterior.

Por ejemplo, relacionando el espacio con la asignatura de lengua inglesa, debemos recordar que, normalmente, el inglés suele ser una lengua ajena para los alumnos, alejada de su realidad cotidiana, por lo que el espacio del aula debe suplir esta distancia y crear un entorno de familiaridad. De este modo, para convertir la lengua en un elemento próximo, tendremos en cuenta el diseño del espacio, creando ambientaciones cálidas y que contribuyan a desarrollar las relaciones afectivas y los vínculos. Al tratarse de una lengua, es imprescindible crear escenarios de comunicación, que animen al desarrollo de habilidades sociocomunicativas en inglés con el alumnado, como la interacción oral o escrita, que podremos generar preparando pequeños rincones para sentarse o distintos soportes para la escritura o el diálogo.

En general, debemos sacar el mayor partido, aunque controlado, de todos los recursos que tengamos a nuestro alcance: paredes, pasillos, pizarras, nuevas tecnologías, mobiliario, ventanas o diferentes materiales (libros, juegos u objetos, entre otros), para crear propuestas en los distintos espacios, tanto dentro centro como fuera del mismo, sin llegar a generar una sobreexposición sensorial. Podemos organizar salidas pensando en las temáticas que estamos tratando, por ejemplo, salir a las tiendas cercanas al centro educativo y buscar objetos reales, partiendo del vocabulario tratado, o realizar visitas a museos o exposiciones.

No obstante, tenemos que pensar en las posibilidades del aula, del centro y del entorno, pero también en sus limitaciones, pues es importante tener en cuenta la iluminación, las referencias escritas y visuales que usamos, así como la temperatura, la acústica o las interferencias. De igual forma, en las salidas del centro, todo debe estar muy controlado y se deben seguir las normas y protocolos establecidos para ello.

En definitiva, siempre tomando en consideración que un mismo espacio supondrá distintas posibilidades dependiendo de los alumnos y del profesor que sean los protagonistas concretos del proceso de enseñanza y aprendizaje, hay que saber pararse a observar el aula, el centro y el entorno, reflexionar y preguntarnos: ¿qué nos ofrecen estos espacios?

 

Este post ha sido escrito por Laura Pastor Pastor, alumna del Grado en Maestro en Educación Infantil, e Ingrid Mosquera Gende.

Grado en Maestro en Educación Infantil

Grado en Maestro en Educación Primaria

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