Para crear entornos de bienestar emocional hemos de saber acompañar en su crecimiento a nuestros estudiantes. Esa es la tarea más relevante de un educador. Y la clave del acompañamiento está en saber escuchar.
¿Eres de quienes piensan que el bienestar emocional es imprescindible para aprender y para convivir? ¿Crees que necesitarías más estrategias para crear en tu aula y en tu centro entornos amables y alegres, lugares a los que todos quieran ir cada día?
Esta semana, en un curso que imparto sobre accesibilidad emocional, una profesora que asiste como alumna me decía en los foros: “Gracias por hacer esta reflexión tan lógica y necesaria. En los últimos años me decepciona mucho la sociedad este aspecto. Hay tantas ocasiones en las que siento que no puedo acabar la frase o el argumento, que a veces ni lo empiezo porque sé que me van a cortar a mitad”. ¿Cuántas veces has sentido algo parecido? ¿Cuántas veces pueden haberlo sentido nuestros alumnos? ¿Y sus familias?
Sabemos que educar tiene una enorme complejidad. Hemos de dominar el ámbito que impartimos, tanto si somos docentes de Educación Infantil, como si impartimos Matemáticas o Música, si somos orientadores o si estamos en el equipo directivo. Y también si somos madres o padres. En todos los casos, acompañar es la clave. Y no hay acompañamiento educativo sin escucha activa.
Porque la escucha es un acto volitivo, un acto que depende de tu decisión y de tus conocimientos. Escuchar no es en absoluto un acto natural que forme parte de nuestra esencia como personas; escuchar es casi un acto contrario al orden de la naturaleza. Decía el profesor Stephen Covey: “la mayoría de las personas no escuchan con la intención de entender, escuchan con la intención de responder“. Por eso hay que hacer un esfuerzo y hay que saber cómo hacerlo, porque saber escuchar tiene sus claves.
No hay acompañamiento sin escucha activa.
En primer lugar, hemos de prestar atención a las palabras que decimos, porque las palabras tienen el poder de cambiar la realidad. Hemos de tomar conciencia de nuestros soliloquios, porque escuchar nuestro lenguaje interior nos ayudará a superar las creencias autolimitantes que todos tenemos, incluido nuestro alumnado. Y ya sabemos la relevancia que tienen nuestras expectativas para construir una mentalidad de crecimiento.
Además, escuchar mejor nos permitirá, antes de iniciar el aprendizaje de cualquier contenido, conocer la representación mental que un estudiante posee sobre algún aspecto de la realidad, y ese ha de ser siempre nuestro punto de partida, como ya analizó Ausubel. Escuchar también tiene mucho que ver con nuestro lenguaje corporal, con nuestra mirada, con nuestros gestos, con nuestros silencios.
Escuchar está en los cimientos de comunicación. Para llegar al otro hemos de conocer sus conocimientos, y entender sus anhelos, sus miedos o sus ideas. Solo comprendiendo, y logrando que la otra persona se sienta comprendida, puedo tejer las redes de afecto que nos permitirán construir algo juntos.
¿Escuchamos a nuestro alumnado? ¿Escuchamos a sus familias? ¿Y a nuestros compañeros y compañeras? Hoy la educación es más compleja que nunca, pero las personas tenemos las mismas necesidades que siempre han acompañado a la humanidad. Son necesidades inherentes a nuestra condición de seres humanos, tanto da que tengas tres años como treinta y tres. Las personas necesitamos sentirnos valoradas, respetadas, seguras y escuchadas, y desarrollar ese sentimiento es esencial para crecer de forma sana. Lo es para ti y para mí, y lo es mucho más para quienes son más vulnerables, por eso la escucha activa está también en la base de la inclusión educativa.
Escuchar supone centrarse en el otro, hacer las preguntas adecuadas para que la conversación fluya, para que la otra persona confíe en nosotros y sea capaz de compartir sus necesidades. Necesidades que a veces ni siquiera conoce, pero que con nuestro acompañamiento irán fluyendo y nos permitirán, como docentes, construir conocimiento y contribuir a que cada persona sepa que puede lograr sus propósitos porque lo hace acompañada.
No hay mayor acto de reconocimiento hacia una persona que hacer que se sienta escuchada; cuando nos sabemos escuchados nos sentimos valorados, comprendidos, reconocidos, acompañados. La buena noticia es que se aprende, si te lo enseñan. Por eso, en el Máster de Acompañamiento Educativo de la UNIR, entre otros muchos contenidos, aprenderás a escuchar mejor.
*Pilar Pérez Esteve es profesora en el Máster de Formación Permanente en Acompañamiento Educativo de UNIR.